Se llamaba María.
Amaba la vida.
Amaba, como Machado, los días azules
y el sol de la infancia.
Y la hierba verde.
Y la nieve blanca.
Nos enseñaba canciones.
Nos contaba cuentos.
Compartía con nosotros su pan y su risa.
Le gustaban los pájaros,
los almendros en flor,
las estrellas fugaces.
Adoraba la poesía:
La de Lorca, la de Góngora, la de Santa Teresa.
Tenía fe ciega en el poder infinito
de las palabras.
Las escribía en la pizarra,
con letra clara:
Palabras como justicia.
Palabras como sueños.
Palabras como libertad.
Palabras hermosas y mágicas.
Yo tenía una maestra jovial, buena, valiente.
Yo tenía una maestra republicana.
Desapareció después de la guerra.
(Este poema lo escribí el año pasado para el homenaje que, desde el Sindicato Ustea, se dio en Granada a las maestras y maestros de la II República Española, uno de los colectivos que padeció con más saña e intransigencia la barbarie fascista, simplemente por tener fe ciega en el poder de la educación y la cultura como arma transformadora de la sociedad, como herramienta de progreso. Hoy, 14 de abril de 2010, septuagésimo noveno aniversario de la instauración de aquella República, los volvemos a recordar).
Qué pena de República, qué gran ocasión perdida. Qué decepción por aquéllos que dijeron amarla: mientras unos la dejaban en casa amarrada a la pata de la silla, otros la sacaban y exhibían sin pudor, la prostituían y arrastraban por el lodazal.
ResponderEliminarAquello fue algo así como echar margaritas a los cerdos.
(Lo siento, una vez más, Rafa)
Ese anónimo.
Pedro Almodóvar: "La sociedad tiene una deuda moral con los que perdieron la guerra y con los familiares de esos 113.000 cadáveres que yacen en las cunetas. Si Falange sienta a Garzón en el banquillo sería como si Franco hubiese vuelto a ganar y eso es muy difícil de digerir".
ResponderEliminarRafa "mojate" y publica algo sobre lo que piensas que está sucediendo en el caso del juez Garzón.PIWI.