lunes, 31 de agosto de 2009

El fin del verano

Parece mentira, pero uno llega a cansarse hasta de estar de vacaciones. Al menos ese es mi caso. Las vacaciones de verano en el lugar donde yo vivo (Salobreña, un pueblo costero de la provincia de Granada) llegan a ser una auténtica tortura. Para alguien que lea esto en un pueblo del interior peninsular, y que no haya disfrutado de vacaciones le puede parecer que estoy alucinando. Pues no, es totalmente cierto. Esta localidad no está preparada para la avalancha de gente que recibe durante el mes de julio y, sobre todo, en agosto. Lo mimo me comentan otras personas que viven en lugares como Chiclana o Zahara de los Atunes, en Cádiz. La vida cotidiana durante estos días veraniegos se vuelve un auténtico coñazo. Acciones tan simples como ir al supermercado, a la biblioteca pública, aparcar tu coche cerca de tu casa y no digamos ya si uno se pone malito y tiene que ir al centro de salud, son auténticas odiseas, dignas de super héroes de la Marvel o de la antigua Grecia. Así que hoy, último día de este agosto realmente caluroso que hemos vivido, me devuelve mi buen humor, y mañana, con la llegada de septiembre, la vida cotidiana regresa para quedarse otros diez meses. Ya sólo me queda esperar unas semanitas para que el verano meteorológico se vaya y venga el otoño, esa maravillosa estación del año con sus noches frescas, sus hojas de los árboles por el suelo, sus castañas y sus nueces, sus primeras lluvias, su manga larga y cada uno en su casa, incluidos mis ruidosos vecinos. Please, que alguien le diga a Obama que suprima el verano. Al menos yo se lo agradecería.

sábado, 22 de agosto de 2009

El crimen organizado en Salobreña

Hace unos meses, saltaba a los medios de comunicación de todo el país, una rocambolesca noticia que tenía que ver con el Ayuntamiento de Salobreña (municipio donde resido desde hace varios años) y un cabrero de la localidad. Hoy aparece publicada en el diario Ideal una noticia que afecta de lleno al crimen organizado en el pueblo de Salobreña. Y es que ya se sabe, en la costa, la mafia campa a sus anchas. No me resisto a transcribir el texto completo, tal y como se puede leer en la edición de hoy, 22 de agosto de 2009, en el diario granadino:

Condenado a un año y medio de prisión por robar chotos y cabras de un corral en Salobreña
Un juzgado de Motril ha condenado a un año y medio de prisión a un vecino de Salobreña (Granada) de nacionalidad francesa que robó de un corral catorce chotos y cuatro cabras.
Además, este individuo, de iniciales M.G.S., deberá indemnizar al propietario de la explotación con 1.300 euros, cifra en la que estaban tasados los animales, según la sentencia, a la que ha tenido acceso Efe.
El acusado, "con ánimo de ilícito beneficio" en la madrugada del 11 de abril de este año, junto a otras personas no identificadas, fue a una explotación ganadera y, tras intentar forzar el candado de la cancela, saltaron la valla y robaron de su interior los chotos y las cabras.
El acusado fue detenido posteriormente en una furgoneta que conducía y que había sido sustraída el mismo día, donde había además abundantes excrementos de ganado caprino y un choto muerto, que fue reconocido como uno de los robados por su propietario.

Un reproche inexpresado: Breve semblanza de Vicente Núñez

A Vicente Núñez, in memoriam

“En el silencio de tu muerte

Hay un reproche inexpresado”

Boris Pasternak

Yo nunca hablé con Vicente Núñez. Nos cruzamos por las calles de nuestro pueblo decenas de veces. Lo vi, con bastante frecuencia, escribiendo en El Tuta, o bajándose —sólo una vez— de un coche con su amiga Carmen Romero. Leí sus poemas en las calurosas tardes de Aguilar, sus Sofismas para el Diario Córdoba, sus entrevistas en El País. Disfruté de sus escasas apariciones televisivas con Jesús Quintero. Pero nunca crucé una palabra con él.

Con motivo de la publicación de mi primer poemario, Los poemas del frío, en cuya presentación participaba una gran amiga y admiradora suya, la poeta María Rosal, le envié mediante un amigo común, una invitación para dicho acto. Esa misma tarde, por medio de otro amigo común, Vicente se disculpó alegando no encontrarse demasiado bien de salud. Le hice llegar un libro en el que escribí la siguiente dedicatoria: “Con mi admiración y respeto, para el maestro.” Tampoco he sabido nunca, y es una duda que a veces me intriga, qué opinión le merecieron mis versos, tan distintos de los suyos, tan alejada su poética de la mía, tan diametralmente opuestas nuestras formas de entender el mundo.

Algunos meses más tarde, en la ciudad de Córdoba se celebraba la Feria del Libro y fui invitado para dar a conocer mis poemas. El poeta que me acompañaba aquella espléndida tarde de abril, Pablo García Casado, habló de la poesía que se hacía en Córdoba, y también lo hizo, cómo no, de la figura de Vicente Núñez. En ese momento fui realmente consciente de la importancia que el autor de Los días terrestres tenía en la lírica cordobesa, y por extensión, en la que se escribe en toda Andalucía.

En abril de ese mismo año, y cuando ya estaba bastante enfermo, se le rindió un merecidísimo homenaje en Aguilar. Aunque me habían invitado, por motivos ajenos a mi voluntad, me resultó imposible asistir. Parecía como si el Destino no tuviese a bien permitir que nos conociésemos.

Con frecuencia, algunos amigos, sabiendo de mi pasión por la poesía y de mi condición de filólogo, me han preguntado cuál era, en mi opinión, el sitio que le correspondía a Vicente Núñez en el Olimpo de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. Mi respuesta siempre ha sido la misma: merece un lugar de privilegio en la poesía que se ha escrito en Castellano durante el siglo pasado.

Autor de culto, ajeno a modas y fanfarrias publicitarias, heterodoxo e incluso, para una parte de la crítica, colindante con el malditismo. Yo me resisto a creer que fuera un maldito. Quiero pensar que más bien estaba por encima de lo que, de manera tan miserable, se ha dado en llamar la Popularidad, ese monstruo de tres cabezas que devora y deforma todo a su paso. Fiel a su modus vivendi hasta el último instante, eligió vivir en Aguilar de la Frontera —su mítica Poley—, apartarse de los cenáculos literarios, mantenerse impasible ante los cantos de sirena que lo llamaban desde Málaga, Sevilla o Madrid. Eligió la poesía —o tal vez fue al revés, quién sabe— en una época en la que escribir poemas es poco más o menos que luchar contra los molinos de viento.

De la docena de poemarios que publicó, mi favorito es Ocaso en Poley, de 1982, libro por el cual se le concedió el Premio de la Crítica de ese mismo año. Y de los cuarenta y siete poemas que componen la obra, me quedo, sin lugar a dudas, con esos poemas breves, directos, que en palabras de Guillermo Carnero, “actúan gracias a la densidad de la concisión y el poder evocador de la sugerencia”. Me estoy refiriendo a poemas como “Del amor”, “Fracaso”, “Una carta” o “Todo en tu amor dolíame”. No obstante, de todos los poemas que escribió, el que más me gusta, es ese soneto sublime que tituló “La limosna”, que cerraba Ocaso en Poley, y que no me resisto a reproducir aquí:

LA LIMOSNA

Una noche de invierno, de tantas en la vida,
sintiéndome el más pobre de los pobres del mundo,
me arrojé por las calles en busca de sustento
mientras la lluvia hería mi rostro como un látigo.
Como pude, arrastrándome en aquel torbellino
de vértigo y de frío, logré alcanzar su casa.
Llamé con la ternura que precede a la muerte;
besé, con el helor que en mis labios traía,
aquellos aldabones que yo soñé imposibles.
Salieron a la puerta tus hijos, como rosas
en el trono encendido del hogar que vibraba.
Yo no sé qué limosna pedí ni con qué harapos
quise ocultar mi fiebre, mi amor y mi miseria.
Del fondo de la casa, del fondo de la vida,
sentí su voz decirme, mientras agonizaba
mi corazón: perdone. Por Dios, perdone, hermano.

En “Vicente Núñez o el reino de este mundo”, el prólogo que Carnero escribió para su Poesía (Diputación Provincial de Córdoba, 1988 y 1995), se le definía como “un poeta de léxico escogido y precioso, sin caer en la retórica de las ornamentaciones ni en la búsqueda sistemática de lo insólito”. Y Abel Feu, en Panorama de la poesía andaluza desde la posguerra hasta la actualidad (CEC, Junta de Andalucía, 1999), nos lo muestra como “una figura destacada y admirada por los jóvenes, un poeta puro que vive y escribe su obra en su pueblo y que es una referencia inexcusable en la poesía de su generación.”

A mí, que siento cierta aversión hacia las etiquetas literarias, me gusta pensar en él tan sólo como un Poeta, es decir, una persona dotada de una sensibilidad especial para jugar con el significado de las palabras, con la retórica, con los sentimientos. Una persona que dispone de un don único para provocar en sus lectores pasiones vehementes, una persona que ve pasar ante sus ojos la vida, la capta, la aprehende y luego, nos la devuelve servida en bandeja de plata. Eso era, en mi modesta opinión, Vicente Núñez.

(Este artículo fue publicado con anterioridad en la revista digital Granada, ciudad poética, que dirigía mi amigo Ventura Camacho.)

jueves, 20 de agosto de 2009

Enemigos públicos, de Michael Mann

Anoche estuve en el cine viendo la última peli de Michael Mann, Enemigos públicos, interpretada, entre otros, por Johnny Depp y Marion Cotillard. La película cuenta la vida de John Dillinger entre 1933 hasta su muerte, acaecida en julio de 1934. Dillinger fue un famoso atracador de bancos que puso en jaque a la policía americana durante un tiempo. Mann ha intentado contar una historia al estilo de las viejas pelis de gansters de los años treinta. Estéticamente la película es asombrosa. Me encantó la escena del primer atraco al banco, por ejemplo. También la banda sonora, con la canciones de la gran Billie Holiday o la ambientación, con esos trajes tan elegantes y esos coches de época que quitan el hipo. No obstante, tengo que decir que no conecté con el personaje de John Dellinger. En mi opiinión no deja de ser un robabancos de tres al cuarto, obsesinado con la idea de ser millonario. Carece por completo de ese halo romántico de otros forajidos míticos, bien sean de ficción o reales. Aunque también es verdad que durante la época de la Gran Depresión, Dillinger era admiradísimo, casi tanto como se odiaba a los banqueros. Decía Carlos Boyero hace unos días en El País que esta película tenía todos los ingredientes para ser un clásico a la altura de Uno de los nuestros, El último refugio, Al rojo vivo, El precio del poder o incluso El padrino. En mi opinión, la película de Mann está bastante bien y uno pasa un rato excelente viéndola. Pero de ahí a ser un clásico hay un gran trecho.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Hasta los cojones de...

Todos estamos hasta los cojones (o hasta el coño, tanto da) de algo o de alguien. Os invito a que dejéis en este blog vuestras quejas (podéis hacerlo en los comentarios a esta entrada), aunque sólo sirvan de desahogo momentáneo. Para empezar, dejo mi queja:
Estoy hasta los cojones de las hordas de veraneantes maleducados, vocingleros, irrespetuosos que han tomado al asalto Salobreña, sus calles, sus supermercados, la biblioteca, la playa, etc. Dejad de jodernos con vuestra mala educación, cabrones. Gracias.

martes, 18 de agosto de 2009

Quique González: Peleando a la contra de nuevo.

Hace unos días la revista digital Efeeme publicaba una entrevista con el gran Quique González, uno de los músicos más interesantes y honestos de cuantos pululan por los caminos polvorientos de esta España nuestra. En dicha entrevista, Quique daba cuenta de numerosas novedades relacionadas con su carrera. La más importante es la grabación en Nashville, cuna de la música country, de su nuevo álbum, titulado Daiquiri blues. El disco ha sido porducido por Brad Jones y ha contado con la participación de jóvenes músicos de la escena local y con la colaboración estelar de un músico de primera categoría, el inconmensurable Al Perkins, con su steel guitar. Para quien no lo sepa, apuntaremos que el rastro de Perkins se puede seguir en discos de los Stones, de Dylan, de Cash, e incluso en el disco de Ariel Rot Cenizas en el aire. En la entrevista Quique habla de muchas cosas, pero tal vez lo más destacable es lo que cuenta sobre su vuelta a las barricadas. Quique es un caso curioso: empezó su carrera en una multinacional, fue expulsado, recuperado por la misma multi, vuelto a expulsar, creó su propia casa de discos, en la que vieron la luz dos trabajos excelentes, Kamikazes enamorados y La noche americana. Después fichó por Discos DRO, con quienes ha publicado dos cds, y ahora, anuncia de nuevo su vuelta a la independencia. De hecho, la grabación del nuevo álbum la ha pagado de su propio bolsillo. Y es que ante el cariz que están tomando los acontecimientos en la industria musical, este tipo de actitudes es cada vez más común. Ya lo hacen otros nombres importantes como Lapido o Juan Perro, y seguro que Quique no va a ser el último. Según cuenta el cantautor madrileño en la entrevista de Efeeme, ante la escasez de ventas, las discográficas están intentando llevarse una parte de las ganancias en concepto de conciertos. Y por lo que se ve, Quique no está dispuesto a semejante chanchullo: "No quiero levantarme un sábado para ir a tocar a La Coruña y pensar que estoy trabajando para otros", confiesa Quique en la entrevista. Así que, ni corto ni perezoso, ha decidido que no, que el que quiera peces que se moje el culo. Qué queráis qué os diga. Pues que esta decisión me parece estupenda, que Quique demuestra una vez más su integridad, su valentía, y que, siguiendo la consigna del viejo Buk, no le importa pelear a la contra cuántas veces haga falta. Nosotros, mientras tanto, esperamos con impaciencia que llegue el otoño, y que el viento de octubre nos traiga los nuevos temas de Quique, sin duda, uno de los mejores.

martes, 11 de agosto de 2009

María Teresa León: Melancolía en la memoria

El nombre de María Teresa León permanece indisolublemente unido al del poeta Rafael Alberti. No en vano, María Teresa fue su compañera, su camarada, su amante, su amada, y ante todo, su amiga inseparable durante más de cuatro décadas. Pero María Teresa León, a pesar del desconocimiento general en el que ha sido sepultada su figura en estos últimos años, fue mucho más que un nombre ligado al del genial poeta del Puerto de Santa María.
María Teresa León fue una excelente escritora —novelista, ensayista, dramaturga, traductora— con una extensa obra que abarca más de veinte libros, algunos de ellos conmovedores hasta la médula, por ejemplo, su libro de recuerdos, Memoria de la melancolía.
Pero empecemos por el principio. María Teresa León Goyri había nacido en Logroño, el 31 de octubre de 1903. Hija de Ángel León, militar, y de María Olivia Goyri de la Llera, una mujer nada
convencional para su época. Desde muy pequeña, María Teresa vivió en un hogar donde los libros eran abundantes y en el que las visitas de intelectuales eran bastante frecuentes. No era raro encontrarse en su casa, por ejemplo, a Doña Emilia Pardo Bazán. Debemos destacar el hecho de que María Teresa fuese sobrina de María Goyri, la primera mujer que en España asistió a la universidad. Todo esto hizo que la niña se convirtiera en lectora voraz, que admiraba a Víctor Hugo, a Alejandro Dumas, a Benito Pérez Galdós y a otras grandes figuras de la literatura universal. Como afirma Benjamín Prado en su ensayo “María Teresa León, la mujer inventada”, a propósito de su niñez, “(esta) fue la de una niña rica y disfrutó de todas las comodidades...” Algo que llama poderosamente la atención, si tenemos en cuenta el profundo viraje ideológico que años más tarde tomaría su existencia.
No es nuestra intención llevar a cabo una cronología exhaustiva de su vida. Baste citar, a modo de ejemplo, algunos de los acontecimientos más importantes en los que se vio envuelta. Por ejemplo, María Teresa fue una de las primeras mujeres que en nuestro país ejerció su derecho al divorcio, cuando éste fue legalizado en 1931 (su primer matrimonio con Gonzalo de Sebastián Alfaro, del cual nacieron dos hijos, Gonzalo y Enrique, fue una completa ruina) para casarse algún tiempo después con el autor de Marinero en Tierra. María Teresa fue una ferviente defensora de la Segunda República Española, miembro del Partido Comunista, y sobre todo, una incansable luchadora a favor de la cultura y de la igualdad entre hombres y mujeres, amiga de innumerables intelectuales, que van de Ernest Hemingway o Pablo Neruda a Pablo Picasso o la actriz María Luisa Ponte.
Al finalizar la contienda civil, se vio obligada a emprender un éxodo forzoso —como tantos otros compatriotas— que la llevó junto a Alberti por diferentes países: Francia, Argentina, donde permanecieron durante más de veintitrés años y donde nació su única hija, Aitana, y por último, Italia. Al final, cuando ambos pudieron regresar a España con la desaparición de la dictadura franquista, la escritora ya estaba enferma de Alzheimer y poco pudo disfrutar de su regreso a nuestro país, ella que siempre había deseado volver a entrar en Madrid montada en un caballo blanco. María Teresa León murió en la capital de España el día 14 de diciembre de 1988 y está enterrada en el cementerio de Majadahonda. Sobre su tumba, están escritas estas palabras de Rafael: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años.”
Dejando a un lado la dimensión política de María Teresa y centrándonos en su carrera como escritora, —aunque bien visto, no deja de ser una toma de postura política la decisión que tomó a finales de los años veinte: ser escritora—, su bibliografía abarca diferentes géneros literarios y más de veinte títulos. Escribió cuentos infantiles (Cuentos para soñar, 1928; La bella del mar amor, 1930; Rosa fría, patinadora de la luna, 1934); relatos cortos (Cuentos de la España actual, 1935; Morirás lejos, 1942; Las peregrinaciones de Teresa, 1950; Fábulas del tiempo amargo, 1962) novelas (Contra viento y marea, 1941; Juego limpio, 1959); libros de memorias (La historia tiene la palabra, 1944; Memoria de la melancolía, 1970) biografías noveladas (El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer, 1946; Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar, 1978) y traducciones (entre otros tradujo a Voltaire, Eminescu, Atghezi, Éluard y una colección de poesía china junto a su marido).
Me gustaría terminar este pequeño texto recordatorio con las siguientes palabras de Benjamín Prado, una de las personas que más han hecho por reivindicar la figura y la obra de María Teresa: ”Parece como si hubiese sido una militante comunista, una agitadora cultural y una defensora de la República, pero no una escritora que publicó más de veinte libros (...), que hizo obras de teatro y guiones para el cine, publicó cientos de artículos, preparó conferencias...”

lunes, 10 de agosto de 2009

DÍAS DE FERIA (Santiago Auserón)

El músico ambulante,
agotado, se detiene.
Se limpia el sudor.
Bebe un largo trago
de agua fresca.
Respira profundamente
el olor a salitre
que arrastra la tarde.

Luego, silbando una vieja
canción de Radio Futura,
sigue su camino
entre el terciopelo
de las flores
y las blancas paredes de cal.

A lo lejos, el llanto de un niño
quiebra la quietud de la siesta.

(Poema incluido en mi libro La mirada del jazz, Editorial Alhulia, 2006, dedicado, obviamente, al músico más importante de este país: Santiago Auserón.)

domingo, 9 de agosto de 2009

A veces...

A veces, esta sociedad me resulta completamente incomprensible y sus dirigentes, locos, subnormales o delincuentes. Muchas veces, las tres cosas a un tiempo.

lunes, 3 de agosto de 2009

GERALD BRENAN EN AGUILAR DE LA FRONTERA

De todos es bien conocida la atracción que España en general, y Andalucía en particular, ha ejercido sobre los intelectuales europeos y norteamericanos de diferentes períodos históricos. Por ejemplo, los poetas románticos alemanes y británicos del siglo XIX sintieron una gran fascinación por las tierras andaluzas, en las que, según ellos, cohabitaban mitos y leyendas inmemoriales con bandoleros, terratenientes, cante y baile, etc. Muestra de ello es la famosa novela Carmen, del escritor francés Prosper Mérimée (1803–1870) publicada en 1845, en la que se relataba la pasión incontrolada que un soldado francés llega a sentir por una gitana de Sevilla. Otra muestra interesantísima de escritor internacional fascinado por Andalucía y sus gentes, sus monumentos, sus costumbres, etc., lo constituye el norteamericano Washington Irving (1783–1859), quien en dos magníficas obras tituladas Crónica de la conquista de Granada y Cuentos de La Alhambra, dejó patente su amor por Granada y Andalucía, fruto de una estancia en nuestra tierra que se prolongó durante diecisiete años.
Pero no sólo los escritores del siglo XIX sintieron esa atracción por Andalucía. También numerosos intelectuales del siglo XX pasaron largas épocas de su vida en nuestro país, estudiando nuestra literatura, nuestra música popular o determinadas cuestiones sociológicas y políticas. Me atrevería a afirmar, sin miedo a equivocarme, que el más famoso de todos ellos, el más riguroso en su trabajo y, quizás, el más importante, es sin duda, Gerald Brenan (1894–1987).
Este hispanista británico —aunque nacido en la isla de Malta— dedicó la mayor parte de su carrera profesional a viajar, estudiar y vivir en España, estableciendo definitivamente su residencia en el pueblo malagueño de Alhaurín el Grande. Entre las obras más interesantes escritas por Gerald Brenan encontramos ensayos como El laberinto español, en el que lleva a cabo un profundo análisis de las circunstancias sociopolíticas que condujeron a la Guerra Civil; Al sur de Granada, La literatura del pueblo español, San Juan de la Cruz —un estudio biográfico sobre el poeta místico— y La faz actual de España.
Es precisamente en este último libro, La faz actual de España, donde se narra el viaje que Gerald Brenan y su esposa, la escritora estadounidense Gamel Woolsey realizaron desde el centro de la Península Ibérica hasta las tierras del sur, a finales de la década de los años cuarenta, justo en el punto álgido de la posguerra.
El profesor Juan Antonio Díaz López, en un excelente libro en el que hace un repaso exhaustivo de la obra de Gerald Brenan, explica sobre La faz actual de España que

se aparta un tanto del libro de viajes tradicional, ya que aunque personalmente (Brenan) estaba cansado de la política española, se vio obligado a transcribir lo que las gentes españolas que encontraba y con las que hablaba estaban ansiosas de contar, casi siempre referido a la situación interna del país.

Durante este viaje, y a su paso por la provincia de Córdoba, Brenan y su esposa, Gamel Woolsey, pasaron unos días en Aguilar de la Frontera, lo que queda recogido con todo lujo de detalles en dicho libro. Aquellas personas jóvenes que deseen acercarse a esta obra, descubrirán en ella una gran fuente de información sobre nuestro pueblo que la mayoría de nosotros desconocemos por completo, debido a nuestra edad. Pero también a las personas que ya habían nacido en aquella época les puede ser de gran ayuda, ya que, al estar escrito por un autor extranjero, expresa la realidad de la época desde otro punto de vista, y con la libertad que le permitía publicar su obra en un país, el Reino Unido, donde la libertad de expresión era una realidad y no simplemente un deseo colectivo, como sucedía en el estado español.
Así pues, en el capítulo tercero de La faz actual de España, titulado “Pueblos de la Sierra de Andalucía”, Gerald Brenan narra su paso por Aguilar, Cabra, Lucena y Priego, poniendo de manifiesto las impresiones y sensaciones que experimentó en nuestro pueblo.
Su relato comienza con una breve descripción de Aguilar:

Aguilar es un pueblo de unos 15.000 habitantes que se levanta sobre una baja estribación que sobresale sobre la campiña. Sus casas son blancas con tejados de color marrón, y parecen gaviotas con sus alas rojizas, y a su alrededor hay claridad y luminosidad. En la cima de dicha estribación se encuentran los restos de una fortaleza, el Castillo de Poley. Poco queda de él, pero desde su emplazamiento, se ven unas vistas amplísimas hacia el norte, el sur y el oeste.

En opinión de Gerald Brenan, en el Castillo podemos encontrar la aportación histórica de Aguilar:

Tras la reconquista de Córdoba en 1236, se convirtió en una de las principales fortalezas que protegían las tierras cristianas de las incursiones que llevaban a cabo las caballerías moriscas. Por esta razón, el nombre del pueblo se puede encontrar en numerosas canciones populares, mientras que sus Condes ocupaban el segundo lugar en el rango de la nobleza andaluza, tras los Condes de Cabra.

Tras esta breve pincelada histórica, Gerald Brenan cuenta lo que va encontrando por el pueblo y la opinión que le merece todo ello:

En la taberna donde fuimos a almorzar —tenía el extraño nombre de Fonda de las Moscas— una anciana de cara triste estaba sentada en una mesa redonda que tenía debajo un brasero de orujo.

Cuando el escritor y su esposa le preguntan a la dueña de la taberna cómo van las cosas por el pueblo, ésta contesta:

Muy mal. No hay comercio, ni trabajo, ni pan. Nos estamos pudriendo. No hay nada que hacer sino esperar a que los enterradores vengan a enterrarnos. (...) Todo el mundo se muere de hambre. El racionamiento que nos dan no es suficiente para alimentar a un perro. ¿Y quiénes sino los ricos se pueden permitir el lujo de comprar en el estraperlo? Incluso cuando hay trabajo, mire los sueldos que nos pagan. ¡Doce pesetas! ¿Cómo puede un hombre dar de comer a su familia con eso? Lo que yo le diga, la gente de este pueblo, se está muriendo poco a poco.

De la misma opinión que la dueña de la taberna se muestran otras personas con las que habla el escritor. Por ejemplo, el conductor del autobús, mientras toma un café con los dos visitantes, les comenta:

Sí, las cosas aquí van muy mal, dijo. Hay una sequía terrible, así que no hay nada que hacer en el campo. Hace dos semanas el ayuntamiento proporcionó trabajo en los caminos, pero ahora los fondos se han terminado. No sé lo que va a ocurrir.

El conductor del autobús les sirve de guía por el pueblo y les aclara detalladamente todo aquello por lo que los dos extranjeros muestran interés:

Pasamos junto a un convento donde las monjas criaban a los hijos de los fusilados (...) Había diecisiete y cada uno recibía un plato de sopa al mediodía.

Tras el paseo por Aguilar, Gerald Brenan llega a la conclusión de que el pueblo está sumido en la pobreza:

Volvimos por la parte más pobre del pueblo. Sus calles eran limpias y agradables pero sólo había que echar un vistazo a los harapos que vestían las mujeres para darse cuenta de la pobreza.

Sirvan estos breves ejemplos que acabamos de ver para darnos cuenta de que Gerald Brenan nos ofrece una visión de Aguilar que muchos de nosotros desconocíamos, y de la que sólo teníamos referencias por las historias que alguna vez nos han contado nuestros abuelos y nuestros padres. Dos magníficas razones, a mi modo de ver, avalan la lectura de esta obra. Por un lado, su gran calidad literaria; por otra parte, el hecho de que la memoria colectiva de un pueblo no debe desaparecer nunca. Por el bien de todos. Estoy convencido de ello.

sábado, 1 de agosto de 2009

Paisajes Impresionistas (Chet Baker)

Chet Baker tiene un alma surcada por miles de cicatrices. Chet baker tiene un alma rebosante de heroína, de alcohol de garrafa, de humo azul noche. Chet Baker tiene un alma que ha sido golpeada, una y otra vez, por los puños de acero de la vida. Chet Baker, a veces, toma entre sus fragilísimas manos su trompeta y, con elegancia, se pone a tocar. Chet Baker es un músico de jazz que pinta, con música, paisajes impresionistas.

(De La Mirada del jazz, Editorial Alhulia, 2006.)