martes, 30 de junio de 2009

El sueño europeo

Mientras en España, un montón de gente (bueno, los afortunados que aún tienen trabajo, porque los cuatro millones de parados no creo que estén para estos menesteres y los que ven su empleo peligrar tampoco estarán para muchas algarabías) se prepara para empezar mañana miércoles, uno de julio, sus vacaciones, ayer, junto al Faro de Trafalgar en Barbate (Cádiz) al menos siete personas perdían la vida intentando cruzar el Estrecho de Gibraltar en patera, en busca del sueño europeo, que más que sueño, es una auténtica pesadilla para estas pobres gentes. Ni que decir tiene que algún cabronazo se habrá echado al bolsillo unos pocos de euros a costa de estas siete vidas. Ya lo cantaban los PVP hace unos años: Somos la raza canibal...

domingo, 28 de junio de 2009

La banda sonora de una parte de mi vida

Os dejo una lista de discos españoles que han marcado alguna etapa de mi vida. El orden no es significativo, es decir, carece por completo de importancia. Lo verdaderamente importante es que cada uno de estos discos, sus canciones, sus músicas, sus letras, me acompañaron, y muchos de ellos, aún hoy me siguen acompañando, tras cientos y cientos de escuchas, en los buenos y en los malos momentos. A esta lista se podrían añadir un buen puñado de discos más, pero cada uno de estos, ha sido imprescindible en algún momento de mi vida.

1. Cuatro rosas, de Gabinete Caligari.
2. El blues de la frontera, de Pata Negra.
3. La ley del mar, la ley del desierto, de Radio Futura.
4. A santa compaña, de Golpes Bajos.
5. Enemigos de lo ajeno, de El último de la fila.
6. El ritmo del garage, de Loquillo y Trogloditas.
7. El eterno femenino, de La Mode.
8. Casualidades, de Miqui Puig.
9. Honestidad brutal, de Andrés Calamaro.
10. Deseo Carnal, de Alaska y Dinarama.
11. La vida mata, de Los enemigos.
12. Hermanos Carnales, de Surfin' Bichos.
13. Salitre 48, de Quique González.
14. Los Ilegales (el primer lp), de Los Ilegales.
15. Más de cien lobos, de 091.
16. Mujer y sentimiento, de Los Coyotes.
17. Un soplo en el corazón, de Family.
18. Heliotropo, de Vainica Doble.
19. Noches de rock'n'roll, de Burning.
20. Omega, de Enrique Morente y Lagartija Nick.
21. Buena disposición, de Nacha Pop.
22. En beneficio de todos, de Siniestro Total.
22. Tormenta de tormento, de Javier Corcobado.
23. La leyenda del tiempo, de Camarón.
24. Veneno (el primer lp), de Veneno.
25. Sinfonía de las horas, de Julio Bustamante.
26. 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina.
27. En el Olimpia, de Paco Ibáñez.
28. Canciones de amor desafinado, de Diego Vasallo.
29. Corre, Corre, de Leño.
30. El acto, de Parálisis Permanente.

Crónica de una noche mágica

Como ya sabéis, el viernes pasado, 26 de junio, tuvo lugar la presentación de mis Versos de alambre de espino, en Salobreña, lugar en el que resido desde hace unos cuantos años. Para quien no conozca el pueblo, decir que se trata de un hermoso pueblo costero, de la provincia de Granada, blanco, blanquísimo, que cuelga de una peña, con un castillo árabe que mira desde las alturas al mar Mediterráneo, donde hace unos años, abundaban las actividades culturales, y donde ahora, por desgracia, lo que abunda es la desidia y la apatía. Aunque sigue habiendo algunas iniciativas interesantes, como por ejemplo, la Editorial Alhulia, que dirigen Antonio Jiménez y Pedro Márquez, o la academia Centar, de mis buenos amigos Nacho y Manu, en cuyo sala "Angela Pacheco" tuvo lugar la presentación de mi libro.
Tengo que reconocer que fue una noche estupenda. Todo salió a pedir de boca. Por la tarde estuvimos preparando aquello un poquito, poniendo las sillas, colgando algunos cuadros de Manu para que la sala se viese bien bonita, preparando el catering... En el acto intervino Juanfran Molina, autor del prólogo que abre el libro, y una de las personas que conozco que más saben de música, y que ha colaborado con sus artículos en publicaciones como El batracio amarillo o Ruta 66. Actualmente se le puede leer en su blog Música para psicocamaleones. Os recomiendo que os déis un garbeo por allí.
Habíamos calculado que vendrían unas 30 personas. Al final nos juntamos más de sesenta por lo que tuvimos que poner más sillas. La gran mayoría eran amigas y amigos, aunque algunas caras no me sonaban de nada. Juanfran habló sobre el libro y sobre la poesía en general y después yo leí unos cuantos poemas, no muchos, para no ponernos pesados, los suficientes para que la gente se pudiera hacer una idea más o menos exacta de lo que contiene el libro. Luego nos tomamos unas cervecillas, firmé algunas dedicatorias cual un Antonio Gala de primera regional y, luego, la traca final. Nacho, uno de los dueño de la academia, que es un músico como la copa de un pino, había preparado con otros colegas (gracias a Vicente, a Julián y a Paco), una versión del "Walk on the wild side", del maestro Lou, y la gente se quedó flipada y con ganas de más. Total, una noche magnífica. Eché de menos a algunos colegas que por una u otra razón no pudieron venir. Pero creo que conseguimos un pleno al diez. Sólo me queda dar las gracias a todas y todos los que compartisteis conmigo una gran noche. Ojalá que haya otras como esta.

viernes, 26 de junio de 2009

Mala leche

Veo que el mundo está del revés
Tom Waits


Hoy me he levantado
escupiendo mala leche.
No sé qué hostias me pasa,
pero detesto a todo el mundo:
a los políticos (se entiende),
a los imbéciles presentadores
de programas de televisión
(también es comprensible),
a la gente que va en coche,
y a los que pasan,
caminando, junto a mí
(esto se entiende menos,
pues ni tan siquiera los conozco).
Me siento repleto de ira.
Mis venas rebosantes de odio
lo expanden, poco a poco,
por las zonas más recónditas
de mi estúpido cuerpo.
Ten cuidado si te acercas a mí.
Podría contagiarte,
y eso sí que sería terrible.
Seríamos dos cuerpos
llenos de mala leche.


Poema incluido en el libro Versos de alambre de espino, de Rafael Calero Palma (Editorial Alhulia, Salobreña, Granada, 2009).

miércoles, 24 de junio de 2009

La poesía urgente de Rafael Calero Palma (Reseña de Isabel Rodríguez)

Rafael Calero abre su nuevo poemario, Versos de alambre de espino con un breve poema al que titula “Autorretrato”. Y que, en efecto, lo es, un autorretrato breve, sencillo y esencial. El poeta se auto describe y esa descripción entraña una declaración de principios: una mirada lúcida, distante y cercana a la vez, un posicionamiento nítidamente realista —“Aún no he aprendido a volar”, una ilimitada fe en la palabra: “Prefiero una palabra a mil imágenes”—.
Y por eso, porque mantiene una inapagable fe en la palabra, en la palabra poética, como herramienta transformadora necesaria, como “arma cargada de futuro” —así en “Palabras” o “La poesía es un arma…”— , empuña los poemas de este libro como una protesta, una denuncia, un grito de imparable rabia creadora, en poemas de lenguaje deliberadamente agrio y fuerte —“Hijos de puta”, “Mala leche”— o de una ironía a veces feroz, como “Economía” o “Recesión”; o como una propuesta de autenticidad, lejos de los eslóganes y de la artificiosa programación de una vida supuestamente perfecta —“Miedo”, “Tristeza”, “Invierno”—.
Reconozco en este poemario muchas de las claves poéticas de Rafael Calero: su noción agridulce del amor, el toque de arraigada melancolía que dejan sus versos —“Sucios poemas de amor”, “La de tiempo que hace que nadie me besa así”—; el universo literario que reconoce, en el que se siente confortable y al que rinde un homenaje sin paliativos: la literatura norteamericana, la sombra reconocible de Walt Whitman en “Todo me pertenece”, encabezado, además, por una cita de Kerouac; y las explícitas citas que hace de los escritores que más lo acompañan —Melville, Twain, Dickinson, Dos Passos, Bowles, Auster, Highsmith…,— a los que engloba, junto a sí mismo, en un común territorio de soledad de animal acorralado; Bukowski, uno de sus grandes iconos literarios — “Realismo sucio” —. Y el jazz, el cine. Las canciones de Tom Waits como fondo de algunos poemas. El espléndido poema “Cicatrices”, en que lo cinematográfico queda enmarcado entre un dolorido pórtico y un definitivo, lapidario final: “La vida. / Pequeñas cicatrices / en la línea de flotación”. Si bien el cine tampoco se libra del afilado bisturí de su crítica afilada: “La última película de James Bond”.
Pero esas claves poéticas reconocibles se enriquecen con una visión de humana cercanía a la historia, en poemas directamente narrativos, como el estremecedor “Enterrar a los muertos”. Y con un cálido acercamiento a otros poetas que también empuñaron la palabra como un arma pacífica y transformadora, como “Poetas” o “Gloria”. Y ese texto impresionante: “Escribir un poema”, en que se concitan en logradísima conjunción el homenaje a poetas como Machado, Lorca, Bukowski, Carver, con la expresión de una poética directamente explicitada, una poética caliente, viva, en que, como quería Juan Ramón, la palabra “sea la cosa misma”: “… sentir que tus manos/ se mojan al escribir la palabra río”.
Esta poética caliente, auténtica, aferrada a la verdad de lo real, encuentra una forma de expresión sumamente ajustada y eficaz en esos poemas en que Calero engarza una serie de sintagmas nominales que no hacen sino mostrarnos sin ropajes, sin retórica, en esa forma directa y limpia tan característica de su autor, esa realidad que constituye nuestro mundo, interno y externo, esa realidad que se nos impone y que en manera alguna podemos, y seguramente ni siquiera queramos, eludir. Así, el ya citado “Literatura norteamericana II”, “La vida a traición” y el bellísimo poema final que cierra el libro, a pesar de todo, con un último grito de esperanza, con una definitiva afirmación de vida. Pues hay, entre toda la miseria, la podredumbre y la mentira, una serie de cosas irrenunciables, pequeñas y verdaderas, que también son parte de la realidad, que también nos constituyen y a las que diariamente nos aferramos para no abandonar, para no ceder. Esas “99 razones (a pesar de todo)” que le siguen dando un sentido a la vida.
En suma, un poemario urgente, que a veces nos quema las manos y a veces nos calienta el corazón, y a momentos nos penetra con una fina y segura melancolía; lo que, sin duda, no logra este libro es dejarnos en ninguna ocasión indiferentes.

lunes, 22 de junio de 2009

Manuel Villar Raso: África en el corazón

“Fui a Tombuctú en 1981 para investigar una historia inédita, la conquista del imperio songhai por 4.000 moriscos españoles, que asentaron su capital en esa ciudad en 1591. Desde entonces, y ya tocado por la pasión africana, he vuelto por Tombuctú siempre que he podido, en ocasiones solo, que es la mejor manera de viajar por África.” Este párrafo abre África en silencio, un libro mezcla de novela, ensayo sociológico, libro de viajes, crónica histórica, reportaje periodístico y mil cosas más, escrito por Manuel Villar Raso, un escritor que según sus propias palabras se convirtió en narrador para superar la terrible muerte de su hermano David en la mina, acaecida cuando él era un niño de apenas diez años. Para Manuel, la muerte de su hermano resultó un golpe tan traumático que acabó convirtiéndolo “en escritor, pues fue tal el vacío que dejó en mi corazón, que decidí escribir con la idea de no morir del todo, de dejar algún tipo de legado que me sobreviviera”, confesaba Villar Raso en una entrevista.

Sin lugar a dudas, una personalidad que podríamos calificar de polifacética unida a su insaciable ansia de sabiduría han hecho de Villar Raso uno de los grandes narradores de la literatura española de las últimas décadas. En opinión del crítico Francisco Morales Lomas, Villar Raso “nos tiene acostumbrados a una narrativa de gran calidad literaria, sin duda de lo mejor que se ha escrito en este país en los últimos veinte años.” Y para el escritor chicano Miguel Méndez, “las huellas letradas de Manuel Villar raso brillan con luz particularísima. Como suele decirse, no requiere de escándalos para lucir,” Una afirmación que suscribimos completamente.

Pero Villar Raso no es sólo un gran novelista: ha dedicado gran parte de su vida a la docencia, enseñando Literatura de los Estados Unidos en la Universidad de Granada; ha traducido a poetas norteamericanos de la talla de Walt Whitman o Emily Dickinson; ha escrito guiones para documentales de televisión; ha dirigido tesis doctorales; colabora habitualmente con sus certeros artículos en diarios como Ideal y en revistas literarias especializadas como Ficciones, Hora de poesía o Camp de L’Arpa, y ha llevado a cabo numerosas expediciones al mismísimo corazón del continente africano —“el corazón de las tinieblas”, como lo bautizara Joseph Conrad en aquella vigorosa novela que inauguró el siglo XX—.

Nacido en el pueblo soriano de Ólvega en 1936, se trasladó a Granada cuatro décadas más tarde, atraído por la belleza y la luz del sur, una decisión que, a pesar de no haber favorecido en absoluto su carrera literaria, más bien todo lo contrario, no se arrepiente de haber tomado. Su primera novela, Mar ligeramente sur, (Barcelona: Destino, 1976) fue finalista del prestigioso premio Eugenio Nadal en 1975, año en que se alzaría con el primer premio la novela Las ninfas, de Francisco Umbral. A esta primera obra le han seguido: Hacia el corazón de mi país (Barcelona: Destino, 1976), Una república sin republicanos, (Bilbao: Albia, 1978), La pastora, el maqui hermafrodita (Bilbao: Albia, 1978), Comandos Vascos (Barcelona: Noguer, 1980), El laberinto de los impíos, (Barcelona: Noguer, 1981), Últimos paraísos (Barcelona: Planeta, 1986), El último conquistador, (Barcelona: Noguer, 1992), La casa del corazón, (Soria: Centro soriano de estudios tradicionales, 2001 y Granada: Ediciones Dauro, 2003), Encuentros en Marbella, (Salobreña, Granada: Alhulia, 2002), La larga noche de Ángela, (Salobreña, Granada: Alhulia, 2004), Desnuda en lo real (Salobreña, Granada: Alhulia, 2008) y Las montañas de la luna (Salobreña, Granada: Alhulia, 2008).

No obstante, desde mi modesto punto de vista, lo que destaca sobremanera en la extensa carrera de Villar Raso, lo que lo convierte en un escritor de primera magnitud en la ficción escrita en nuestro idioma, lo que hace que su obra sea genuinamente personal e intransferible, es su tetralogía africana compuesta por las novelas Las Españas perdidas (Granada: Editoriales Andaluzas Unidas, 1983 y reeditado en Granada: Comares, 1995), Donde ríen las arenas (Sevilla: Algaida, 1994), El color de los sueños, (Barcelona: Planeta, 1998), La mujer de Burkina, (Oviedo: KRK Ediciones, 2001) —obra que le supuso ganar la XXII edición del Premio de narrativa Casino de Mieres–– y la obra que citábamos anteriormente, África en silencio (Córdoba: Almuzara, 2005 y reeditado en Madrid: Alianza, 2007). Los lectores que se adentren en las páginas de cualquiera de estos cinco libros encontrarán la visión que su autor tiene del continente africano, un universo único, rebosante de descripciones extraordinarias, ágiles, sorprendentes, una visión casi de cámara fotográfica. Totalmente recomendado. De nada.

jueves, 18 de junio de 2009

Ginebra y lágrimas

Dejo otro poema de mis Versos de alambre de espino, para que os hagáis una idea más exacta de lo que contiene en su interior. Como siempre, podéis dejar vuestros comentarios, vuestras opiniones, con total libertad.

GINEBRA Y LÁGRIMAS

¿Qué le dices a un hombre que reconoce no tener alma?
Cormac McCarthy

Al final de la calle,
un tipo con pinta de John Wayne,
bebe, sentado en la acera,
ginebra barata directamente de la botella
mientras fuma un cigarrillo.
Viste vaqueros desteñidos
y una camiseta blanca,
llena de manchas,
con la frase Jesús te ama
escrita en letras negras.
Un viejo pastor alemán
merodea, despistado, a su alrededor.
Un coche rojo pasa a toda velocidad
escupiendo los acordes de Heartbreak Hotel.
Los ojos del hombre tienen
un brillo extraño,
como si hubiesen vuelto
de un viaje sin retorno,
como si hubiesen visto
ante ellos un ejército
destruido y olvidado,
como si hubiese perdido el alma
jugando a los dados,
como si ya nada importase.

martes, 16 de junio de 2009

Hijos de puta


El mundo está lleno de hijos de puta
Fito Páez

El mundo es un lugar lleno de hijos de puta.
Sin miedo, salen de sus madrigueras,
tomando el control, poco a poco, de todo:
supermercados, galerías de arte, pastelerías,
tiendas de pianos, empresas de pompas fúnebres.
Los puedes encontrar en cualquier sitio,
por muy extraño que parezca.
Trabajan en los bancos, en los hospitales,
en las peluquerías o en los bares de moda.
A veces llenan el depósito de tu coche
de gasolina o enseñan a leer a tu hijo pequeño;
otras veces te venden una pizza recién hecha,
una película porno o el último premio planeta.
Conducen camiones, autobuses urbanos, taxis.
Algunos son famosos: salen en televisión,
en los periódicos, en las revistas.
Los hay millonarios y están aquellos otros, que,
literalmente, no tienen donde caerse muertos.
Hombres y mujeres.
Jóvenes lozanos y ancianos decrépitos.
Pueden ser hermosos, atractivos, elegantes.
Pueden ser feos, deformes, malolientes.
Morenos y rubios.
De largas melenas o alopécicos.
Solteros, casados, divorciados.
Algunos votan en todas las consultas electorales:
elecciones municipales, autonómicas, generales,
referendos o plebiscitos sobre cualquier asunto:
otros no lo han hecho nunca (ni piensan hacerlo).
Algunos son donantes de sangre, de semen,
de riñones, de penas. Otros, sin embargo,
no dan ni la hora a la madre que los parió.
¿Qué le vamos a hacer? Así es el mundo,
un maravilloso lugar lleno de hijos de puta.

domingo, 14 de junio de 2009

Flores de luna

El viernes pasado, en el programa Versión española de la 2, pasaron la película documental Flores de luna, de Juan Vicente Córdoba, guionista, productor y director de varias películas, entre las que destacan Aunque tú no lo sepas y A golpes. Tengo que empezar por decir que la película, a) me sorprendió en muchos aspectos; b) me encantó; c) me dejó un amargo sabor de boca.
Para quien no esté al tanto, Flores de luna cuenta la historia del barrio madrileño del Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas. A través de varias generaciones de habitantes del barrio. Juan Vicente Córdoba hace una radiografía de lo que fue, de lo que es y de lo que pudo haber sido. Los más mayores van contando cómo llegaron a un lugar que era tan solo el campo, en medio de la nada, procedentes de las zonas latifundistas de Andalucía y Extremadura, y cómo haciendo un esfuerzo titánico consiguieron levantar sus chabolas, consiguieron llenar sus barrigas y las de su prole, y cómo prosperaron, aunque fuera de manera humilde y trabajando de sol a sol. Por supuesto, estos hombres y mujeres, sentados ante la cámara de cine, nos hablan de un mundo que de tan lejano, a veces parece ficticio. Pero, joder, no nos engañemos, aquel mundo era real como la luz del sol. La película destaca, ante todo, el alto grado de solidaridad de aquellas personas que nada tenían, pero que si hacía falta, prestaban a sus propios hijos con tal de que unos recién llegados levantaran cuatro paredes y la policía no las echara abajo. Y frente a la solidaridad, el esfuerzo, la capacidad de superación de aquellos primeros colonos del Pozo, está la incultura, el racismo, la insolidaridad, la pereza, la autocomplacencia, la adoración del Dios Dinero por parte de la juventud actual del barrio. Y es que por poner sólo un ejemplo, el Pozo del Tío Raimundo es, a día de hoy, uno de los lugares con más fracaso escolar de España (setenta por ciento, que se dice pronto). Hay un momento en la película en el que un hombre de una cierta edad comenta: "Nosotros, que carecimos de todas las oportunidades, nos moríamos por tener cultura, y los jóvenes, que lo han tenido todo en sus manos para conquistarla, la desprecian." Así de deprimente es el asunto Pero aún hay más. Los nietos de aquel lumpen proletariado procedente de los arrabales andaluces y extremeños más miserables y desarraigados, los nietos de aquellos anarquistas, comunistas, socialistas, odian con todas sus fuerzas a los ecuatorianos, a los rumanos, a los marroquíes, que como sus abuelos hace unas décadas, vienen hoy buscando una vida mejor, porque según dicen, "huelen mal y vienen a quitarnos el trabajo". Vivir para ver.
Mención aparte merece el Padre Llanos, toda una institución en el barrio. El Padre Llanos, de quien se recuperan imágenes y entrevistas de hace tiempo, evolucionó desde la ideología fascista (fue confesor del mismísimo Franco) en la posguerra hasta su afiliación al Partido Comunista a finales de los años setenta. Un tío que decidió dejar la riqueza y la seguridad que le ofrecía Madrid, para convertir a los rojos del Pozo y que acabó, oh, dulce providencia, convertido en rojo. Y es que la vida tienes estas cosas.

jueves, 11 de junio de 2009

La de tiempo que hace que nadie me besa así

Este poema es uno de los que se pueden leer en mi libro Versos de alambre de espino, editado por la editorial Alhulia, de Salobreña (Granada). También se puede encontrar en la Antología del beso: poesía última española, editada por la editorial Mitad Doble de Málaga.
Para aquellas personas que me han preguntado dónde se puede encontrar mi nuevo libro, les diré que, además de poder comprarlo en las presentaciones, también va a tener distribución en algunas tiendas. En Granada, por ejemplo, estará en Subterránea Comics, y en Babel. Supongo que en la Casa del Libro también estará, pero hay que tener un poquitín de paciencia, ya que aún no ha dado tiempo ni a distribuirlo. Si alguien desea conseguir este libro u otro cualquiera de mis libros anteriores, se puede poner en contacto conmigo en rafaelcalero@gmail.com. Será un placer ayudar.
Se admiten comentarios.


LA DE TIEMPO QUE HACE QUE NADIE ME BESA ASÍ

Ella es muy hermosa.
El pelo negro, no muy largo,
le cae descuidado sobre los hombros.
Los ojos profundos, oscuros, invernales.
Ojos de mujer.
Viste tan sólo una camiseta de tirantes
y unas braguitas. Todo blanco.
Está echada sobre la cama y sonríe.
Él no es guapo
pero, por alguna extraña razón
que se te escapa,
vuelve locas a las chicas.
Hablan de amor
con palabras que no son reales.
De repente, ella se levanta. Se acerca hasta él.
Le acaricia el rostro y se besan.
Un beso poema épico.
Un beso distorsión.
Un beso gusano del mezcal.
Un beso cuchillo frío.
Un beso resurrección de la carne.
Un beso madrugada de insomnio.
Un beso diluvio universal.
Un beso collage técnica mixta.
Un beso arenas movedizas.
Un beso copa rota.
Un beso tatuaje.
Un beso coche-bomba
que dinamita los cimientos de la ciudad.
Un beso antorcha que provoca mil incendios pequeños
en el alma.

Y tú, sentado ante la pantalla del televisor, piensas:

La de tiempo que hace que nadie me besa así.

martes, 9 de junio de 2009

Versos de alambre de espino, de Rafael Calero Palma

Hoy, día nueve de junio de 2009, por fin, mis Versos de alambre de espino están recién salidos del horno, así que ya podéis imaginarlo, me siento como un niño pequeño la mañana del seis de enero. Después de algunas vicisitudes, mi séptimo libro (los poemarios Los poemas del frío, Desorden, Hablando de amor con el cobrador del frac, El amor es un helado de fresa derretido en el asfalto y La mirada del jazz y el ensayo sobre la obra de Bukowski) acaba de ver la luz. Un libro compuesto por 46 poemas, y 23 dibujos del pintor cordobés Rafael Quintero Osuna. Mi gran amigo Juanfran Molina, colaborador habitual de publicaciones como Ruta 66 o Irreverendos, firma la autoría del magnífico prólogo. Los poemas de este nuevo libro están impregnados de un fuerte componente social, cuasi político, me atrevería a decir, aunque eso sí, pasados por mi particular visión de la realidad. Muchos de ellos son poemas de denuncia, casi un grito desesperado, con los que trato de poner de manifiesto cuál es mi postura vital en estos tiempos asesinos, de deshumanismo creciente, que nos han tocado en suerte. No obstante, he tratado de no perder el sentido del humor a la hora de retratar distintas situaciones, diferentes personajes, etc. Y creo que lo he conseguido. La influencia de autores como Gabriel Celaya, como Blas de Otero, como Ángel González o Gloria Fuertes, a quienes dedico un poema de manera expresa, es más que evidente. También sigue siendo evidente mi pasión por autores norteamericanos, en este caso, a Charles Bukowski, un clásico desde que empecé con esto de la poesía, debemos unir otros nombres como Barry Giddford, el autor de Perdita Duranto. En mi parcialísima opinión el libro ha quedado precioso, envuelto en la cuidada portada que ha hecho mi amigo Rafael Quintero. Porque esa es otra. Los dibujos de Rafa son poemas en sí mismos. Y todo esto por sólo diez euritos de nada. Son estas las cosas que lo reconfortan a uno con el proceso creativo. En fin, ya iré dejando por aquí información sobre presentaciones, presentadores y otras hierbas.

Diecisiete temazos de Tom Waits

1. Martha.
2. (Looking for) The Heart of Saturday Night
3. Nobody
4. The Piano Has Been Drinking (not me)
5. Burma Shave
6. Wrong Side of the Road
7. Jersey Girl
8. Broken bicycles
9. Frank's Wild Years
10. Downtown Train
11. Cold Cold Ground
12. I Don't Wanna Grow Up
13. The Last Rose of Summer
14. Cold Water
15. Kommienezuspadt
16. God's Away in Business
17. Make It Rain

sábado, 6 de junio de 2009

¿Dónde están mis magnolias?, de Isabel Rodríguez

El viejo gramófono suena en la oscura habitación. La trompeta de Chet Baker desagarra el aire con su aguda melancolía empapada en alcohol y lo llena de colores, de los colores de las pinturas impresionistas que sus melodías desgranan en la atmósfera viciada de la alcoba. En la pantalla del televisor un documental sin sonido se mueve entre icebergs y glaciares, en alguna tierra lejana. “Aquí no hay icebergs”, piensa, “eres un iceberg: una parte fuera. Fría, helada, fuerte. Diez partes subterráneas, ardientes, más fuertes y con flores: magnolias (planta que sólo crece con el verano)”, eso le había escrito él una tarde, en la servilleta del bar en que tomaban copas, y ella había guardado la servilleta, todavía la tenía, doblada cuidadosamente entre las páginas de un libro de poemas. Era un local donde se escuchaba jazz y también entonces sonaba Chet Baker, el íntimo desgarro de esa trompeta inigualable… El iceberg se derrite en la pantalla, como parece derretirse la tarde en una lluvia interminable que se desliza suave, lentamente, por los cristales; porque es una tarde lluviosa. Una de esas tediosas tardes de domingo que anuncian el final del paréntesis del fin de semana, el paréntesis de las diarias rutinas, levantarse, acudir al trabajo apretujada en el metro entre decenas de cuerpos soñolientos como el suyo, desvaídos y grises, las inacabables horas colgada al teléfono, aguantando impertinencias, respondiendo a todo con una voz neutra, profesional, que no deje transparentar su irritación, su cansancio, su deseo de estampar el teléfono contra la pared y salir huyendo…

Tiene el ordenador encendido y la página en blanco del archivo que acaba de abrir parece retarla desde su albo silencio. Sobre la mesa, la caja metálica con la jeringuilla, las gomas… Teclea unas líneas, las lee, lo borra todo. “Cuando me pongo a escribir nunca se me ocurre nada. Y lo poco que llego a escribir es una basura. No sé por qué me empeño. Se está acabando el plazo para presentar el libro y no he pasado del tercer poema…” La trompeta se eleva en un agudo desgarrador que le corta el aliento. “Después de todo, tampoco importa. Ya sé que no lo voy a escribir ni lo presentaré al premio, y además da igual…” Todo da igual desde aquella mañana imborrable, fija para siempre en su memoria y en su vida, aquella mañana en que el niño, su niño, sólo suyo, porque sola lo tuvo y sola con él vivió sus horas más difíciles y también las más felices; aquella mañana en que el niño salió con su pequeña cartera hacia el colegio y ella se asomó al balcón para despedirlo y vio cómo el automóvil, aparcado en la esquina, arrancó inesperadamente, y el golpe, y su grito, su grito desgarrando el aire como la trompeta de Chet Baker, ese agudo sonido empapado de alcohol y desesperanza… Y ya nunca volvieron los días soleados, el corazón caliente, la cara del niño, esos días perdidos, cuando él soñaba despierto y ella cantaba en la noche canciones de cuna que llenaban sus sueños de luces y de mariposas. Ya sólo tiene el tedio de un trabajo irritante, de un empeño imposible, de una ausencia que todo lo contagia de negrura.

Y tiene también la puerta abierta, la evasión, el olvido. Así, sobre la mesa, al alcance de su mano. La única dicha que puede administrarse por sí misma. “Soy como un iceberg. Y voy al encuentro de mis diez partes sumergidas. Mis magnolias…” Y la dicha corre por sus venas y un calor dulce la invade y se deja ir lenta, dulcemente. “Mi niño…” Va hacia el balcón, allí lo encontrará, escucha su llamada. Lo abre y se derrumba despacio, en una inercia dulce, entre luces azules y blancas mariposas, bajo la lluvia que cae interminable sobre sus magnolias encontradas…

Entre las rejas del balcón asomaba su zapato y en la alcoba oscura el viejo gramófono seguía sonando y el aire vibraba bajo las notas dolidas de Chet Baker.


A Rafael Calero y a su “Mirada del Jazz”, a cuya sombra se escribieron estas líneas.

Isabel Rodríguez

Mayo 2009

viernes, 5 de junio de 2009

Burma Shave (Tom Waits)

Burma Shave es un lugar que sólo existe en una canción de Tom Waits. Una canción de Tom Waits es un tren nocturno que atraviesa las calles frías de un poema. Las calles frías de un poema están repletas de deseos urgentes. Cada deseo urgente es un trozo de arco iris desnudo. Dentro de un arco iris desnudo cae una lluvia de confeti que empapa el rostro de las chicas enamoradas. Las chicas enamoradas guardan en su interior tres secretos azules. Los secretos azules, cuando menos te lo esperas, se derraman como una botella de champán. Cada botella de champán encierra en su interior un océano de lágrimas de colores. Las lágrimas de colores viajan a toda velocidad por la autopista de Burma Shave.
Burma Shave es un lugar que sólo existe en una canción de Tom Waits...

jueves, 4 de junio de 2009

El dinero fácil de Jens Lapidus

Estos días he leído (más apropiado sería decir que me he devorado las 616 páginas que lo forman) una magnífica novela negra que responde al nombre de Dinero fácil. Su autor, un joven escritor sueco llamado Jens Lapidus, se ha estrenado con esta trapidante obra que retrata el mundo de los bajos fondos en la ciudad de Estocolmo. La novela, según se anuncia en la portada del libro, es la primera parte de una trilogía bautizada con el elocuente título de Trilogía negra de Estocolmo. Así que es de suponer que en un futuro no muy lejano tendremos otras dos entregas de Lapidus.
Dinero fácil narra la historia cruzada de tres personajes de la Suecia contemporánea: Jorge, un inmigrante chileno que se dedica al tráfico de cocaina; Mrado, un hampón serbio que extorsiona, amenaza, pega, viola y mil cosas más por el estilo y JW, un joven ultra pijo que se siente fascinado por el lujo y que no se para ante nada ni nadie con tal de conseguir la pasta que necesita para seguir aparentando ante su novia y sus amigos. Lapidus retrata magistralmente la sociedad sueca contemporánea, una sociedad que aparentemente es la máxima expresión de las ventajas sociales pero que con sólo escarbar un poco en su epidermis, deja translucir toda la miseria y toda la podredumbre que se asocian con otros lugares, como puede ser el sur de Italia o la Costa del Sol.
Dinero fácil se une a la gran cosecha de excelentes novelas negras que en los últimos años ha llegado del frío, especialmente de Suecia, pero también de Noruega o Dinamarca. Jens Lapidus es un nombre a tener en cuenta en los próximos años, para colocarlo en la estantería junto a Menkel, Larson o a la pareja Sjöwall y Wahlöö, de quienes uno de estos días, escribiremos algo.

miércoles, 3 de junio de 2009

Cualquier sistema, de Leonard Cohen

Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado
Ya os avisamos antes
y nada de lo que construisteis ha perdurado
Oídlo mientras os inclináis sobre vuestros planos
Oídlo mientras os arremangáis
Oídlo una vez más
Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado
Tenéis vuestras drogas
Tenéis vuestras Pirámides, vuestros Pentágonos
Con toda vuestra hierba y vuestras balas
ya no podéis cazarnos
Lo único que revelaremos de nosotros
es este aviso
Nada de lo que construisteis ha perdurado
Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado

(Traducción de Alberto Manzano)