martes, 29 de octubre de 2013

Un ángel despistado



Un ángel despistado

va por la calle

vagando entre la multitud,

tarareando la melodía

de una canción

de Lou Reed

que se llama

Canto fúnebre del ángel negro.



Nadie ha reparado

en el extraño color
de sus alas.

(Este poema está incluido en mi libro El placer de ver morir a un ángel (Ediciones Huerga y Fierro, 2009) y esta dedicado a la memoria del genial Lou reed, por todas esas maravillosas canciones y esos discos llenos de energía y rabia.)

domingo, 27 de octubre de 2013

Poema triste (Lou Reed)



El sonido incandescente de una guitarra eléctrica se derrama por la habitación. Con veintisiete dólares en el bolsillo, espera al camello para volver a sentirse el hijo bastardo de Jesucristo. Dentro de un rato, volará de un sitio a otro o se paseará por el lado más salvaje. Más tarde, solo, beberá y llorará y después tan solo será un lobo herido en la nieve, un soldado yanqui mutilado en Vietnam, el espíritu errante de Edgar Allan Poe, un hombre asustado entre las ruinas de Berlín, o tal vez, el tipo que disparó a John Fitzgerald Kennedy en Dallas. Ya está listo para atravesar el fuego.

Este poema pertenece a mi libro La mirada del jazz (Editorial Alhulia, 2006) y está dedicado a Lou Reed (Freeport, Long Island, Nueva York, 2 de marzo 1942 - 27 de octubre de 2013) uno de los músicos más importantes e influyentes de la historia de la música contemporánea. Lou Reed acaba de morir hace unas horas. Descanse en paz.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Poética # 35



Escribo

porque hay miedo y hay furia.
porque hay noche y verano.
porque hay fronteras y alambradas.
porque hay una guerra y vamos perdiendo
porque ahí afuera hay alguien sangrando

Escribo
para destruir, 
jamás para construir.

sábado, 19 de octubre de 2013

La Santa Inquisición versus Albert Pla


Que los gobernantes del Partido Popular sienten una gran querencia por épocas pretéritas de la historia de este país es algo que ya teníamos todos meridianamente claro. Ya sabemos de su nostalgia por aquella España, una, grande y libre; aquella España, unidad de destino en lo universal, gobernada a golpe de látigo y de garrote vil por el militarote asesino, en la cual, los abuelos y los padres de los peperos del hoy y del ahora, vivían tan a gusto.
De demostrárnoslo cada dos por tres se encargan ellos mismos, ya sea fotografiándose envueltos en banderas fascistas, saludando brazo en alto cual discípulos de Mussolini, u organizando mercadillos donde se exponen con total impudicia esvásticas, y otras mierdas por el etilo. Pero además, y esto es lo que realmente importa, nos lo llevan demostrando mucho tiempo allá donde gobiernan: en Galicia, en Madrid, en Valencia, en la ciudad de Granada, en Sevilla, y en otros muchos pueblos pequeños y grandes, y desde diciembre de 2011 en todo el estado español, con sus políticas de recortes en sanidad, en educación, en ayudas sociales; con su falta de inversión pública, con sus ataques desaforados hacia lo público, con sus ganas de aplastar sin piedad al débil.
Y sin embargo, nos siguen sorprendiendo hechos como los acontecidos estos días con las declaraciones del cantautor catalán Albert Pla en Gijón.
Como ya sabe todo el mundo, Albert Pla iba a actuar en el teatro Jovellanos de Gijón, con su espectáculo “Manifestación”. Pero una entrevista en el diario La Nueva España, lo ha mandado todo, como diría el propio Albert, literalmente, a tomar por culo. Y todo por decir, que le da asco ser español. A raíz de estas opiniones, los fascistas del PP, apoyados por sus primos hermanos del Foro, deciden que un tipo que exhibe con absoluta libertad sus opiniones, no merece tocar en Gijón. ¡Hasta ahí podríamos llegar!
De todo este mogollón, yo, el abajo firmante, extraigo tres conclusiones:
La primera es que el concejal de Gijón que ha levantado toda esta polvareda no tiene ni puta idea de quién es Albert Pla, y en su vida ha escuchado una de sus canciones, porque si hubiese escuchado con anterioridad canciones como “Carta al rey Melchor”, “Lo dejo o no lo dejo”, “Viva España”, “Ventegenarios”, “La colilla” y otras muchas, las declaraciones de Pla no lo habrían pillado por sorpresa.
La segunda conclusión, que a la sazón es la que importa, es que esta derecha rancia, apolillada y casposa, que ostenta la mayor parte del gobierno real de este país (la mayoría de ayuntamientos, comunidades autónomas y el gobierno central), esta derecha del PP que invoca los derechos sagrados de la Constitución hasta para ir a cagar, cuando alguien, en el libre ejercicio de su libertad de expresión, manifiesta una opinión con la que ellos no están de acuerdo, van y lo censuran, prohibiéndoles, como en el caso que nos ocupa, que actúe en un espacio que es de todas las mujeres y hombres de Gijón, y no sólo de los que se sienten muy patriotas. Porque digo yo que habrá gente en Gijón a los que no les haya molestado lo que ha dicho Albert. Y esa gente tiene todo el derecho del mundo a ir al concierto, previo pago de su entrada.
La tercera y última conclusión es que viendo el comportamiento de los inquisidores del PP, la intransigencia de sus políticas, la mala leche que se gastan con los que pensamos distinto, ¿cómo no le va a dar asco al pobre Albert ser español? Lo que no acabo de comprender es que sólo le dé asco. A este paso, además de asco, también debería de sentir miedo, un frío y terrorífico miedo.