jueves, 30 de diciembre de 2010

Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:
Este año he sido un niño muy bueno. He hecho todos mis deberes y me he comido toda la verdura sin dejar nada en el plato (ni siquiera las coles de Bruselas). He pagado mi hipoteca y mis impuestos (directos e indirectos) religiosamente. He santificado las fiestas laicas (el Primero de Mayo y el 14 de Abril). He salido a la calle a protestar contra los gobiernos de Griñán y de Zapatero por sus políticas de derechas y me he puesto dos veces en huelga.
Como soy muy agradecido y además me tengo por biennacido, quiero agradeceros todo lo que me habéis traído durante este año que ya se acaba. En primer lugar os estoy eternamente agradecido por haber sobrevivido a la crisis, al tráfico, a las inundaciones, a una bajada de sueldo, a varias subidas de impuestos, a la visita del Papa y al Mundial de Sudáfrica con su vomitiva sintonía y su patriotismo de todo a cien.
También quiero daros las gracias por toda la música, todas las novelas, todos los poemas, todos los relatos, todas las películas, las exposiciones que he disfrutado y los conciertos que he visto. En definitiva, por todo el arte que he tenido oportunidad de disfrutar este año.
Dicho todo esto, me gustaría dejaros mis peticiones para el año que está a punto de empezar. Ya os advierto, queridos Reyes Magos, que no me voy a conformar con poco, y que voy a ser muy, pero que muy exigente. Ahí va mi lista.
En primer lugar quiero que, de una puta vez, se termine el hambre en el mundo. Creo que es una auténtica vergüenza que en pleno siglo XXI, haya gente muriéndose de hambre en el mundo mientras que otros, los más afortunados, despilfarran a manos llenas. Y no me vengáis con rollos de que no se puede, que eso es imposible, que si tal que si cual. Creo que es un problema que tiene fácil solución, pero para ello se requiere una gran voluntad política y el reparto equitativo de los recursos naturales y la riqueza. También quiero que se acaben la injusticia y la guerra. De cualquier tipo y condición. Me da igual de donde venga y quién la provoque: Palestina, Congo, Somalia, Chechenia, Irak, Afganistán, Colombia, Corea, etc. También quiero que se respeten los derechos humanos en todos y cada no de los estados del planeta, empezando por el mío.
Quiero que la gente sea feliz y solidaria, y que haya trabajo para todo el mundo sin que se resientan las condiciones laborales. Quiero que las conquistas sociales no se vayan a la mierda, porque son el fruto de muchos años (siglos, en realidad) de lucha colectiva y mucha gente ha dado su vida por ellas. Quiero que la educación y la sanidad sean públicas y de calidad y que no se desmantele el enclenque estado de bienestar español. No quiero jubilarme a los sesenta y siete años. Quiero que los políticos no nos tomen por imbéciles, con sus mentiras y sus corrupciones y sus promesas que ya nadie en su sano juicio se cree. (Por favor, políticos, prometed sólo aquello que podáis cumplir, cosas del tipo, “Prometo que iré todos los días a trabajar”, con eso me doy por satisfecho).
También deseo, ya puestos a pedir, que el sistema capitalista muera de muerte natural, y que de sus cenizas surja un sistema nuevo, en el que el ser humano sea lo más importante y no sólo una mercancía de usar y tirar (como hasta ahora). Por último, queridos Reyes Magos, quisiera pediros que el sistema en el que vivimos ahora se convierta en una auténtica democracia, en la que el Jefe del Estado lo sea por méritos propios y no por su cuna, donde el lema “una persona, un voto” sea una realidad objetiva y no sólo un eslogan utópico y donde el poder real lo ejerzan la ciudadanía y los políticos libremente elegidos y no los bancos, los mercados financieros y las grandes corporaciones económicas, como ocurre ahora.
Como veis, no me conformo con poco.
Salud, Reyes Magos.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

La destrucción del mundo

la destrucción del mundo
Rikardo Arregi


Hace un rato,

en mi vida,

ha comenzado,

la destrucción del mundo.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Navidad

La navidad me deprime. Sin duda, es la peor época del año. Me produce unas terribles jaquecas y me vuelvo muy susceptible, mucho más de lo habitual. Si por mí fuera, me acostaría a mediados de diciembre y me levantaría el día siete de enero. O me largaría a un lugar en el que nadie jamás hubiera oído hablar de la maldita navidad. No miento si digo que alguna vez he fantaseado con la idea de entrar, el día 23 de diciembre, con una metralleta en las manos, al Corte Inglés y hacer una auténtica escabechina. Sería algo grandioso. Los telediarios hablarían de mí como “la asesina de la navidad”. No estaría nada mal. Odio todos los convencionalismos de la navidad. Absolutamente todos. Los de siempre y los nuevos. Los nacionales y los importados. Odio a los putos Reyes Magos y al cabrón de Papá Noel. Odio el alumbrado de calles y casas, con todas esas lucecitas formando estrellitas y copos de nieve, y los villancicos, y las panderetas y las zambombas. Odio los árboles de navidad y los portales de belén y la lotería y el turrón y los polvorones y el cava y las campanadas de fin de año y las doce uvas de la suerte y la ropa interior de color rojo y las comidas de empresa y el amigo invisible y el puto discurso del Rey, al que no se le entiende un carajo. Lo odio todo, creedme. Hay, sobre todo, dos cosas que no soporto durante la navidad: las películas de temática navideña y que la gente se refiera a la navidad con el término “fiestas entrañables”. Joder. Eso me produce espasmos y hace que eche espuma por la boca. Si este año vuelvo a ver un solo fotograma de Qué bello es vivir, la película de Frank Capra con James Steward, juro que me corto las venas. Odio toda esa sensiblería impostada y artificial, toda esa bondad de cartón piedra, esa obligación de ser buenos por imperativo legal. La vida no es así, coño. La vida es paro, y broncas conyugales, y las malas notas de tus hijos, y la corrupción política, y la envidia de tus vecinos y la mala leche que se gasta la basca y ZP y Rajoy y el estatut catalán y el Canal Sur. Eso es la vida real.

En fin, felices fiestas a todos.

(Correo electrónico escrito por una amiga, recibido esta mañana)

sábado, 25 de diciembre de 2010

25 de diciembre de 2007

Ayer,

veinticinco de diciembre

de dos mil siete

nació en Belén,

actual estado de Israel,

un niño palestino.

Su padre no se llama José.

Su madre no se llama María.

Él se llama Said.

Las estadísticas aseguran

que no cumplirá

los treinta y tres.

(De Versos de alambre de espino, Editorial Alhulia, 2009)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La nieve miente

Desconfío de la nieve.
Tanta blancura, tanta quietud,
tanta inocencia dócil,
no pueden ser ciertas.
Estoy seguro. La nieve miente.

martes, 21 de diciembre de 2010

Últimamente

Últimamente he dejado de ver los telediarios,
total pa' qué, si ya me los sé.

La Cabra Mecánica, de su tema Drip Pop

domingo, 19 de diciembre de 2010

La nueva Andalucía del presidente Griñán

A estas alturas de la película, cuando el PSOE gobierna Andalucía desde hace tres décadas, cuando han presidido el Gobierno andaluz cuatro presidentes distintos (Rafael Escudero, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves y José Antonio Griñán) los socialistas se han dado cuenta de que la imagen que se proyecta de nuestra tierra fuera de aquí, es una imagen básicamente falsa, una imagen repleta de tópicos. Es decir, que fuera de Andalucía no se nos ve como un pueblo moderno, currante, culto, emprendedor, etc., etc.
Yo no sé cómo verán fuera de Andalucía esta tierra y a sus habitantes, pero desde dentro, la Andalucía que yo veo, la que prevalece es la Andalucía folclórica y cateta, la beatona y subvencionada, la Andalucía de la propaganda y el enchufismo, la Andalucía del régimen socialista. La Andalucía que, tras treinta años de gobiernos socialistas —21 presididos por el mismo individuo— continúa a la cola de todo lo positivo y a la cabeza de todo lo negativo. La Andalucía que se va desangrando poco a poco. La Andalucía anoréxica del presidente Griñán. Esta en la que vivimos. La única que hay.
A la “nueva” Andalucía de los socialistas le gusta auto engañarse sin piedad. “Aquí se vive muy bien”, “La mejor tierra del mundo”, “Como en Andalucía, en ninguna otra parte” y otras estupideces por el estilo, se suelen decir muy alegremente. Sin embargo, yo me pregunto: ¿Quién vive muy bien? ¿Para quién es una tierra maravillosa? ¿Para el millón de parados?
A muchos andaluces, esta Andalucía de romerías y primeras comuniones, de toreros y tonadilleras, del treinta por ciento de paro y autovías que necesitan veinte años para ser terminadas, de Canal Sur (el engendro más aberrante de cuantas televisiones han existido, existen y existirán) de las corruptelas marbellíes, la de los alcaldes a los que el medio ambiente les importa un pimiento, la de los políticos incultos amigos de lo ajeno, la Andalucía que ha destruido sin piedad su riquísimo litoral, esta Andalucía, nos produce bochorno y dolor a partes iguales.
Y es que los distintos gobiernos del PSOE han convertido esta tierra en un páramo cultural. Una tierra donde la intelectualidad brilla por su ausencia, donde apenas existen editoriales y las que hay sólo funcionan a golpe de subvenciones, donde no se hace cine, donde casi no quedan salas para conciertos, donde no se fomenta el pensamiento crítico.
¿Y qué podemos decir del empleo? La tasa de desempleo en Andalucía triplica a la del País Vasco, por poner un ejemplo. Por cada parado de Euskadi, hay tres parados andaluces. El triple. Se dice pronto. Pero resulta muy, muy doloroso. Y las condiciones laborales tampoco son las mismas. Eso lo sabe cualquiera. Por supuesto, en Andalucía mucho peores. Y si, pongamos por caso, en el resto del estado español cae el desempleo en 69.900 almas en el último trimestre, en la Andalucía de mis entretelas sube en 30.000 parados más. Porque esto es Andalucía y aquí las cosas son así.
¿Y la educación andaluza? La escuela pública andaluza hace tiempo que cabalga, desbocada y sin freno, hacia el abismo, gracias al PSOE y a los insensatos planes que una y otra vez ponen en marcha, gracias a su política educativa neoliberal y antidemocrática y gracias, sobre todo, a unos dirigentes (hasta cuatro consejeros y consejeras ha habido en menos de cuatro años), sin otro objetivo que mantener sus sillones y sus privilegios.
Al campo andaluz le ocurre tres cuartos de lo mismo. Aunque la situación es, si cabe, más trágica. Apenas se crea empleo en la agricultura. Y el que se crea no es precisamente empleo de calidad.
El gobierno andaluz hace tiempo que está totalmente paralizado. Sin iniciativas. Sin ideas. Dando palos de ciego. Y además, ahora, resignados, esperando a ser sustituidos por el Partido Popular que, para el caso, es exactamente lo mismo que los que llevan treinta años. Estos días, Griñán y compañía ven cómo el régimen que han levantado con sangre, sudor y subvenciones a lo largo de estas tres décadas, se les viene abajo como un castillo de naipes. Así, de un soplido. Y entre bambalinas, Arenas se frota las manos y espera su momento envalentonado por las encuestas. Pero todo esto qué importa, si en Andalucía se vive muy bien.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Lluvia

Llueve. Desde hace días. Desde hace semanas. En realidad ya he perdido la cuenta de los días que lleva lloviendo. Llueve con una intensidad desmesurada. La lluvia cae con fuerza sobre el tajado de mi casa, produciendo un estruendo parecido al redoble de tambores en Semana Santa. Cae tan fuerte que a veces llego a sentir miedo. Los habitantes del pueblo estamos en estado de alerta constante. El río junto al que están construidas nuestras casas está a punto de desbordarse y sus aguas lo anegarán todo: campos, calles, viviendas. Nuestras vidas empapadas de agua y lodo. Llueve. De día y de noche. Sin tregua. Sin descanso. Es tal la cantidad de agua que ha caído en estas jornadas de lluvia continua que un acontecimiento tan nimio como salir a la calle a comprar el pan se ha vuelto una empresa heroica. Apenas nos quedan alimentos en casa para sobrevivir tres, a lo sumo cuatro días más. Después ya veremos qué hacemos. Los niños han dejado de ir a la escuela. Los obreros han abandonado sus puestos de trabajo. Las calles están desiertas. No se ven perros callejeros. No hay vehículos por la carretera. Ningún medio de transporte está operativo. Ni siquiera el antaño monótono sonido de las ambulancias se escucha durante estos días. El único sonido que llega a nuestros oídos es el de las gotas repiqueteando en las aceras, sobre el metal de los coches, en los tejados, en los árboles y en la hierba. Sólo lluvia. Gotas y más gotas de agua cayendo del cielo. Nubes oscuras sobres nuestras cabezas. No hay más. Sólo lluvia. Y sin embargo, todo me parece hermoso.

martes, 14 de diciembre de 2010

Se nos ha muerto Enrique

Los elementos de que disponemos coinciden
en señalar que el día de su muerte fue un día oscuro y frío.
W. H. Auden

Esta mañana de diciembre, antesala del invierno, la tristeza se ha extendido, poco a poco, por miles de corazones. Esta mañana de finales de dos mil diez, los colores son menos brillantes y el sol luce con menos intensidad. Esta mañana, fría y oscura, ha llegado para decirnos que se nos ha muerto Enrique, que no volveremos a verlo sobre un escenario, vestido de negro de pies a cabeza, elegante y pasional, que no habrá más ocasiones para sentarse en la butaca de un teatro a escuchar la voz milenaria del tiempo, la pasión del flamenco hecha verbo y carne. Que todo el mundo se entere. Se nos ha muerto Enrique. El cantaor que hizo del flamenco una revolución permanente, el cantaor que mejor cantó a Vicente Aleixandre, a San Juan de la Cruz, a Miguel Hernández, a María Zambrano, a Nicolás Guillén, a José Bergamín, a Federico García Lorca y a otros muchos poetas. Porque Enrique era el cantaor poeta o el poeta cantaor, el que mejor supo extraer toda la musicalidad que encierra la riquísima lírica castellana. Desde hoy, ya no podremos escuchar esa voz sabia cantar los versos sangrantes de Leonard Cohen arropado por las guitarras afiladas de sus paisanos Lagartija Nick, mientras el tiempo se dilataba hasta el infinito, y después se volvía oro líquido. Se nos ha ido Enrique Morente, el cantaor que se atrevió a poner música al dolor neoyorquino de Lorca, el músico que partió de la más pura ortodoxia para abrir todos los caminos. Morente, el Picasso del arte flamenco, el innovador, el músico de vanguardia, el más respetuoso con la tradición y a la vez el más irreverente, porque para dinamitar lo establecido hay que haber mamado de sus fuentes, conocerlas a la perfección, para hablar con conocimiento de causa, para atreverse a destruirlo todo, y que de la destrucción surja la belleza. Se nos ha muerto Enrique, el cantaor que compartió experiencias con las Voces Búlgaras y con los Sonic Youth, con Juan Habichuela y con Los Planetas. Enrique era todo eso y mucho más. Un genio de la música flamenca. El último gran genio. Que todo el mundo lo sepa, se nos ha muerto Enrique.
Descanse en paz.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Caricias

Me gusta acariciarle el pelo

–estanque profundo

de aguas invernales–

con las yemas de mis dedos.


En ese gesto tranquilo

siempre encuentro

fragmentos del niño

que un día fui.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Los ojos del Diablo

Los ojos del Diablo son grandes y oscuros. Despiden un brillo magnético. Si los miras fijamente corres el riesgo de marearte. O de mearte en las bragas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Las novelas de Bukowski (VI)

Así se hace una película: Hollywood

En 1978, Barbet Schroeder, director francés de cine, visita por primera vez a Charles Bukowski con la intención de proponerle que escribiera un guión para una película que él pensaba dirigir. Schroeder había dirigido y producido algunas películas en su país de origen, destacando el documental General Idi Amin Dadda (1977), sobre el peculiar dictador de Uganda y Koko, el gorila que habla (1974).
Al principio aquella propuesta no entusiasmó a Bukowski, cuya opinión sobre el cine como medio de entretenimiento de masas ha sido siempre muy negativa:

Si Linda dice “vayamos al cine”, le respondo: “Oh, Cristo”. Es un coñazo ver una película. Me parece que me estafan cuando me siento allí, con toda esa gente. (…) Cuando era niño, en los años de la Depresión, cuando tienes once años, Buck Rogers te parece muy bueno. Incluso Tarzán. Aun Cary Grant y todo eso; nosotros solíamos bostezar sin parar. Yo todavía lo hago. El cine no ha dado mucho en varios decenios.


No obstante, hay algunas películas y algunos directores que sí producen en Bukowski un efecto positivo:

¿Quieres que te nombre algunas películas buenas? Alguien voló sobre el nido del cuco, El hombre elefante, Cabeza borradora, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, esas películas son títulos clásicos. Kurosawa y sus escenas grandiosas de batalla. (…) La primera película que me produjo impresión, la primera que me hizo llorar fue Sin novedad en el frente. La escena de la mariposa me cautivó.

Finalmente se deja convencer por el director francés y en enero de 1979 firma un contrato con Schroeder para escribir un guión, que será completado en tres meses y que se convertirá en la película El borracho (1987), dirigida por el propio Barbet Schroeder e interpretada por Mickey Rourke y Faye Dunaway, en sus papeles protagonistas.

El título original de la película es Barfly. El propio Charles Bukowski explica a Fernanda Pivano el significado de la palabra:

“(…) es alguien que como yo en los viejos tiempos, está sentado en un taburete de un bar desde el momento en que se despierta hasta el momento en que cierra el bar. Creo que barflybarfly es una persona que siempre está en el bar, subsiste allí, lo necesita. Y yo durante mucho tiempo he sido un barfly, estaba allí sentado en el taburete de un bar. Entras por la mañana, te sientas y a veces tienes unos centavos para la primera cerveza y esperas a que alguien te invite.” (literalmente, mosca de bar) viene de ahí, que cuando se bebe cerveza y hay un montón de espuma en la barra, hay unas moscas que zumban y se posan junto a la cerveza y dan una vuelta y luego vuelan de nuevo. Y un


Después del estreno de la película, Charles Bukowski decidió narrar todas las experiencias relacionadas con ella en una novela que acabó llamándose Hollywood, y que fue publicada en 1989. En la obra, Henry Chinaski firma un contrato con un director de cine llamado Jon Pinchot para escribir el guión de una película, aunque para él hacer tal cosa era “algo muy estúpido”. Lo que en principio parece simple, se va complicando de manera increíble, sobre todo por el tema económico. Pinchot no encuentra a nadie que se quiera hacer cargo de la financiación de su proyecto cinematográfico. Sucesivamente van apareciendo empresas que parecen fiables, pero en última instancia, todas acaban desistiendo. Al final se hará cargo de la película una compañía llamada, Firepower Productions,

Son nuevos en Hollywood. Son de fuera. Nadie Sabe qué hacer con ellos. Antes hacían películas oportunistas en Europa. Llegaron de la noche a la mañana y empezaron a hacer docenas de películas, una tras otra. Todo el mundo los odia. Pero negocian, aunque negocian duro.


Los problemas siguen haciendo acto de presencia, hasta tal punto que Pinchot amenaza con suicidarse si no se cumplen las condiciones pactadas en el contrato.
La fuerza del libro radica principalmente en la línea argumental que atrapa al lector desde el comienzo. Hollywood se mueve en tres planos diferentes. Por un lado, Charles Bukowski nos describe el lado más siniestro de Hollywood, esa parte que intuimos pero que en realidad permanece oculta tras el glamour que envuelve todo lo relacionado con la industria cinematográfica y que nos venden en los medios de comunicación:

Las películas costaban una gran cantidad de dinero porque la mayor parte del tiempo nadie hacía nada más que esperar y esperar y esperar. Hasta que esto no estuviese listo y aquello no estuviese listo y la peluquera acabase de mear y el consejero técnico hubiese dado su consejo, no pasaba nada. Todo era una paja deliberada, un sueldo para esto y un sueldo para aquello, y había sólo un hombre que estaba autorizado a poner un enchufe en la pared, y el técnico de sonido estaba cabreado con el ayudante de dirección, y luego los actores no se sentían bien porque así es como se supone que deben sentirse los actores, y así sucesivamente. Era todo malgastar, malgastar, malgastar.

Henry Chinaski siente un profundo desdén hacia este ambiente (“Todo vale en la guerra y en Hollywood”), pero piensa que escribir ese guión es un paso necesario en su carrera como escritor, un peldaño más en su evolución personal como artista. Para Chinaski, la gente que pulula por los estudios y las fiestas, son gente “sin alegría”: “Simplemente no tenían vida por dentro. No podían hacer otra cosa sino encerrarse dentro de un yo que no estaba muy presente.”
El segundo plano en el que se mueve la novela es la situación en la que se encuentra el propio Henry Chinaski al convertirse en un escritor de éxito que vende cientos de miles de libros y empieza a ser conocido mundialmente. Por más que le pese a una parte de sus lectores e incluso a él mismo, Chinaski ha dejado de ser el escritor pobre, demente, resacoso, siempre al límite, que solía ser, para convertirse en un escritor con asesor fiscal, una hermosa casa de dos plantas con jardín y un BMW negro modelo 320i. No obstante, hay cosas que permanecen inmutables:

Así que allí estaba yo sentado a la máquina, escribiendo poemas y enviándolos a revistas de poca tirada. No sé por qué, el cuento no aparecía por la máquina de escribir y eso no me gustaba, pero no podía forzarlo, así que me dedicaba a juguetear con la poesía. Era mi escape y mi festín. Tal vez el cuento volvería algún día. Yo, por supuesto, esperaba que así fuese. Los caballos seguían corriendo, el vino seguía manando y Sarah hacía hermosos arreglos en el jardín.


Por último, el libro está salpicado de historias sobre los viejos tiempos, cuando Chinaski era joven y se “moría de hambre con tal de tener tiempo para escribir”. Volviendo la vista atrás, Chinaski reflexiona sobre aquel período:

Debía de estar loco. Sin afeitar. La camiseta llena de quemaduras de cigarrillos. Mi único deseo era tener más de una botella en el aparador. Yo no estaba de acuerdo con el mundo y el mundo no estaba de acuerdo conmigo, y había encontrado a otros como yo, la mayoría mujeres, mujeres que la mayor parte de los hombres no querrían en su misma habitación, pero yo las adoraba, me inspiraban, yo hacía teatro, soltaba tacos, me pavoneaba de un lado a otro en ropa interior diciéndoles lo fantástico que era, pero sólo yo me lo creía. Ellas simplemente gritaban: “¡Vete a tomar por culo!”, “¡Sirve más alcohol!” Aquellas damas del infierno, aquellas damas en el infierno conmigo.

En Hollywood encontramos todo un elenco de personajes que, como él propio Chinaski, desprecian la industria cinematográfica: actores, extras, productores, directores, guionistas, etc. Tipos raros, extravagantes, con manías extrañas que descolocan a Chinaski. Uno de estos personajes es François Racine, “un gran actor, pero de vez en cuando se vuelve loco. Simplemente se olvida del guión y de la escena que se supone que están rodando y hace lo que le viene en gana.”
Henry Friedman es otro de los personajes grotescos que pueblan el universo bukowskiano. Es uno de los dueños de la productora Firepower Productions. Todo el mundo lo odia, pero al mismo tiempo, todos se someten a sus caprichosos deseos. Chinaski lo ve por primera vez en una fiesta de cumpleaños:

Allí estaba con un traje viejo, sin corbata; le faltaba el botón de arriba de la camisa, que estaba arrugada. Friedman tenía la cabeza en otras cosas que no eran la ropa. Pero tenía una sonrisa fascinante y sus ojos miraban fijamente a la gente como si les estuvieran haciendo una radiografía. Había venido del infierno y estaba todavía en el infierno y lo llevaría a uno al infierno también, si se le diera la más mínima oportunidad.


Otro de estos tipos pintorescos es John Galt, un poeta que, en los viejos tiempos, había ayudado a Chinaski. Después de mucho tiempo sin verse, ser produce un reencuentro:

Parecía amable y bueno pero vi un dolor profundo en sus ojos que antes no había visto nunca. Más que un hombre que había querido ser feliz parecía un hombre que había perdido dos peones en los primeros movimientos de una partida de ajedrez sin sacar ninguna ventaja.


A pesar de todo, Henry Chinaski sigue sintiendo el mismo desprecio que mostraba en sus novelas anteriores por la gente:

A mí cada vez que alguien me hablaba me entraban ganas de tirarme por la ventana o de escapar por el ascensor. La gente, simplemente, no me parecía interesante. Quizá no tenía por qué serlo. Pero los animales, los pájaros, incluso los insectos lo eran. No lograba comprenderlo…

Al final de la novela, Henry Chinaski decide que escribirá una novela “sobre la creación del guión y la filmación de la película” y, evidentemente, se titulará Hollywood.
Para Félix romeo Pescador, Hollywood es, sin lugar a dudas, la mejor novela que ha escrito Charles Bukowski, y nos la define como

(…) una historia fuerte, dura, la historia del desengañado viejo que no es. De un escritor movido por el vaivén de los acontecimientos, muy poco preocupado por la acción y guiado por intereses ajenos a él que lo introducen en una dinámica de vida “desordenada”. (…) Hollywood es el retrato de dos decadencias, la de la industria del cine y la de la vida del escritor que se siente absolutamente estafado. Un escritor que se pregunta si alguno de sus lectores será inteligente, que se encierra en su mundo de carreras de caballos, poesía, alcohol y amor. Bukowski consigue crear en Hollywood un ambiente doblemente sórdido: el del mundo insoportable del cine y el de su vida guiada por una razón ajena a él mismo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

El pesimismo

El pesimismo es contrarrevolucionario.

Raúl Argemí

(Para Joaquín Vega, con quien compartí una noche de borrachera y alegría. Joaquín, que no te quepa la menor duda: tarde o temprano acabaremos con el neoliberalismo. La izquierda vencerá).

jueves, 2 de diciembre de 2010

Yo sé que los dos

Yo sé que los dos sentimos lo mismo
Sólo estamos en sitios distintos
Sólo estamos en sitios distintos

Nacho Vegas

miércoles, 1 de diciembre de 2010

De color de rosa

a pesar del psoe y el pp
del euríbor y las hipotecas
de la ue, la otan y la onu
de los sindicatos del régimen
de la junta de andalucía
y sus enchufados
de la ley electoral
de la bajada de los sueldos
y de la subida de los impuestos
de los cuatro millones y medio de parados
de los cabrones que matan a sus mujeres
del presidente del congreso
de los aeropuertos y las compañías aéreas
de los programas del corazón
de la ministra de sanidad
del hambre en el mundo
de la estupidez que campa a sus anchas
del príncipe felipe y la princesa letizia
de la mala literatura y el reguetón
de la fibromialgia y la diabetes
del precio de la gasolina
de la derechización de la sociedad
de la extinción del oso panda
del caso gúrtel y del caso malaya
de las mentiras del telediario
de los epítetos y la cobardía
de el país, el mundo, la razón
de las top-models y los futbolistas
de la telefónica y sus anuncios publicitarios
de los estados terroristas
de los móviles y sus musiquitas
de los premios literarios (amañados)
del fondo monetario internacional
y de su puta madre,

como cantaba Víctor Coyote
la vida es de color de rosa
(sólo por un rato,
pero de color de rosa).