Hace unos
días asistí a una reunión de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)
de Salobreña. Esta plataforma ciudadana se acaba de constituir hace apenas unas
semanas …y todavía
hay poca gente, aunque la reunión estuvo muy bien y nos acompañaron mujeres y
hombres de otras localidades cercanas, como Motril, Almuñécar o La Herradura.
De cualquier manera, esto no ha hecho más que empezar, y seguro que acaban acercándose
muchas más personas.
Pero no
es de esto de lo que quería hablar en este artículo. De lo que realmente quería hablar es de la
vergüenza. Y es que a lo largo del debate que se originó tras el visionado de
los vídeos, esta palabra, vergüenza, y otras similares, como avergonzar, como
ruina, como fracaso, aparecieron en las alocuciones de muchos de los presentes.
A mí me sorprendió muchísimo, porque parecía como si estas personas hubiesen hecho
algo malo, cuando está claro que somos nosotros, las personas normales y
corrientes, los ciudadanos de a pie, los que nos estamos viendo perjudicados
por un sistema y unas leyes a todas luces injustas y abusivas y está claro que
ha sido a nosotros a los que se nos ha maltratado, atacado, robado y estafado.
Me
gustaría decirles a estas mujeres y estos hombres que estaban el otro día en la
reunión de Salobreña y por extensión a todos aquellos que se encuentren en la
angustiosa situación de estar a punto de ser desahuciados que eso no es ninguna
vergüenza, como tampoco lo es haber perdido el trabajo porque tu empresa, o la
tienda o el bar en la que trabajabas te haya despedido o haya cerrado. De
vergüenza, nada.
Una
vergüenza es otra cosa y otras son las cosas que nos deberían avergonzar. Por poner
un ejemplo extremo que todo el mundo entienda y comparta, una vergüenza es ser
un pederasta y violar a niños y niñas. También es una vergüenza que un banco, pongamos
por caso el Santander o el Mare Nostrum, y no te digo ya una caja, pongamos por
caso Cajamar o Caja Madrid, te hayan vendido un préstamo hipotecario y, sin
advertirte, te hayan colocado una cláusula suelo del tres o el tres y medio por
ciento. Otro ejemplo de vergüenza es que un banco desahucie a la gente, las ponga
en la puta calle, sin importar que sean familias con niños y niñas pequeñas, o
con personas discapacitadas. Una vergüenza es que los directivos de los mismos
bancos que hemos rescatado con dinero público ganen unos pastones desorbitados.
Una vergüenza bien gorda es que el Presidente de Iberdrola ganara durante el
año 2013 siete coma cuatro millones de euros. Una vergüenza es la avaricia de
quien es dueño de un montón de pisos y por un puñado de euros echa a la calle a
su inquilino, un parado con tres hijas pequeñas, sin que le tiemble el pulso. Una
vergüenza es ser un político corrupto, y cobrar en B sin tributar a la hacienda
pública. Una vergüenza es dar la orden de disparar pelotas de goma contra
hombres y mujeres, indefensos y asustados, que van nadando por el mar para llegar
a las costas españolas. Y una vergüenza es, por supuesto, acatar esa orden. Una
vergüenza es que un político cobre seis o siete mil euros al mes mientras que
un montón de gente tenga que malvivir con 426 euros. Una vergüenza es que haya
familias enteras en este país viviendo de la jubilación del abuelo o la abuela.
Una vergüenza es que la gente para poder comer tenga que coger lo que otros han
tirado al contenedor de basura. Una vergüenza es ser un maltratador. Una vergüenza
es que desmantelen el estado del bienestar.
Y así
podría seguir hasta el infinito y más allá. Todas esas cosas sí son una vergüenza
y sí deben hacer que los que las hacen se avergüencen, pero nunca, bajo ningún
concepto, que una persona se quede sin trabajo y pierda su vivienda. Eso no
puede ser jamás un motivo de vergüenza. Que os quede claro.