Ha muerto Franco
Battiato, el músico, cantante, compositor más importante que ha dado Italia en
muchos, muchos años. Me compré mi primera casete de Battiato a mis 15 años, en
1985, “Ecos de danzas sufí”, una recopilación de temas cantados en castellano
que él mismo se encargaba de traducir, diccionario en ristre. Desde entonces me
ha acompañado siempre, a veces en castellano, otras en su propia lengua, el
italiano. Aún conservo las ediciones en vinilo de sus viejos discos en
castellano, el propio “Ecos de danza sufí”, (que me volví a comprar algunos
años más tarde), “Nómadas”, “Como un dromedario en un canalón” o “Fisionómica”.
La música de Battiato ha sido, es, seguirá siendo, la banda sonora de mis días.
En su larguísima carrera hay tantos discos sublimes que es casi imposible
elegir uno: “Mondi lontanissimi”, “Last summer dance”, “Fleurs”, “Caffé de la
Paix”, “Ferro battuto”, “Giubbe rosse”, y muchos, muchos más.
Durante el confinamiento
del pasado año, sus canciones fueron mi refugio, ese lugar al que volvía una y
otra vez, —“el sitio de mi recreo”, como diría Antonio Vega—, sobre todo su
obra “Messa arcaica” (“Misa antigua”) un disco místico y hermoso como pocos,
que suelo poner los fines de semana, al levantarme, mientras desayuno.
Otro de mis discos
favoritos se llama “Unprotected”. Un disco de 1994 grabado en directo con
orquesta sinfónica. Otra maravilla. A ese disco lo amo doblemente: por su
calidad artística y porque me lo regaló mi madre en un uno de mis cumpleaños.
En este disco están algunas de las versiones que más me gustan de algunas de
mis canciones favoritas de la fructífera carrera de su autor: “Prospettiva
Nevsky” e “I treni di Tozeur”, esa joya con la que en 1984 se presentó al
festival de Eurovisión, una de las pocas veces que ha merecido la pena sentarse
delante del televisor para tragarse tal festival.
Su último disco, “Torneremo
ancora”, es una recopilación en la que sus temas están arropados por la Royal
Philarmonic Orchestra. En él está el último tema que grabó, que es el que le da
título al disco. Otra obra maestra.
Las canciones de Franco
Battiato están plagadas de referencias filosóficas, religiosas (en él se dan la
mano los místicos sufís con Juan de la Cruz o Teresa de Jesús, igual que en la
obra de otro de mis músicos de cabecera, el gran Pedro Burruezo) o históricas. Cantó
en italiano, pero también en francés, castellano, inglés o árabe. Y en ellas
caben desde el rock a la música clásica, pasando por el tecno, la música folk o
las tendencias más experimentales y vanguardistas. Todo cosido con el fino hilo
de un gusto exquisito. Poesía de muchos,
muchos quilates. Genialidad a raudales.
Hoy ha muerto el gran trovador
de la música italiana, la figura cumbre de una época y un país. Hoy, Franco
Battiato, como él mismo cantaba en su célebre “Vía Láctea” ha iniciado “el
largo viaje”. Que la tierra te sea leve,
Maestro. Gracias y hasta siempre.