sábado, 31 de diciembre de 2016

Antonio Orihuela: trazando la senda de la desobediencia

No nos cabe ninguna duda de que en los últimos tiempos, el poeta y ensayista onubense Antonio Orihuela está en estado de gracia. En 2016, este año que se nos acaba, el autor de El amor en los tiempos del despido libre ha visto cómo varias obras suyas llegaban a las estanterías de las librerías de todo el país. A la publicación de su último poemario, Salirse de la fila (Amargord, 2016), hay que añadir los ensayos El ojo no visto del mundo (Amargord, 2016) una recopilación de textos en prosa y en verso de su paisano el Premio Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez, de cuya selección y compilación se ha encargado el propio Orihuela y La caja verde de Duchamp y otras estampas cifradas (El Desvelo Ediciones, 2016), una colección de 21 ensayos, en la que este Doctor en Historia por la Universidad de Sevilla lleva a cabo un recorrido por la historia del arte, desde la Grecia clásica hasta la posmodernidad más reciente, estableciendo un diálogo, no exento de ironía — me atrevería a decir que incluso el humor está presente en muchas páginas de este libro—, y siempre rebosante de esa actitud crítica, anticapitalista y libertaria, tan certera e incisiva, que se ha convertido en marca de la casa.

Se publica estos días el Diario del cuidado de los enjambres (Enclave, 2016). Se trata de un libro en el que el autor mezcla la poesía, el ensayo político, artístico e histórico, la poesía visual, y otras mil historias que, a buen seguro, a nadie con un mínimo de sensibilidad, dejará indiferente. La prioridad de esta obra no es otra que ir dejándonos (a todos y todas los que quieran unirse al enjambre) miguitas de pan para poder elegir el camino correcto para escapar del absurdo, malévolo y fracasado sistema capitalista. Desde la primera página, Orihuela nos deja ver sus cartas, pues aquí no hay trampa ni cartón, y nos hace partícipes de sus intenciones: 

Este libro no pretende convencer a nadie de nada, por eso se dirige a los amigos, a los que de alguna manera se comprometen, atienden a señales parecidas, nos complementan con su desear, su pensar y su hacer.

Así pues, Orihuela hace un llamamiento a todas esas personas que comparten un espacio ideológico, un espacio vital, un espacio de confrontación contra el capitalismo que, poco a poco, nos lleva a un precipicio del que cada vez resulta más complicado escapar:

Este libro se dirige a los compañeros que han dicho basta y andan reescribiendo la realidad, rompiendo con el capitalismo, haciendo emerger la vida como proceso y como potencia de la libertad, la dignidad, la belleza, la bondad y la comunidad.

Y un poco más adelante, añade:

Este libro quiere desafiar el estado de cosas, su indignidad y su orden policial, mostrar algunas señales para los que quieran seguir la senda de la desobediencia, para los que quieran vivir entrelazados, afectados, mancomunados, habitables, concretos.

Este Diario del cuidado de los enjambres está compuesto por 30 ensayos (y otros tantos poemas), cuya extensión varía desde las siete u ocho líneas de los titulados “Utopías” o “Descolonizar”, hasta las varias páginas de “El cemento de la ideología” o “La invención de la gitanería flamenca”. También hay en estos ensayos una gran variedad temática: en ellos se habla de poesía, de neoliberalismo, de internet y de la ciberrealidad en la que se halla inmersa media humanidad, de ecología, de la manera en que el fascismo se ha arraigado en la sociedad española actual, de los medios de comunicación/manipulación de masas, de la invivible ciudad moderna, y de otros muchos temas que, de una u otra manera, nos afectan, como seres humanos del aquí y el ahora.  

Hay algunos momentos de gran interés en las páginas de esta nueva obra de Orihuela. En el ensayo titulado “La fiebre del enjambrazón” se puede leer: “(…) el tiempo del enjambre ha llegado, es necesario abandonar la colmena y, en compacto vuelo, extender sobre el horizonte un manto dorado en busca de la rama del árbol donde construiremos nuestro nuevo hogar a base de respeto y afectos, autogestión y asamblearismo, responsabilidad y esfuerzo compartidos, renuncia al egoísmo y alegría de estar juntos sirviéndonos unos a otros, por supuesto, sin líderes.”

En “El cemento de la ideología” (para mi gusto el capítulo más certero y clarividente de todo el libro), nos dice que en el neoliberalismo, “no hay más moral que el mal porque el mal es la única actividad que puede asegurar el bien propio.” Y unas páginas más adelante, en el mismo ensayo, su autor afirma con absoluta rotundidad algo que muchos ya sabíamos y llevamos mucho tiempo denunciando: “(…) hace mucho que vivimos en un Estado totalitario”, lo que ocurre es que “falta un dictador como  personaje central del drama, tal vez por eso, están todo el día dando la matraca con Hitler, Stalin o Kim Jong-un”. Y casi al final del ensayo, nos exhorta a escapar: “(…) lo importante, lo absolutamente prioritario ahora mismo es salir de esa casa en llamas que es el neoliberalismo.” 

Se cierran las páginas de este libro con el que, en mi opinión, es el mejor poema que Antonio Orihuela ha escrito hasta la fecha (y eso es decir mucho en un poeta con una obra como la suya): “Que el fuego recuerde sus nombres”. Una manera extraordinaria de ponerle el punto y final a un magnífico libro.

El Diario del cuidado de los enjambres es por momentos una reflexión sobre el estado de las cosas, pero también a ratos, se torna en grito de rabia, en exabrupto contra tanto bastardo que anda suelto en los consejos de administración de las grandes empresas, en los gobiernos de toda índole, en el mundo cultural, en las editoriales, en las direcciones de las televisiones y de los periódicos. Un libro que nos puede ayudar a pensar hacia dónde queremos ir y quiénes queremos que sean nuestros compañeros de viaje, siguiendo los postulados libertarios y ácratas de su autor. Un libro más que necesario, un libro imprescindible.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Soñé con el abuelo paterno del poeta Eladio Méndez.

Soñé con el abuelo paterno
del poeta Eladio Méndez.
Se llama Tomás
y está preso
en el campo
de concentración
de Castuera,
en Badajoz,
pero eso da igual
porque podría estar en Mérida
o en el Puerto de Santa María
o en Valladolid
o en Córdoba
o en Alicante
o en cualquiera otra
de las miles de prisiones
que brotaron como setas venenosas
en la España herrumbrosa
de la  posguerra.
También están presos
sus tres hijos mayores.
Tiene más de cincuenta años
y está muerto de hambre
y tiene frío y poca ropa
y tiene muchos piojos
y anhela a su mujer
y quiere ver a su hijo pequeño
que no está preso
probablemente
porque no es más que un niño.
Pero no volverá a verlo
porque Tomás morirá en la cárcel 
y en su partida de defunción
sólo pondrá “muerte natural”
aunque no hace falta ser muy listo
para saber lo que eso significa
en la dictadura franquista
y justo después de su muerte
la familia recibirá
un documento oficial
en el que se puede leer
que Tomás es “inocente”
de todos los cargos
que se le imputan.
Y mi sueño se apaga
con estos versos
del poeta Eladio Méndez:
Abuelo,
yo me quedé sin la ternura
de poder sentarme sobre tus rodillas…

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Ángel Coello Infantes, anteponiendo lo colectivo a lo privado

Hace unos días un amigo al que encontré por Salobreña me dijo que Ángel Coello iba a dejar de ser concejal en el ayuntamiento de Salobreña. Ahora, al regresar de mi pueblo de pasar estos días de puente, me entero por internet que ayer, 5 de diciembre, Ángel hizo firme su renuncia a su acta de concejal en el ayuntamiento de Salobreña después de 15 años como representante municipal por el grupo de Izquierda Unida.
No quiero dejar pasar esta ocasión para escribir un breve texto de agradecimiento a mi amigo, a mi camarada, a una persona por la que siento un profundo respeto y un gran cariño como luchador y como ser humano.
He tenido la inmensa fortuna de compartir muchos (y buenos momentos) con Ángel, con Isidoro, con Katy, con Encarna, al igual que con otras personas cercanas a ellos de Izquierda Unida de Salobreña y sólo puedo decir que ojalá el mundo estuviese lleno de gente como Ángel y como ellos. Y es que Ángel Coello es una de las personas más generosas de cuantas he conocido en mi vida, y eso que uno ya va para viejo.
Tuve ocasión de trabajar codo con codo con él durante la campaña electoral para las elecciones municipales de 2007, ya que yo formaba parte de aquella candidatura de IU al ayuntamiento de Salobreña. Y tengo que decir que Ángel es un trabajador incansable. Siempre estaba dispuesto a trabajar un poco más, siempre estaba preparado para cuando alguien le pidiera ayuda, siempre decía que sí, y jamás lo escuché negarle a alguien, por muy lejano que estuviese ideológicamente de nuestro proyecto, su ayuda o su apoyo, si lo necesitaba.
Y es que este comunista militante siempre está en el lado correcto de la barricada. Siempre junto a los necesitados, junto a los débiles, junto a los que necesitan que se les eche una mano, junto a los desahuciados del sistema, junto a los parados, alzando su voz contra las injusticias, peleando a la contra, intentado hacer de este mundo un lugar mucho más agradable para todos, más hermoso, más justo y más social.
Todos los que conocemos a Ángel, todas las mujeres y hombres que hemos tenido la suerte de compartir este tiempo de lucha con él, sabemos que es un militante cabal, honesto hasta la médula, sincero, incansable luchador, y que su nivel de compromiso con su ideología y con el ser humano es a prueba de bombas.
Tras tres legislaturas como concejal y, tras lo que supongo habrá conllevado una profunda reflexión por su parte, ha llegado para él el momento de dejar paso a otras compañeras y compañeros, otras personas que, con toda seguridad, tratarán de hacerlo también como lo ha hecho él.
Y yo quiero, desde aquí, darle las gracias, por tantas y tantas cosas, por tantos momentos compartidos; por estar siempre ahí, anteponiendo siempre, lo colectivo a lo privado, lo que es de todos a lo suyo propio, por estar siempre al pie del cañón, con una sonrisa en el rostro. Gracias por ser como es, por hervirle la sangre cuando ve una injusticia, por ser un insumiso ante el asqueroso sistema capitalista y neoliberal
Ángel deja de ser concejal, pero no deja la militancia, ni el combate, porque eso sólo lo dejará el día de su muerte. Y ese día espero que tarde muchos, muchos años en llegar.
Salud, compañero y ya sabes, ¡Hasta la victoria, siempre!