Inspirado en el relato
“Alzheimer”
Córdoba, 2051.
En vísperas de la incorporación de la República
Andaluza como trigésimo noveno estado de la Confederación Libre Europea.
Dos estudiantes finalizan su preparación
físico-intelectual realizando incursiones más allá de la zona de seguridad. El
ejercicio completo consiste en la recuperación de libros y en su posterior
clasificación.
—Procedamos con la última pieza.
—Por fin.
—Anda, no te quejes. Supuesto título: Un mundo lleno de canciones de amor
espantosas. Supuesto autor: Rafael Calero Palma. Supuesta empresa
editorial: Alhulía. Año: 2014. Esto no se supone, se ve claro.
Paró un momento para utilizar el inhalador.
—Y lo vamos a incluir en la sección de Ficciones
verdaderas, subsección de Historia,… ¿Qué ocurre?, ¿algún problema?, ¿lo
incluimos en la subsección de Periodismo?
La estudiante adoptó un gesto escéptico.
—Lo cierto es que no estoy segura.
—¿Cómo que no? Los fragmentos que se han salvado no
tienen otro sentido que Ficción verdadera.
—Pues yo pienso otra cosa: esto debe ser eso que
llaman literatura.
—¡Qué dices! Eso es un mito y, si no lo es, no
seremos nosotros quienes encontremos un testimonio de literatura. Deja eso a
los chairmen.
—Vale, no vamos a quebrarnos la cabeza, pero
observemos los fragmentos. Son demasiado duros, ¿no crees?, no es verosímil que
estas cosas ocurrieran,… Es todo muy forzado, muy dramático, las cosas no
pudieron ser así, eso es fruto de una mente febril. Ya sabes, nos han enseñado
que había algunos, llamados poetas, muy exaltados.
El estudiante jugueteó con el inhalador, algo
nervioso.
—Te he dicho que es un mito, al menos para la
mayoría. Ten en cuenta, además, que de alguna manera tuvimos que llegar hasta
aquí, de algún modo saltaron las ataduras antiguas.
—Sí, pero a las formas de sociedad se llega
normalmente de forma paulatina, por reformas. Ninguna sociedad ha aguantado
esas situaciones tan graves sin estallidos terribles. ¿Hemos aprendido en la
escuela que pasara algo?
—No, aparte de alguna gamonada aquí o allá, no pasó
nada, ni aquí en Andalucía ni en toda España ni en ningún sitio.
El estudiante frunció el ceño y reflexionó unos
segundos.
—Te concedo que algunas cosas me suenan raras, pero
a mí todo lo de aquella época y todo lo que hemos visto más allá de la valla de
seguridad me resulta incomprensible. Aunque yo estoy aquí por obligación, no
para darle vueltas a las cosas. Eres una escrupulosa.
—Y tú un frívolo. ¿Qué es eso que te suena raro?
—Desde que menciona la Ley de Reclusión
Obligatoria en realidad no cuestiono
nada. Sin embargo, si me pongo a pensarlo un poco hay ciertas cosas… En el
fragmento “El sueño europeo de Fátima” habla de inmigrantes que viven sin
control absoluto de la seguridad del Estado, lo pasan muy mal, pero andan
libres. En otro apartado habla el tal Calero de una Plataforma de Afectados por
la Hipoteca; si no supiéramos que había asociaciones que podían ir en contra de
las empresas, me costaría creerlo. O eso de que una empleada tuviera capacidad
digital y acceso a internet y al mismo tiempo no pudiera disponer libremente de
su cuerpo en el mercado de órganos. Es inaudito.
—¿Tú lo ves? Son situaciones que no se tienen en
pie. Esto no podía ser así hace un puñado de años, cuando nuestros padres eran
adolescentes.
Ahora fue ella, tras un acceso de tos, quien sacó su
inhalador e inspiró intensamente.
—Para serte sincera también tengo mis dudas. Hay
fragmentos que me han recordado mucho a los informes psico-sociales sobre los
riesgos de la adicción a la intervención del Estado. Creo que esos apartados
sobre el Estado del Bienestar son reportes de psiquiatras o sociólogos
competentes sobre cómo producía miseria y violencia. También me ha llamado
mucho la atención el fragmento sobre el Consejo de Ministros, parece un manual
de la Nueva Sociedad Libre. Desde luego, ahí no hay literatura ninguna, ni
siquiera Ficción verdadera, es pura ciencia.
Ambos estudiantes quedaron en silencio y cavilosos.
Se miraron serios.
—En cualquier caso, es un gran libro. Acabo de
entender por qué los sub-ciudadanos y los pobres no deben aprender a leer y
nosotros sí.
—Desde luego.
César Fernández Le Gal