El pasado 27 de enero moría, en su finca de Cornish, en el estado de New Hampshire (E. E. U. U), el escritor Jerome David Salinger (Nueva York, 1919), autor de la famosa novela El guardián entre el centeno, publicada en 1951 y desde entonces una de las obras más célebres de la literatura mundial. Tal vez, la única novela de Salinger deba su celebridad no sólo a su calidad literaria, que la tiene y en grandes dosis, sino también a ciertos motivos extra literarios. No podemos olvidar que Mark Chapman, el hombre que disparó contra John Lennon aquel fatídico 8 de diciembre de 1980 a las puertas del Edifico Dakota, donde el ex Beatle vivía, provocándole la muerte, llevaba un ejemplar de la novela en el bolsillo de su abrigo y se confesó un acérrimo fan del libro, entre cuyas páginas, en palabras del propio asesino, se podían rastrear las razones que lo llevaron a disparar contra el músico británico.
J. D. Salinger fue, qué duda cabe, un escritor peculiar, me atrevería a decir, incluso, lleno de rarezas. Su obra publicada se reduce a El guardián entre el centeno y una docena mal contada de relatos breves, aparecidos principalmente en The New Yorker y recopiladas más tarde en varios volúmenes. Y que conste que no publicaba por la sencilla razón de que no se sentía cómodo haciéndolo. Cualquier editorial del mundo hubiese estado dispuesta a pagar cantidades astronómicas por publicar un libro inédito del escritor neoyorquino. No obstante, a pesar de su rechazo casi enfermizo por no publicar su obra, siguió escribiendo prácticamente toda su vida, apartado del mundanal ruido en su rancho.
Salinger creó uno de los personajes más famosos e influyentes de la literatura norteamericana: Holden Caufield, un adolescente insatisfecho con el mundo que le rodea y asustado con un futuro que no ve nada claro. Durante un par de días, el chico se mueve sin rumbo fijo por las calles de una Nueva York invernal y fría, después de ser expulsado del instituto donde estudia como interno. Caufield sigue la estela de otros héroes —o tal vez, mejor sería calificarlos de antihéroes— de la literatura de los Estados Unidos, como por ejemplo, Huckleberry Finn, el personaje creado por Mark Twain, y antecede a otros jóvenes inconformistas, como al joven Henry Chinasky de La senda del perdedor, la novela en la que Charles Bukowski narraba sus niñez y adolescencia.
A pesar de que durante cinco décadas ha permanecido completamente oculto para el gran público, sin fotos, sin entrevistas de ningún tipo, sin apariciones en televisión, Salinger ha llegado a vender en todo el mundo 60 millones de ejemplares de su única novela, convirtiéndose en todo un icono para miles de personas que lo veneraban como uno de los más grandes narradores de su tiempo. No está nada mal para un tipo que confesaba odiar la fama con todas sus fuerzas.
J. D. Salinger fue, qué duda cabe, un escritor peculiar, me atrevería a decir, incluso, lleno de rarezas. Su obra publicada se reduce a El guardián entre el centeno y una docena mal contada de relatos breves, aparecidos principalmente en The New Yorker y recopiladas más tarde en varios volúmenes. Y que conste que no publicaba por la sencilla razón de que no se sentía cómodo haciéndolo. Cualquier editorial del mundo hubiese estado dispuesta a pagar cantidades astronómicas por publicar un libro inédito del escritor neoyorquino. No obstante, a pesar de su rechazo casi enfermizo por no publicar su obra, siguió escribiendo prácticamente toda su vida, apartado del mundanal ruido en su rancho.
Salinger creó uno de los personajes más famosos e influyentes de la literatura norteamericana: Holden Caufield, un adolescente insatisfecho con el mundo que le rodea y asustado con un futuro que no ve nada claro. Durante un par de días, el chico se mueve sin rumbo fijo por las calles de una Nueva York invernal y fría, después de ser expulsado del instituto donde estudia como interno. Caufield sigue la estela de otros héroes —o tal vez, mejor sería calificarlos de antihéroes— de la literatura de los Estados Unidos, como por ejemplo, Huckleberry Finn, el personaje creado por Mark Twain, y antecede a otros jóvenes inconformistas, como al joven Henry Chinasky de La senda del perdedor, la novela en la que Charles Bukowski narraba sus niñez y adolescencia.
A pesar de que durante cinco décadas ha permanecido completamente oculto para el gran público, sin fotos, sin entrevistas de ningún tipo, sin apariciones en televisión, Salinger ha llegado a vender en todo el mundo 60 millones de ejemplares de su única novela, convirtiéndose en todo un icono para miles de personas que lo veneraban como uno de los más grandes narradores de su tiempo. No está nada mal para un tipo que confesaba odiar la fama con todas sus fuerzas.
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