domingo, 16 de abril de 2017

Soñé con Antonio Machado

Soñé con Antonio Machado.
Se le veía muy viejo
y muy cansado
enfermo y derrotado.
Fumaba un cigarrillo.
Vestía un traje sucio.
La ceniza le caía
sobre la chaqueta
pero a él eso parecía
no preocuparle.
Estaba de pie
frente a su propia tumba
en el cementerio de Colliure.
Había flores y poemas
sobre la lápida.
Uno de aquellos poemas
lo había escrito yo mismo.
Había una bandera republicana
que alguien había dejado allí
como muestra de respeto.
El poeta estaba de pie
en la quietud del cementerio
mirando la tumba
ajeno a las flores y a los poemas
ajeno a la bandera tricolor
ajeno incluso a las dos personas
que estaban enterradas allí abajo
como si esas dos personas
no fuesen él mismo y su madre.
Hacía mucho frío
y estaba a punto de nevar.
Había mucha tristeza
en aquel sueño.

Cuando atraviesas el fuego lamiéndote los labios, Ediciones enemigo público número uno, 2017.  

martes, 11 de abril de 2017

Libertad de expresión

Primero vinieron a por el grupo de rock vasco,
pero no dijimos nada porque nosotros no éramos vascos
ni tocábamos en un grupo de rock.



Luego le tocó el turno al actor comunista procubano,
pero no dijimos nada porque no éramos
ni actores ni comunistas ni procubanos.



Al poco tiempo encerraron a los titiriteros,
pero tampoco esta vez levantamos nuestra voz,
porque nosotros no éramos titiriteros.



Después la tomaron con los del hip-hop,
pero como nosotros no éramos los del hip-hop,
miramos para otro lado y no dijimos ni mú.



A los del hip-hop les siguieron los tuiteros,
pero no queríamos problemas, así que seguimos calladitos,
porque nosotros no éramos tuiteros.



Poco después fue el turno de los activistas sociales,
pero como nosotros no estábamos en el activismo social,
guardamos un silencio sepulcral.



Al poco tiempo, fueron a por los periodistas,
pero ese no era nuestro problema
porque los periodistas estaban en el otro bando.



Luego fueron a por los humoristas
pero no se oyó ninguna protesta,
porque nosotros no éramos humoristas.



Y por último vinieron a por los poetas,
y resulta que nosotros éramos poetas,
pero para entonces la libertad de expresión



había sido secuestrada, torturada, violada,
fusilada y yacía, sin vida,
en un gran charco de sangre roja



y en ese momento descubrimos 
que ya era demasiado tarde 
para poder decir algo.