jueves, 28 de mayo de 2015

Yo soy la Espe


De los creadores de “Bienvenido Míster Bárcenas” “Todo sobre los recortes”, “Neoliberales al borde de un ataque de nervios” y “Todos a la cárcel de Soto del Real” llega la nueva superproducción del Partido Putrefacto: “Yo soy la Espe”, una película que no te dejará indiferente. Lo tiene todo: intriga, humor, sexo, corrupción, suspense…
La genial historia de una rubia neoliberal que tiene que hacer malabarismos para llegar a fin de mes con su sueldo de ocho mil euros y a la que todo parece volverse en contra. Pero ella, lejos de amilanarse ante la gran conspiración judeico-roja-masónica-bolivariana, se cuelga su bolso de Louis Vuitton, se enfunda su traje de Channel y se coloca sus gafas de sol Dolce & Gabanna y se lanza a conquistar el ayuntamiento de Madrid, cueste lo que cueste. Pero desde sus propias filas, alguien filtra su declaración de la renta y los periódicos destapan que su marido se lo está llevando calentito con las subvenciones públicas vendiendo quesos manchegos. ¿Será capaz la Espe de hacer realidad sus sueños? ¿La dejarán los anti-sistema de Podemos que sea feliz? ¿Conseguirá convencer a todo el mundo de que el número 21 es superior a la suma de 20 + 9?
La película más divertida de los últimos años. Un film de Mariano Rajoy, con guión original de María Dolores de Cospedal. Con Esperanza Aguirre como “la Espe” y Manuela Carmena como “La mala malísima que me quiere quitar lo que es mío, copón“. Con la aparición estelar de Arturo Fernández, en el papel de Presidente de la Patronal Madrileña; Francisco Correa, como el Padrino, y Francisco Granados, como “El jefe de la banda”.
No te pierdas, “Yo soy la Espe”, en los mejores cines.

martes, 26 de mayo de 2015

¿Todo está preparado en Madrid para el segundo Tamallazo?




Como ya es bien sabido, el pasado domingo 24 de mayo, tras las elecciones municipales y autonómicas que se celebraron en el estado español, el Partido Popular perdió todas las mayorías absolutas de importancia que tenían a lo largo y ancho del mapa. Una de estas ciudades emblemáticas para el PP es la capital de España, Madrid, a cuya alcaldía aspiraba uno de los pesos pesados de la derecha española: Esperanza Aguirre. El PP se había jugado el todo por el todo en la ciudad de Madrid. Sin ninguna duda, Rajoy era consciente de que había otros candidatos mucho mejores que Aguirre, por ejemplo, la vicepresidenta de su gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, pero probablemente no había nadie como Aguirre para pelear, atacar, usar todos los trucos habidos y por haber, y en definitiva, nadie capaz de movilizar a un electorado que, como ha quedado demostrado, ha conocido épocas más espléndidas.  
También sabemos todos, a estas alturas, y cuando ya han transcurrido cuarenta y ocho horas de los comicios, los resultados de las elecciones. La candidatura de Aguirre ha obtenido 563.292 votos; Ahora Madrid, la candidatura popular que lideraba la jueza Manuela Carmena, ha conseguido 519.210 votos; el PSOE, con Carmona a la cabeza, 249.152, y Ciudadanos, 186.059 votos. Esto supone que el PP se lleva 21 concejales; Ahora Madrid, 20: PSOE, 10 y C’s 7.
Desde que se conocieron los resultados y se hizo patente la posibilidad de que la unión de Ahora Madrid y PSOE podía dar un vuelco a la alcaldía de Madrid, las suposiciones y los deseos se han extendido como un reguero de pólvora. Es tal la esperanza de cambio entre la gente que nadie en su sano juicio concibe la posibilidad, por remota que pudiera ser, de que Esperanza Aguirre se convierta en la alcaldesa de Madrid. Como diría el propio Rajoy, toda la gente de bien, entre los que, por supuesto, por una vez, me voy a incluir, queremos que Manuela Carmena sea la persona que dirija Madrid durante los próximos cuatro años. Así de simple. Así de claro.  
Y sin embargo, en mi opinión, Manuela Carmena no las tiene todas consigo. Y no me estoy refiriendo a que no vayan a llegar, ella y su equipo, a un acuerdo con los socialistas, que probablemente se va a dar tal acuerdo. A mí lo que me da muy mala espina es la tranquilidad con la que Esperanza Aguirre se está tomando todo esto. Ya me estoy imaginando la siguiente situación el día 13 de junio. Faltan diez minutos para que se celebre el pleno donde se elige al nuevo alcalde y uno (o dos) de los concejales de la lista del PSOE no se presenta. Todos se miran nerviosos. Algunos empiezan a morderse las uñas. Será el tráfico, que en Madrid está muy jodido, piensan. Pero no. Todos saben que no es el tráfico. Que la demora es otra cosa. Muchos de ellos ya tienen una edad y buena memoria. Muchos de ellos recuerdan perfectamente lo que ocurrió el 10 de junio de 2003. Y todos recuerdan dos nombres propios: Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez. Y todo el mundo sabe muy bien lo que pasó aquel fatídico día. Y todo el mundo sabe muy bien quién fue la madrina de aquella operación, y todo el mundo sabe muy bien quién o quiénes han sido los grandes beneficiarios de aquel golpe de estado encubierto, aunque al final la investigación no arrojara ninguna luz sobre uno de los capítulos de corrupción más asquerosos de todos cuanto hemos visto y vivido en las últimas décadas.  
Si yo fuera Manuela Carmena miraría con lupa a cada uno de los diez nuevos concejales del PSOE, simplemente por ver desde dónde puede venir en esta ocasión la traición. Más que nada porque no la pille con el paso cambiado y no se le quede cara de tonta, como le ocurrió al pobre Rafael Simancas, que desde aquel día ya no ha vuelto a levantar cabeza. Sé que la jueza no hará eso, porque es una persona con clase y con altura moral. La que seguro que está mirando con lupa a cada uno de los diez concejales socialistas es Esperanza Aguirre, más que todo por ver quién puede entrar en su juego de corruptelas y traiciones. Total, si una vez le fue de maravilla, ¿qué le impide volver a intentarlo?
Y para acabar, voy a hacerlo con esta pregunta: ¿Todo está preparado en Madrid para el segundo Tamallazo? Respuesta: Aún no, pero están trabajando en ello. Sin descanso.

martes, 19 de mayo de 2015

Manuel Molina, el espíritu libre




Hoy ha muerto Manuel Molina. Se lo ha llevado un cáncer al que no quiso plantar cara. Manuel Molina era uno de los grandes del flamenco. Qué digo. Manuel Molina era mucho más que eso. Un pionero. Una de esas personas que ya están de vuelta cuando todos los demás empezamos a caminar. Echaba a andar la década de los 70 y él empezaba una carrera que lo llevaría a lo más alto. Primero con el grupo sevillano Smash, donde coincidió con otros genios de la música andaluza: Gualberto, Julio Matito, Silvio Melgarejo, Ricardo Pachón, Antoñito Smash. Se dice pronto pero uno no se imagina tanto arte, tanta libertad, tanta sabiduría junta. Sin los Smash no hubiese existido Veneno, ni Triana, ni Ketama, ni Pata Negra, y quizás, si nos ponemos radicales, sin Smash quizás Camarón nunca hubiese sido el Camarón que nos deslumbró y nos enamoró a tantos.
Y después, cuando el proyecto Smash sucumbió, debido en parte a que era prácticamente imposible dominar tal cantidad de arte por metro cuadrado, formó ese dúo maravilloso que fue Lole y Manuel, con Dolores Montoya. Lole y Manuel ha sido una de las cosas más geniales que ha dado Andalucía. Cuando se subían a un escenario, la pareja destilaba tanta poesía que, a veces, parecía cosa de otro mundo. Pero eran de este. Los dos. Ella con su voz llena de dulzura y belleza. Él con su particular manera de tocar la guitarra y con su personalísima forma de componer y cantar la bulería.  Juntos grabaron 8 discos. A cada cual mejor. Cada uno de ellos imprescindible.
Si mal no recuerdo, su último disco fue aquel estupendo La calle del beso, que produjo su amigo Antonio Rodríguez “Smash” y cuya foto de portada había sido hecha en la calle granadina homónima. Ese disco fue la banda sonora de mi vida en los meses posteriores a su publicación. Lo compré en cinta y lo ponía vuelta y vuelta. Lo escuchaba mientras conducía y en la ducha. Lo ponía recién levantado y al acostarme. Lo ponía y cuando terminaba lo volvía a poner. Me encantaba. Sobre todo el tema que cantaba con su hija Alba Molina, una adaptación del “Romance de la pena negra” de Federico García Lorca.
Manuel Molina era un espíritu libre. Un gitano ácrata que rebosaba poesía. Un gitano que transmitía toda la sabiduría ancestral de su raza. Descanse en paz para siempre. A nosotros nos quedan sus discos. Para siempre.