Hoy, diecisiete de noviembre de dos mil nueve, se cumplen diez años de la fatídica muerte del gran Enrique Urquijo. Tres mil seiscientos cincuenta días sin Enrique. En estos diez años, sus canciones, su música, su manera de tocar la guitarra, su particular estilo, nos han seguido acompañando a un montón de gente. Y es que somos muchos los que, una década después de aquel triste día de noviembre de mi novecientos noventa y nueve, seguimos recordando a una persona de una sensibilidad artística única, a uno de los grandes compositores que ha dado no sólo la música popular cantada en castellano, sino en cualquier otro idioma. Para mí, Enrique es comparable a los grandes nombres del rock del ámbito anglosajón. Y lo digo con plena consciencia. Ahí están sus canciones, que hablan por sí solas: “Volver a ser un niño”, “Agárrate a mí, María”, “Otra tarde”, “Quiero beber hasta perder el control”, “No me imagino”, “Déjame”, “Buena chica”, “Colgado”, “Ojos de gata”, “Cambio de planes”, “Pero a tu lado” y tantas y tantas otras hermosas canciones que compuso para su grupo de toda la vida, Los Secretos, o con ese otro grupo, Los Problemas, con quienes grabó dos estupendos discos, con versiones tanto de temas propios como de canciones de otros compositores. No quisiera olvidarme hoy, en este día de recuerdo, de conmemoración, de agradecimiento, del gran Álvaro Urquijo, que durante todo este tiempo ha seguido manteniendo viva la llama de Los Secretos y la memoria de Enrique, reivindicando una carrera, la de su hermano, con una dignidad y un cariño que ponen los pelos de punta. Lo mismo ocurre con Ramón Arroyo y con Jesús Redondo, el resto de Los Secretos. La memoria de Enrique se merece ese respeto, esa dedicación, ese amor sin límites. Ya está bien de apelar siempre a la tristeza, a la nostalgia, a la mala suerte, para hablar de una figura inconmensurable de la música popular. Qué cojones. Fue una tremenda suerte que Enrique existiera y que se dedicara a la música, y que grabara sus discos, y que levantara cabeza una y otra vez, y que tuviese ese don divino que sólo los elegidos tienen para transformar el dolor en poesía, y que diera todos esos maravillosos conciertos, y que nosotros estuviésemos allí para disfrutarlo, y que aún hoy, diez años después, nos vayamos a la estantería donde guardamos los cds o los viejos vinilos, y saquemos uno de sus discos, y le demos al play, y escuchemos esa voz que se va abriendo paso entre las guitarras con ecos country, y que empieza a cantar, nunca he sentido igual, una derrota… Y es que las derrotas son menos dolorosas cuando las canta Enrique Urquijo. Gracias por existir.
2 poemas de Christian Mingorance Gijón
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Hace 20 horas
Un mito que sigue estando presente en la música española como indudable influencia en multitud de grupos. Parece increíble que músicos que están empezando y que no vivieron ni de lejos los años 80, que no tenían ni diez años cuando murió Enrique, hagan versiones de sus temas hoy. Eso habla del legado tan importante que nos dejó Enrique. Sus canciones y sus letras, escritas desde el corazón sin guardarse nada para él son pura carne. Hoy, siguen estremeciendo igual que siempre. Un saludo granaíno.
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