El trompetista -cuarenta y dos años, aspecto desaliñado,soltero y sin compromiso- tocaba en un combo de jazz. Como cada tarde a la misma hora, se dirigía al ensayo. Llevaba prisa, por lo que no se detuvo ante el semáforo en rojo. No vio el autobús verde de la empresa municipal de transportes, ni el conductor del autobús -cincuenta y cuatro años, casado, dos hijos, una suegra a la que odia, sólo un año para acabar de pagar la hipoteca- lo vio a él. Ahora, el trompetista yace bocabajo sobre el asfalto rojo y caliente, esperando, ajeno a toda esta historia, a que llegue el juez de guardia -treinta años, número uno de su promoción, traje caro y gestos de triunfador, a punto de casarse con una rubia de bote que prepara oposiciones a notaría- para levantar el cadáver.
2 poemas de Christian Mingorance Gijón
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*DERECHO CONSTITUCIONAL*
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Lo políticos de mi país
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Hace 9 horas
Conciso y pleno de sarcasmo, (con sus gotas de mala leche, pardiez, que todo es necesario). ¡Ah!, y gracias por tu reseña de un par de días atrás. Soy José Mª Mijangos, y tenías toda la razón. Mi "braille para sordos" pasó absolutamente desapercibido para la crítica, para la intelligentsia y para mi cuenta corriente. Pero me alegra sobremanera que no pasara desapercibido para ti. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarAmigo José María, pues no sé si tu libro pasó desapercibido para el resto del mundo, probablemnete sí, pero que ese mismo mundo se entere de que es una magnífica novela, divertida, y sobre todo muy bien escrita. Así que ellos se la pierden.
ResponderEliminarUn abrazo y salud
rafa