viernes, 18 de septiembre de 2009

LOS ATARDECERES ROJOS DE POLEY


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese

A Vicente Núñez, in memoriam


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,

predijo el poeta.

Y así será, la muerte vendrá,

una tarde calurosa del verano andaluz.

Se acercará hasta tu cama

y te pedirá que la acompañes.

Y tú lo harás, sabio como eres,

pues no ignoras que no cabe oposición.

Y además ¿para qué?

Vendrá la muerte terrible

y no sólo tomará el brillo de tus ojos

entre sus manos oscuras.

Se llevará con ella

todas las mañanas del mundo,

todas las copas de vino sagrado,

una pequeña parte de Grecia y Roma,

todo el silencio que guardas en tu interior.

Pero no todo te acompañará en tu viaje.

La muerte jamás podrá robarte

ese río de hermosos poemas

que, despacio, desciende por tu cuerpo,

ese elixir privilegiado

que los dioses sensibles te ofrendaron,

y que luego, algún día, degustaremos

en la soledad de nuestros dias solitarios,

cuando nos aferremos desesperadamente

a lo único que queda, el dolor, inmenso

como una manada de elefantes africanos.

La muerte no te quitará jamás el privilegio

de haber visto los atardeceres rojos de Poley

o las estrellas tímidas que cuelgan allá arriba;

de haber oído las notas inquietas

de un Impromptus de Shubert,

de sentir el desgarro que produce

un verso de Aleixandre,

de haber amado al amanecer,

cuando más extraño resulta el amor.

Siento tanto que esta tarde estival

estuvieras en el lugar equivocado

en el momento más inoportuno.

Siento de veras que el año dos mil dos

no sea nunca más el año dos mil dos,

que todo termine tan de repente,

sin tan ni siquiera darnos tiempo

a rearmar a nuestros ejércitos.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Así es. Así será por siempre.

Pero no le concedamos el honor

incierto del olvido.

Nos queda la belleza de la palabra escrita.

De la tuya.

De la de otros que han sido como tú.

Vendrá la muerte, qué duda cabe,

pero sólo se llevará una pequeña parte de ti.

Ésa es tu victoria.

Ésa es nuestra recompensa.



Este poema lo escribí a la muerte de Vicente Núñez, poeta cordobés muy cercano a la estética del Grupo Cántico. No está incluído en ningún libro, aunque sí ha sido publicado en alguna revista poética.

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