lunes, 7 de septiembre de 2009

La venganza de los malditos

A veces me da por pensar que ocurriría si, en cualquier ciudad importante de España, tuviera lugar algo parecido a lo que Charles Bukowski planteaba en su relato “La venganza de los malditos”, incluido en su libro Hijo de Satanás. En este cuento, Bukowski nos presenta a Tom y Max, dos vagabundos de la ciudad de Los Ángeles. Una noche, mientras duermen en una pensión de mala muerte, rodeados de cincuenta o sesenta vagabundos, tan jodidos que “ni siquiera valía la pena tirarles una bomba encima”, Tom le cuenta a Max un plan en el que viene pensando desde hace tiempo: Se le ha ocurrido reclutar a los vagabundos de la ciudad, formar un gran ejército de zombies sociales, para todos juntos, dirigirse a unos grandes almacenes, los más importantes de la ciudad, y una vez allí, tomar todo aquello que la sociedad de consumo les ha negado. Según Tom, el asunto será como “una especie de venganza de los malditos. Un desfile de deshechos.” En su mente de vagabundo borracho lo ve “casi como una película.” Al día siguiente, los dos tipos, ni cortos ni perezosos, ponen en marcha su plan. Van reclutando a cuanto vagabundo encuentran por la calles, y como una procesión de desheredados, bajan hasta el centro de la ciudad para llevar a cabo el saqueo de los grandes almacenes elegidos. El ejército de vagabundos entra en la tienda y va tomando todo cuanto les apetece, ante la mirada atónita de los clientes y de los empleados; abrigos de piel, chupas de cuero, zapatos caros, bolsos, puros, güisqui y todo tipo de artículos de lujo. Al final todo se desmadra y, por supuesto, la policía entra a saco, con las pistolas en la mano. En mi imaginación, suelo cambiar a los vagabundos por parados, que por desgracia en nuestro país son un grupo bastante numeroso. Imaginaros, por un instante, a todos los parados de Cartuja, a los de la Chana y el Zaidín, a los de del barrio de los Pajaritos, a todos los marginados, a los yonkis y sin techo, entrando en el Alcampo, o mejor aún, en el Hipercor, que es mucho más pijo y exclusivo. Uf, sólo de pensarlo se me erizan los pelos del cogote. ¡Qué visionario, el gran Bukowski!

1 comentario:

  1. Todos hemos sido alguna vez un poco malditos. Y hemos pensado como ellos. ¿O nunca has suspendido una asignatura en la Facultad y te han dado ganas de "levantar" a tus compañeros.

    Ester

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