Llevaba tiempo detrás de poder hincarle el diente a este libro, hasta que por fin, el otro día lo saqué de la Biblioteca Pública de Motril y ya lo he podido leer. Asa Larsson es otra autora de novela negra que, al cobijo del éxito de sus compatriotas Henning Mankell y sobre todo Stieg Larsson, ha empezado a ver sus novelas traducidas y publicadas en nuestro país. Y la primera en caer es esta Aurora boreal, una novela del año 2003. Ya sabemos el grado de originalidad que muestran las editoriales: si una triunfa con una novela negra sueca, el resto no parará hasta haber publicado su novela negra sueca. Aunque sea una basura apestosa. En fin, cosas del negocio.
Aurora boreal me ha parecido una obra flojita, la verdad, a pesar de que la contraportada y la solapa interior están repletas de elogios, del tipo “la nueva reina de la novela negra escandinava”, o “los libros de Asa Larsson son pequeños milagros.” Está claro que una cosa es la publicidad y otra muy distinta el contenido real del libro. La cosa es que se lee bastante bien y crea una atmósfera de suspense atractiva. Como si algo muy importante fuese a ocurrir en los próximos segundos, pero van pasando las páginas y eso no llega nunca. Aurora boreal no contiene, a mi juicio, ningún elemento que la convierta en una novela fuera de lo común: no hay ningún personaje que te atrape inexplicablemente (como ocurre en Millenium) hasta identificarte plenamente con él; la trama es bastante sosa y para colmo, hay algunos párrafos pseudopoéticos (por ejemplo, los pasajes que narran sueños) que dan un poco de grima.
La historia que se cuenta en Aurora boreal tiene que ver con el fanatismo religioso. En una comunidad pequeña, Kiruna (la ciudad natal de Asa Larsson), dominada completamente por la religión, aparece brutalmente asesinado el predicador más famoso de Suecia. A partir de ahí, una maraña de intereses creados, negocios fraudulentos, mentiras y hechos que no se cuentan pero que se intuyen, se van interrelacionando. Para mí, lo mejor de toda la novela es este párrafo, con el que estoy completamente de acuerdo:
“La gente débil acostumbra a sentirse atraída por la Iglesia. Y la gente que quiere tener poder sobre la gente débil, también.”
Con los ingredientes que maneja la autora, el resultado podría haber sido una novela mucho más sólida. No sé porqué, pero cuando los autores de novela negrocriminal mezclan asesinatos y religión, no suelen salir bien parados (me ha ocurrido lo mismo con El silencio de los claustros, la última entrega de Alicia Giménez Barlett). Será porque la realidad siempre termina superando a la ficción. Digo yo.
Aurora boreal me ha parecido una obra flojita, la verdad, a pesar de que la contraportada y la solapa interior están repletas de elogios, del tipo “la nueva reina de la novela negra escandinava”, o “los libros de Asa Larsson son pequeños milagros.” Está claro que una cosa es la publicidad y otra muy distinta el contenido real del libro. La cosa es que se lee bastante bien y crea una atmósfera de suspense atractiva. Como si algo muy importante fuese a ocurrir en los próximos segundos, pero van pasando las páginas y eso no llega nunca. Aurora boreal no contiene, a mi juicio, ningún elemento que la convierta en una novela fuera de lo común: no hay ningún personaje que te atrape inexplicablemente (como ocurre en Millenium) hasta identificarte plenamente con él; la trama es bastante sosa y para colmo, hay algunos párrafos pseudopoéticos (por ejemplo, los pasajes que narran sueños) que dan un poco de grima.
La historia que se cuenta en Aurora boreal tiene que ver con el fanatismo religioso. En una comunidad pequeña, Kiruna (la ciudad natal de Asa Larsson), dominada completamente por la religión, aparece brutalmente asesinado el predicador más famoso de Suecia. A partir de ahí, una maraña de intereses creados, negocios fraudulentos, mentiras y hechos que no se cuentan pero que se intuyen, se van interrelacionando. Para mí, lo mejor de toda la novela es este párrafo, con el que estoy completamente de acuerdo:
“La gente débil acostumbra a sentirse atraída por la Iglesia. Y la gente que quiere tener poder sobre la gente débil, también.”
Con los ingredientes que maneja la autora, el resultado podría haber sido una novela mucho más sólida. No sé porqué, pero cuando los autores de novela negrocriminal mezclan asesinatos y religión, no suelen salir bien parados (me ha ocurrido lo mismo con El silencio de los claustros, la última entrega de Alicia Giménez Barlett). Será porque la realidad siempre termina superando a la ficción. Digo yo.
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