sábado, 9 de octubre de 2010

Bichos

Tengo el cerebro lleno de bichos. No son visibles a simple vista. Pero yo sé que están en el interior de mi cráneo, horadando galerías internas en mi cerebro. Hace tiempo que andan por ahí. Los siento moverse. Oigo cómo se desplazan. Arriba y abajo. A izquierda y derecha. Siento sus microscópicas patas clavarse en mi corteza cerebral. Dan vueltas sin cesar. A veces con lentitud y parsimonia. O a toda velocidad, como si se hubiesen vuelto locos. Depende. Hablan mucho entre ellos. Yo no los entiendo, pero me da que dicen cosas raras de mí. Se reproducen de manera vertiginosa. En este mismo momento, millones de larvas diminutas están a punto de salir de sus huevos. Así que, en los próximos días, cantidades ingentes de bichos poblarán mi cerebro. Su piel es similar a la de los sapos, viscosa, de un color oscuro indefinido. Son gelatinosos. De aspecto asqueroso. Al moverse van dejando un rastro de líquido blanquecino. No sé cómo han llegado a mi cerebro. Si entraron solos o alguien los puso allí en un descuido. La única certeza que tengo es que viven allí. Y que no pararán hasta que lo ocupen por completo, hasta que sean los dueños absolutos de mi voluntad.

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