lunes, 20 de septiembre de 2010

Las novelas de Charles Bukowski: Factótum (III)

Haciendo añicos el sueño americano: Factótum

En 1975, aparece Factótum, la segunda novela de Charles Bukowski. A propósito del proceso de creación de la novela, Neeli Cherkovski cuenta:

En medio de la creación de nuevos poemas, la desenfrenada sucesión de recitales de poesía y el continuo drama con Linda, Hank acabó su segunda novela, Factótum. Había descubierto el título un día en que estaba buscando algo en el diccionario: se topó con la palabra y, al leer la definición, decidió que era lo que le iba a los años cuarenta, el período sobre el que había escrito; “Persona que hace toda clase de servicios…” El título fue fácil, pero escribir la obra no: trabajó esporádicamente en el libro a finales de 1973 y durante el año siguiente. En el otoño de 1974 estuvo a punto de quemarlo, pero lo acabó a tiempo para su publicación.

En Factótum, Bukowski nos presenta al joven Henry Chinaski en el período de tiempo que se extiende desde la Segunda Guerra Mundial hasta el comienzo de la década de los años cincuenta. Cada vez más cerca de convertirse en un antihéroe, Bukowski nos narra las idas y venidas de Henry Chinaski a lo largo y ancho de los Estados Unidos, desde Nueva York a Filadelfia, pasando por Nueva Orleans, Chicago, San Luis, Dallas, San Francisco o Miami. Chinaski viaja de un sitio para otro, sin destino predeterminado. Su medio de transporte favorito es, sin duda, el autobús:

Llevé a Henry Miller conmigo y traté de leerlo a lo largo del viaje. Era bueno cuando era bueno, y viceversa. Acabé con una botella de whisky, luego otra, y otra. El viaje duró cuatro días y cinco noches. (…) Yo siempre he padecido de insomnio y en un autobús sólo puedo dormir cuando estoy totalmente borracho. Ni siquiera lo intenté. Cuando llegamos no había dormido ni cagado en cinco días y apenas podía caminar.

De esta manera, se convierte en un asiduo de las terminales de autobuses Greyhound de todo el país:

Luego di una vuelta por la estación y me senté en los incómodos bancos junto a los demás pasajeros. Estábamos allí todos sentados, contemplándonos unos a otros y contemplando el vacío. Mascábamos chicle, bebíamos café, entrábamos en los retretes, orinábamos, nos dormíamos. Nos sentábamos en los duros bancos de espera y fumábamos cigarrillos que no queríamos fumar. Observábamos a los demás y no nos gustaba lo que veíamos.


A lo largo de la obra, el protagonista se enfrenta a unos veinte empleos, unas veces humillantes y otras, simplemente cómicos. En la mayoría de las ocasiones, estos trabajos no duran más de una semana, y algunos, no más de unas horas. Recolecta fruta, empaqueta revistas, hace recados en un periódico, fabrica galletas para perros, embala ropa de señoras, pedales de bicicleta, tubos fluorescentes, etc. Entre empleo y empleo, bebe, apuesta en las carreras de caballos y conoce a mujeres tan desesperadas y autodestructivas como él mismo. Una de estas mujeres es Jan.

Había tenido dos niños, pero tenía un polvo de lo más acojonante. Nos habíamos conocido en una camioneta-bar —yo estaba gastando mis últimos cincuenta centavos en una grasienta hamburguesa— y habíamos empezado a hablar. Ella me invito a una cerveza, me dio un número de teléfono, y tres días más tarde me mudaba a su apartamento.

Con Jan inicia una relación amorosa repleta de borracheras, sexo y peleas. Cuando las resacas y los empleos se lo permiten, Chinaski trata de abrirse camino como escritor, escribiendo relatos cortos que envía a revistas como Harper y Atlantic Monthly.

La mayoría de ellos los mandaba a Clay Gladmore, cuya revista neoyorquina Frontfire yo admiraba. Sólo pagaban 25 dólares por historia, pero Gladmore había descubierto a William Saroyan y a muchos otros, y había sido amigo íntimo de Sherwood Anderson. Gladmore me devolvía muchas cosas con notas de rechazo escritas por él mismo.


Hasta que un día, al fin, Gladmore le envía una nota donde le comunica que un relato de Chinaski será publicado en el próximo número de Frontfire. Chinaski se vuelve loco de alegría:

Me levanté de la silla sosteniendo todavía la nota ente mis manos, mi PRIMER texto aceptado. De la revsita literaria número uno de América. Nunca me había parecido el mundo tan hermoso, tan lleno de promesa. Caminé encima de la cama, me senté, me tumbé en el suelo, la leí otra vez, estudié cada curvatura de la firma de Gladmore. Me levanté, llevé la nota hasa la cómoda, la apoyé allí. Entonces me desnudé, apagué las luces y me emtí en la cama. No me podía dormir. Me levanté, encendí la luz, me acerqué a la cómoda y la leí de nuevo: Estimado Sr. Chinaski…


Factótum describe el cansancio, sufrimiento y humillación de su protagonista como si se tratase de una novela de denuncia social de los años treinta, al estilo de las novelas de John Steinbeck, pero sin el tono melodramático que caracterizó a este tipo de literatura.

Para el profesor Cándido Pérez Gállego, Factótum,

Nos conduce a un decorado sombrío en el que Chinaski lleva una existencia picaresca, cambiando de amor y de dueño, alternando la borrachera con el sexo y dando prueba de un absoluto fracaso vital. El estilo es directo, seco, no lejano del de (Richard) Brautigan, de notable eficacia. (…) Este decorado nos lleva a una vida contracultural: los hoteles lúgubres se suceden, las personas anodinas entran y salen. Hay una extraña sensación de libertad.

1 comentario:

  1. Rafa el otro día pregunté en la biblioteca de Aguilar por libros de Bukowski y no tenían ninguno. ¿No te parece raro? Bueno tenían el tuyo pero para más inri no lo encontraban. Eso sí, Paco creo que está de baja y había un sustituto cutre en su lugar.De todas formas ya he encargado "El Cartero" en una librería. Un saludo, Piwi.

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