lunes, 31 de agosto de 2009

El fin del verano

Parece mentira, pero uno llega a cansarse hasta de estar de vacaciones. Al menos ese es mi caso. Las vacaciones de verano en el lugar donde yo vivo (Salobreña, un pueblo costero de la provincia de Granada) llegan a ser una auténtica tortura. Para alguien que lea esto en un pueblo del interior peninsular, y que no haya disfrutado de vacaciones le puede parecer que estoy alucinando. Pues no, es totalmente cierto. Esta localidad no está preparada para la avalancha de gente que recibe durante el mes de julio y, sobre todo, en agosto. Lo mimo me comentan otras personas que viven en lugares como Chiclana o Zahara de los Atunes, en Cádiz. La vida cotidiana durante estos días veraniegos se vuelve un auténtico coñazo. Acciones tan simples como ir al supermercado, a la biblioteca pública, aparcar tu coche cerca de tu casa y no digamos ya si uno se pone malito y tiene que ir al centro de salud, son auténticas odiseas, dignas de super héroes de la Marvel o de la antigua Grecia. Así que hoy, último día de este agosto realmente caluroso que hemos vivido, me devuelve mi buen humor, y mañana, con la llegada de septiembre, la vida cotidiana regresa para quedarse otros diez meses. Ya sólo me queda esperar unas semanitas para que el verano meteorológico se vaya y venga el otoño, esa maravillosa estación del año con sus noches frescas, sus hojas de los árboles por el suelo, sus castañas y sus nueces, sus primeras lluvias, su manga larga y cada uno en su casa, incluidos mis ruidosos vecinos. Please, que alguien le diga a Obama que suprima el verano. Al menos yo se lo agradecería.

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