miércoles, 5 de marzo de 2014

Queremos saber toda la verdad sobre “el caso Angelines”




Faltaban pocos minutos para las tres de la tarde. El día, sin ser malo del todo, tampoco era luminoso. Las nubes iban y venían y un viento frío soplaba sin descanso. Como presagiando alguna desgracia. Marzo acababa de empezar y la gente, en la calle, celebraba el carnaval. Poco podía imaginar Angelines Zurera Cañadillas que aquel día sería el último en que sus hijos la vieran. Su madre, su padre, su hermano, su hermana, sus amigas y amigos ni siquiera eso. A esa fatídica hora un coche paró en la puerta de su casa, situada en el Cerro Poca Paja, un lugar poco concurrido de la localidad cordobesa. Se oyó la bocina del vehiculo y ella salió. Ahora vuelvo, les dijo a sus dos hijos,  que andaban por allí. Esas fueron sus últimas palabras. Ahora vuelvo.
Pero nunca volvió. Ni viva ni muerta. Angelines Zurera subió a aquel coche y ya nunca más se supo de ella. Todo esto ocurrió un dos de marzo del año dos mil ocho. Ella vestía un pijama y unas zapatillas de casa. No llevaba ni gafas ni lentillas, algo absolutamente imprescindible para ella, y tampoco llevaba nada con ella: ni bolsa con ropa, ni dinero, ni documentación. Nada de nada.
Por aquellos días, Angelines estaba en trámites de separación. Su matrimonio hacía aguas y la cosa ya no funcionaba. De hecho, estando ya desaparecida, la sentencia de separación se hizo firme. La última llamada registrada en su móvil es del teléfono de su ex marido. Y duró dos minutos y medio.
Lo días que siguieron a la desaparición de Angelines fueron de una intensidad devastadora en Aguilar de la Frontera. Las mujeres y hombres del pueblo cordobés donde había nacido y residía Angelines, no se resignaban a que a esta mujer se la hubiese tragado la tierra de la noche a la mañana y se echaron a la calle a buscarla. Se recorrió todo el término municipal, cada rincón, cada agujero, por inverosímil que pudiera parecer que el cuerpo estuviera allí. Se peinó cada metro cuadrado del campo, incluyendo la laguna de Zóñar. Se repartieron miles de octavillas con la foto de Angelines en los pueblos cercanos. Se hicieron manifestaciones. Se pidió que no cesara la búsqueda. Pero de poco ha servido todo esto. Angelines sigue desaparecida.
Hasta la fecha, sólo hay un imputado en el caso: el ex marido de Angelines, quien, por cierto, un año después de la desaparición de la mujer, fue condenado por malos tratos. Sin embargo, y aunque él admite que le pegó un puñetazo, sostiene que es inocente en cuanto a la desaparición de su ex mujer. La policía ha seguido diversas pistas, todas conducentes al ex marido. Pero a día de hoy nada se ha encontrado. Ocho años después de la desaparición de Angelines, todo sigue igual.
En estos momentos, el caso sigue abierto, pero qué duda cabe, las investigaciones no parecen llevar a la resolución del mismo. Mientras tanto, la familia de Angelines sigue destrozada, viviendo con la angustia de levantarse cada día sin saber qué ha pasado con su hija, sin saber dónde está, si viva o muerta, aunque todas las conjeturas e hipótesis hacen temer lo peor.
A pesar de que en este sexto aniversario la Plataforma Cívica de Apoyo a la Familia ha decidido no convocar manifestación, dado lo doloroso que resulta para la familia de Angelines, las mujeres y hombres de Aguilar de la Frontera no quieren que la desaparición de su vecina se pierda en el limbo administrativo, no quieren, bajo ningún concepto, que se archive el caso, y se pide a las autoridades competentes que no cejen en la búsqueda de la mujer. Nadie en el pueblo se resigna y el grito es unánime: queremos saber qué pasó aquel dos de marzo de dos mil ocho, queremos que aparezca Angelines, y sobre todo queremos que se haga justicia con la persona o personas que han provocado tanto dolor y sufrimiento.

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