Faltaban pocos minutos
para las tres de la tarde. El día, sin ser malo del todo, tampoco era luminoso.
Las nubes iban y venían y un viento frío soplaba sin descanso. Como presagiando
alguna desgracia. Marzo acababa de empezar y la gente, en la calle, celebraba
el carnaval. Poco podía imaginar Angelines Zurera Cañadillas que aquel día sería el último
en que sus hijos la vieran. Su madre, su padre, su hermano, su hermana, sus
amigas y amigos ni siquiera eso. A esa fatídica hora un coche paró en la puerta
de su casa, situada en el Cerro Poca
Paja, un lugar poco concurrido de la localidad cordobesa. Se oyó la bocina del vehiculo y ella
salió. Ahora vuelvo, les dijo a sus dos hijos, que andaban por allí. Esas fueron sus últimas
palabras. Ahora vuelvo.
Pero nunca volvió. Ni viva
ni muerta. Angelines Zurera subió a aquel coche y ya nunca más se supo de ella.
Todo esto ocurrió un dos de marzo del año dos mil ocho. Ella vestía un pijama y
unas zapatillas de casa. No llevaba ni gafas ni lentillas, algo absolutamente imprescindible para ella, y tampoco llevaba
nada con ella: ni bolsa con ropa, ni dinero, ni documentación.
Nada de nada.
Por aquellos días, Angelines
estaba en trámites de separación. Su matrimonio hacía aguas y la cosa ya no
funcionaba. De hecho, estando ya desaparecida, la sentencia de separación se
hizo firme. La última llamada registrada en su móvil es del teléfono de su ex
marido. Y duró dos minutos y medio.
Lo días que siguieron a la
desaparición de Angelines fueron de una intensidad devastadora en Aguilar de la
Frontera. Las mujeres y hombres del pueblo cordobés donde había nacido y
residía Angelines, no se resignaban a que a esta mujer se la hubiese tragado la
tierra de la noche a la mañana y se
echaron a la calle a buscarla. Se recorrió todo el término municipal, cada
rincón, cada agujero, por inverosímil que pudiera parecer que el cuerpo
estuviera allí. Se peinó cada metro cuadrado del campo, incluyendo la laguna de
Zóñar. Se repartieron miles de octavillas con la foto de Angelines en los
pueblos cercanos. Se hicieron manifestaciones. Se pidió que no cesara la
búsqueda. Pero de poco ha servido todo esto. Angelines sigue
desaparecida.
Hasta la fecha, sólo hay
un imputado en el caso: el ex marido de Angelines, quien, por cierto, un año
después de la desaparición de la mujer, fue condenado por malos tratos. Sin
embargo, y aunque él admite que le pegó un puñetazo, sostiene que es inocente
en cuanto a la desaparición de su ex mujer. La policía ha seguido diversas
pistas, todas conducentes al ex marido. Pero a día de hoy nada se ha
encontrado. Ocho años después de la desaparición de Angelines, todo sigue
igual.
En estos momentos, el caso
sigue abierto, pero qué duda cabe, las investigaciones no parecen llevar a la
resolución del mismo. Mientras tanto, la familia de Angelines sigue destrozada,
viviendo con la angustia de levantarse cada día sin saber qué ha pasado con su
hija, sin saber dónde está, si viva o muerta, aunque todas las conjeturas e
hipótesis hacen temer lo peor.
A pesar de que en este
sexto aniversario la Plataforma Cívica de Apoyo a la Familia ha decidido no
convocar manifestación, dado lo doloroso que resulta para la familia de Angelines,
las mujeres y hombres de Aguilar de la Frontera no quieren que la desaparición de su vecina se
pierda en el limbo administrativo, no quieren, bajo ningún concepto, que se
archive el caso, y se pide a las autoridades competentes que no cejen en la
búsqueda de la mujer. Nadie en el pueblo se resigna y el grito es unánime:
queremos saber qué pasó aquel dos de marzo de dos mil ocho, queremos que
aparezca Angelines, y sobre todo queremos que se haga justicia con la persona o
personas que han provocado tanto dolor y sufrimiento.
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