El pasado
día 24 de diciembre moría en Madrid, víctima de un cáncer de hígado, Germán Coppini,
el que fuera, durante la primera mitad de la década de los ochenta, cantante de
grupos tan importantes como Siniestro Total o Golpes Bajos. Desde 1985, en que
los cuatro miembros de Golpes Bajos decidieran seguir caminos separados, Germán
Coppini había llevado una interesante carrera como cantante solista, con
trabajos discográficos tan interesantes como El ladrón de Bagdad, Flechas
Negras, Carabás o Las canciones del Limbo. En estos
discos, Germán daba rienda suelta a su pasión por la música negra, desde el jazz, a los ritmos latinos, pasando por
el soul o el blues. Al mismo tiempo, Coppini siguió participando en proyectos
colectivos, como Los Anónimos, Los Cuatro Fantásticos o Lemuripop.
Germán
Coppini siempre fue un artista comprometido con su tiempo y con la sociedad en
que le había tocado vivir. Siempre llevó con orgullo su militancia en las ideas
comunistas (militaba en el PCE marxista-leninista) e incluso llegó a ser
candidato al Congreso de los Diputados por la coalición Federación Republicanos
en las últimas elecciones generales.
Y ha
querido el destino (o la muerte, que para el caso viene a ser lo mismo) que el
último trabajo en la larga y fructuosa carrera musical de Germán Coppini haya
sido un disco de combate y compromiso grabado bajo el nombre artístico de
Germán Coppini y los Voluntarios: América
herida.
América herida fue
publicado en 2013, hace apenas unos meses, por la pequeña e interesantísima
discográfica madrileña Lemuria Music, que dirige Pablo Lacárcel. Se trata de
una preciosa edición en vinilo y cd, acompañada de un libreto de veinticuatro
páginas que contiene artículos escritos ad hoc por voces tan autorizadas como las
de Carlos Tena, José Manuel Lechado, Gonzalo Romero o el propio Coppini; así
como las letras de todas las canciones ilustras con unas magníficas fotos
tomadas por Ricardo Ortazo, Guille Coppini y Chusmi.
En cuanto
a la música, que después de todo es lo que realmente importa, decir que América herida es un trabajo de esos que
con el paso del tiempo se vuelven indispensables. Un viaje a través de diecisiete
canciones (quince más una versión en acústico y otra en directo de un tema
propio, precisamente el que da nombre al disco), recorriendo el continente
americano de sur a norte, desde la Argentina hasta los Estados Unidos, pasando
por Uruguay, Chile, Brasil, Cuba, Nicaragua, México o los Estados Unidos.
Lo
primero que sorprende al oyente al adentrarse en este territorio rebelde y
combativo que es la América herida de
Coppini es el sonido, potente y setentero, de las guitarras. Y es que, musicalmente,
América herida es puro rocanrol. No
en vano, el rocanrol nació como una música mestiza, música de arrabales, música
hecha por gente que tenía que luchar para ganarse el pan y que iba dirigida a
otra gente que estaba en su misma situación. Coppini se hizo acompañar en los
surcos de esta América herida por la
batería de Ginés Martínez, el bajo eléctrico y las guitarras acústicas de
Armando Martínez y la guitarra eléctrica de Fernando Martín.
Y luego
están las letras de las canciones. Quince temas tan vigentes a día de hoy, como
cuando fueron escritas, algunas hace mucho más de medio siglo. Germán Coppini, como
él mismo reconocía en una entrevista
concedida unos días antes de su muerte, trató de huir de los temas “archiconocidos”del portentoso
cancionero hispanoamericano, para adentrarse en los versos menos famosos, menos
trillados, pero igual de estremecedores y emocionantes que aquellos otros. De esta manera, en América herida encontramos canciones firmadas por Daniel Viglieti (“Milonga
para andar lejos”), Amparo
Ochoa (“Mi abuelo”), Carlos
Mejía Godoy (“Quincho
Barrilete”), Chico
Buarque (“Bastidores”),
Malvina Reynolds (“Cajitas”), Víctor
Jara (“Abre la
ventana”, “Vamos por
ancho camino”) Violeta
Parra ( “Arauco
tiene una pena”, “Corazón
maldito”)
Atahualpa Yupanqui (“El árbol que
tú olvidaste”) Pablo
Milanés (“Pobre del
cantor”), Carlos
Puebla (“Soy del
pueblo”) o Mario
Benedetti (“Cielito de
los muchachos”). Ahí es
nada.
En estas
canciones Germán canta como nunca lo había hecho, con una madurez y una pasión
arrebatadoras, poniendo en ellas toda la sabiduría adquirida durante todos
estos años, toda la emoción y sinceridad, porque estas canciones, amigos, hay
que cantarlas desde el corazón, de lo contrario, su efecto se ve diluido como
un azucarillo en un café.
Ha
querido el destino que América herida
fuera el último trabajo de un artista comprometido, un artista que pensaba que
la palabra era la más potente “arma de construcción masiva” (Carlos Tena dixit) , un artista que tenía una fe
absoluta en América Latina y en los movimientos surgidos durante los últimos
años en aquel continente para quitarse de encima la bota imperialista que,
desde el norte o desde Europa, los ha pisoteado históricamente; un artista que
aparcó la pasividad y se puso manos a la obra; un artista para quien la poesía
era capaz de mover el mundo. Un artista, en fin, esencial: Germán Coppini.
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