La última novela del escritor Ignacio Martínez de Pisón se titula El día de mañana (Sexi Barral, 2011) y desde este mismo momento ya te digo que, si cae en tus manos y aún no la has leído, no dejes pasar la oportunidad de hacerlo. Y es que El día de mañana es una novela de esas que marcan toda una época.
A Ignacio Martínez de Pisón ya lo tenía controlado desde que leí su anterior obra, Enterrar a los muertos, un libro a medio camino entre el ensayo y la ficción, donde narraba los pormenores que rodearon la desaparición de José Torres, traductor y amigo personal del novelista estadounidense John Dos Passos, en una cheka comunista durante la Guerra Civil española. Y es que Torres fue uno de los troskistas más destacados de este país, lo que a la postre, sólo le serviría para ser asesinado miserablemente por los secuaces de Stalin.
En su nueva novela, Martínez de Pisón cuenta la historia de Justo Gil Tello, alias el Rata, un aragonés que emigra a Barcelona a mediados de los años cincuenta, cuando es apenas un muchacho, acompañado de (aunque más certero sería decir tirando de) su madre, enferma y paralítica. A lo largo de la novela, Justo se irá mostrando como un personaje miserable, rastrero, enigmático, camaleónico, mujeriego a pesar de ser bajito y feo, un trepa que no duda en despreciar públicamente a los que lo ayudaron sin pedir nada a cambio, que usa a las mujeres y a los amigos para subir en el escalafón social, que estafa y miente, y que acabará siendo confidente de la policía política franquista, la temible Brigada Social, que acabó convirtiendo este país en un país de soplones y delatores.
A través de un número determinado de narradores, el autor nos va completando todas las caras del poliedro que aparece ante el lector bajo el nombre de Justo Gil. Hasta catorce personajes utiliza Martínez de Pisón para relatarnos la vida de Justo, desde su llegada a una Barcelona inmersa en la posguerra, a pesar de que la guerra hace bastante tiempo que acabó, hasta el año 1978, en plena transición. Catorce personajes que, de una u otra manera, cruzan sus vidas con la de Justo Gil: ex novias, parientes lejanos, inspectores de policía, algún que otro amigo medio tarado, compañeros de trabajo, periodistas, etc. A través de los ojos de estos personajes secundarios (ni una sola vez en toda la obra aparece la voz en primera persona de Justo), vamos conociendo no sólo al personaje principal que es Gil Tello sino también numerosos aspectos de la vida social, política, policial de una época de España que no por cercana en el tiempo resulta más conocida, la del tardofranquismo y la transición, para todos aquellos que por edad no la vivieron. Una época en la que todo estaba por ocurrir, en la que este país se reinventó completamente, como si nunca hubiese ocurrido nada, como si toda esa masa franquista que alababa a Franco en la Plaza de Oriente nunca hubiese existido
Ignacio Martínez de Pisón es un de los mejores narradores de la actual novela española. Sin duda, el gran heredero del mejor Marsé, el de Un día volveré, en esta obra se nos muestra como un escritor con un gran dominio del lenguaje, y con una capacidad ilimitada para construir historias reales y personajes deslumbrantes de esos que tiran de espaldas. Después de leer el libro, uno se queda con la sensación de que todo cuanto ha leído ha pasado ante sus ojos. Así que ya sabes, si acabas de terminar un libro y no sabes qué leer, vete hasta la biblioteca pública más cercana y pídela. Después me cuentas. Que aproveche.
A Ignacio Martínez de Pisón ya lo tenía controlado desde que leí su anterior obra, Enterrar a los muertos, un libro a medio camino entre el ensayo y la ficción, donde narraba los pormenores que rodearon la desaparición de José Torres, traductor y amigo personal del novelista estadounidense John Dos Passos, en una cheka comunista durante la Guerra Civil española. Y es que Torres fue uno de los troskistas más destacados de este país, lo que a la postre, sólo le serviría para ser asesinado miserablemente por los secuaces de Stalin.
En su nueva novela, Martínez de Pisón cuenta la historia de Justo Gil Tello, alias el Rata, un aragonés que emigra a Barcelona a mediados de los años cincuenta, cuando es apenas un muchacho, acompañado de (aunque más certero sería decir tirando de) su madre, enferma y paralítica. A lo largo de la novela, Justo se irá mostrando como un personaje miserable, rastrero, enigmático, camaleónico, mujeriego a pesar de ser bajito y feo, un trepa que no duda en despreciar públicamente a los que lo ayudaron sin pedir nada a cambio, que usa a las mujeres y a los amigos para subir en el escalafón social, que estafa y miente, y que acabará siendo confidente de la policía política franquista, la temible Brigada Social, que acabó convirtiendo este país en un país de soplones y delatores.
A través de un número determinado de narradores, el autor nos va completando todas las caras del poliedro que aparece ante el lector bajo el nombre de Justo Gil. Hasta catorce personajes utiliza Martínez de Pisón para relatarnos la vida de Justo, desde su llegada a una Barcelona inmersa en la posguerra, a pesar de que la guerra hace bastante tiempo que acabó, hasta el año 1978, en plena transición. Catorce personajes que, de una u otra manera, cruzan sus vidas con la de Justo Gil: ex novias, parientes lejanos, inspectores de policía, algún que otro amigo medio tarado, compañeros de trabajo, periodistas, etc. A través de los ojos de estos personajes secundarios (ni una sola vez en toda la obra aparece la voz en primera persona de Justo), vamos conociendo no sólo al personaje principal que es Gil Tello sino también numerosos aspectos de la vida social, política, policial de una época de España que no por cercana en el tiempo resulta más conocida, la del tardofranquismo y la transición, para todos aquellos que por edad no la vivieron. Una época en la que todo estaba por ocurrir, en la que este país se reinventó completamente, como si nunca hubiese ocurrido nada, como si toda esa masa franquista que alababa a Franco en la Plaza de Oriente nunca hubiese existido
Ignacio Martínez de Pisón es un de los mejores narradores de la actual novela española. Sin duda, el gran heredero del mejor Marsé, el de Un día volveré, en esta obra se nos muestra como un escritor con un gran dominio del lenguaje, y con una capacidad ilimitada para construir historias reales y personajes deslumbrantes de esos que tiran de espaldas. Después de leer el libro, uno se queda con la sensación de que todo cuanto ha leído ha pasado ante sus ojos. Así que ya sabes, si acabas de terminar un libro y no sabes qué leer, vete hasta la biblioteca pública más cercana y pídela. Después me cuentas. Que aproveche.
Yo lo acabé ayer y la verdad es que me ha encantado. Que narración más original y cautivadora. Hoy empezaré con "El tiempo de las mujeres" que también tiene una pinta brutal. Muy grande Ignacio Martínez de Pisón. Un placer toparme con tu blog, ¡te sigo desde ya! :)
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