Estoy allí sentado, en la oscuridad más absoluta, oyendo los ruidos de mi propio cerebro. De vez en cuando, un gato maulla en la calle. O pasa una ambulancia con su sirena naranja aullando a lo lejos, en la carretera. La banda sonora de la muerte, pienso. Comienza a soplar un viento fuerte. Produce sonidos extraños al colarse por la rendijas de las ventanas. La puerta da pequeños golpes. Mis nervios se consumen. Se oye un fortísimo impacto. Es una maceta. El suelo queda cubierto de tierra, fragmentos de cerámica y una flor agonizante.
El universo está a punto de irse a la mierda.
Comienzo a reírme con todas mis fuerzas.
El universo está a punto de irse a la mierda.
Comienzo a reírme con todas mis fuerzas.
Desde el nihilismo más absoluto, me encanta esos dos últimos versos.
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