lunes, 6 de diciembre de 2010

Las novelas de Bukowski (VI)

Así se hace una película: Hollywood

En 1978, Barbet Schroeder, director francés de cine, visita por primera vez a Charles Bukowski con la intención de proponerle que escribiera un guión para una película que él pensaba dirigir. Schroeder había dirigido y producido algunas películas en su país de origen, destacando el documental General Idi Amin Dadda (1977), sobre el peculiar dictador de Uganda y Koko, el gorila que habla (1974).
Al principio aquella propuesta no entusiasmó a Bukowski, cuya opinión sobre el cine como medio de entretenimiento de masas ha sido siempre muy negativa:

Si Linda dice “vayamos al cine”, le respondo: “Oh, Cristo”. Es un coñazo ver una película. Me parece que me estafan cuando me siento allí, con toda esa gente. (…) Cuando era niño, en los años de la Depresión, cuando tienes once años, Buck Rogers te parece muy bueno. Incluso Tarzán. Aun Cary Grant y todo eso; nosotros solíamos bostezar sin parar. Yo todavía lo hago. El cine no ha dado mucho en varios decenios.


No obstante, hay algunas películas y algunos directores que sí producen en Bukowski un efecto positivo:

¿Quieres que te nombre algunas películas buenas? Alguien voló sobre el nido del cuco, El hombre elefante, Cabeza borradora, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, esas películas son títulos clásicos. Kurosawa y sus escenas grandiosas de batalla. (…) La primera película que me produjo impresión, la primera que me hizo llorar fue Sin novedad en el frente. La escena de la mariposa me cautivó.

Finalmente se deja convencer por el director francés y en enero de 1979 firma un contrato con Schroeder para escribir un guión, que será completado en tres meses y que se convertirá en la película El borracho (1987), dirigida por el propio Barbet Schroeder e interpretada por Mickey Rourke y Faye Dunaway, en sus papeles protagonistas.

El título original de la película es Barfly. El propio Charles Bukowski explica a Fernanda Pivano el significado de la palabra:

“(…) es alguien que como yo en los viejos tiempos, está sentado en un taburete de un bar desde el momento en que se despierta hasta el momento en que cierra el bar. Creo que barflybarfly es una persona que siempre está en el bar, subsiste allí, lo necesita. Y yo durante mucho tiempo he sido un barfly, estaba allí sentado en el taburete de un bar. Entras por la mañana, te sientas y a veces tienes unos centavos para la primera cerveza y esperas a que alguien te invite.” (literalmente, mosca de bar) viene de ahí, que cuando se bebe cerveza y hay un montón de espuma en la barra, hay unas moscas que zumban y se posan junto a la cerveza y dan una vuelta y luego vuelan de nuevo. Y un


Después del estreno de la película, Charles Bukowski decidió narrar todas las experiencias relacionadas con ella en una novela que acabó llamándose Hollywood, y que fue publicada en 1989. En la obra, Henry Chinaski firma un contrato con un director de cine llamado Jon Pinchot para escribir el guión de una película, aunque para él hacer tal cosa era “algo muy estúpido”. Lo que en principio parece simple, se va complicando de manera increíble, sobre todo por el tema económico. Pinchot no encuentra a nadie que se quiera hacer cargo de la financiación de su proyecto cinematográfico. Sucesivamente van apareciendo empresas que parecen fiables, pero en última instancia, todas acaban desistiendo. Al final se hará cargo de la película una compañía llamada, Firepower Productions,

Son nuevos en Hollywood. Son de fuera. Nadie Sabe qué hacer con ellos. Antes hacían películas oportunistas en Europa. Llegaron de la noche a la mañana y empezaron a hacer docenas de películas, una tras otra. Todo el mundo los odia. Pero negocian, aunque negocian duro.


Los problemas siguen haciendo acto de presencia, hasta tal punto que Pinchot amenaza con suicidarse si no se cumplen las condiciones pactadas en el contrato.
La fuerza del libro radica principalmente en la línea argumental que atrapa al lector desde el comienzo. Hollywood se mueve en tres planos diferentes. Por un lado, Charles Bukowski nos describe el lado más siniestro de Hollywood, esa parte que intuimos pero que en realidad permanece oculta tras el glamour que envuelve todo lo relacionado con la industria cinematográfica y que nos venden en los medios de comunicación:

Las películas costaban una gran cantidad de dinero porque la mayor parte del tiempo nadie hacía nada más que esperar y esperar y esperar. Hasta que esto no estuviese listo y aquello no estuviese listo y la peluquera acabase de mear y el consejero técnico hubiese dado su consejo, no pasaba nada. Todo era una paja deliberada, un sueldo para esto y un sueldo para aquello, y había sólo un hombre que estaba autorizado a poner un enchufe en la pared, y el técnico de sonido estaba cabreado con el ayudante de dirección, y luego los actores no se sentían bien porque así es como se supone que deben sentirse los actores, y así sucesivamente. Era todo malgastar, malgastar, malgastar.

Henry Chinaski siente un profundo desdén hacia este ambiente (“Todo vale en la guerra y en Hollywood”), pero piensa que escribir ese guión es un paso necesario en su carrera como escritor, un peldaño más en su evolución personal como artista. Para Chinaski, la gente que pulula por los estudios y las fiestas, son gente “sin alegría”: “Simplemente no tenían vida por dentro. No podían hacer otra cosa sino encerrarse dentro de un yo que no estaba muy presente.”
El segundo plano en el que se mueve la novela es la situación en la que se encuentra el propio Henry Chinaski al convertirse en un escritor de éxito que vende cientos de miles de libros y empieza a ser conocido mundialmente. Por más que le pese a una parte de sus lectores e incluso a él mismo, Chinaski ha dejado de ser el escritor pobre, demente, resacoso, siempre al límite, que solía ser, para convertirse en un escritor con asesor fiscal, una hermosa casa de dos plantas con jardín y un BMW negro modelo 320i. No obstante, hay cosas que permanecen inmutables:

Así que allí estaba yo sentado a la máquina, escribiendo poemas y enviándolos a revistas de poca tirada. No sé por qué, el cuento no aparecía por la máquina de escribir y eso no me gustaba, pero no podía forzarlo, así que me dedicaba a juguetear con la poesía. Era mi escape y mi festín. Tal vez el cuento volvería algún día. Yo, por supuesto, esperaba que así fuese. Los caballos seguían corriendo, el vino seguía manando y Sarah hacía hermosos arreglos en el jardín.


Por último, el libro está salpicado de historias sobre los viejos tiempos, cuando Chinaski era joven y se “moría de hambre con tal de tener tiempo para escribir”. Volviendo la vista atrás, Chinaski reflexiona sobre aquel período:

Debía de estar loco. Sin afeitar. La camiseta llena de quemaduras de cigarrillos. Mi único deseo era tener más de una botella en el aparador. Yo no estaba de acuerdo con el mundo y el mundo no estaba de acuerdo conmigo, y había encontrado a otros como yo, la mayoría mujeres, mujeres que la mayor parte de los hombres no querrían en su misma habitación, pero yo las adoraba, me inspiraban, yo hacía teatro, soltaba tacos, me pavoneaba de un lado a otro en ropa interior diciéndoles lo fantástico que era, pero sólo yo me lo creía. Ellas simplemente gritaban: “¡Vete a tomar por culo!”, “¡Sirve más alcohol!” Aquellas damas del infierno, aquellas damas en el infierno conmigo.

En Hollywood encontramos todo un elenco de personajes que, como él propio Chinaski, desprecian la industria cinematográfica: actores, extras, productores, directores, guionistas, etc. Tipos raros, extravagantes, con manías extrañas que descolocan a Chinaski. Uno de estos personajes es François Racine, “un gran actor, pero de vez en cuando se vuelve loco. Simplemente se olvida del guión y de la escena que se supone que están rodando y hace lo que le viene en gana.”
Henry Friedman es otro de los personajes grotescos que pueblan el universo bukowskiano. Es uno de los dueños de la productora Firepower Productions. Todo el mundo lo odia, pero al mismo tiempo, todos se someten a sus caprichosos deseos. Chinaski lo ve por primera vez en una fiesta de cumpleaños:

Allí estaba con un traje viejo, sin corbata; le faltaba el botón de arriba de la camisa, que estaba arrugada. Friedman tenía la cabeza en otras cosas que no eran la ropa. Pero tenía una sonrisa fascinante y sus ojos miraban fijamente a la gente como si les estuvieran haciendo una radiografía. Había venido del infierno y estaba todavía en el infierno y lo llevaría a uno al infierno también, si se le diera la más mínima oportunidad.


Otro de estos tipos pintorescos es John Galt, un poeta que, en los viejos tiempos, había ayudado a Chinaski. Después de mucho tiempo sin verse, ser produce un reencuentro:

Parecía amable y bueno pero vi un dolor profundo en sus ojos que antes no había visto nunca. Más que un hombre que había querido ser feliz parecía un hombre que había perdido dos peones en los primeros movimientos de una partida de ajedrez sin sacar ninguna ventaja.


A pesar de todo, Henry Chinaski sigue sintiendo el mismo desprecio que mostraba en sus novelas anteriores por la gente:

A mí cada vez que alguien me hablaba me entraban ganas de tirarme por la ventana o de escapar por el ascensor. La gente, simplemente, no me parecía interesante. Quizá no tenía por qué serlo. Pero los animales, los pájaros, incluso los insectos lo eran. No lograba comprenderlo…

Al final de la novela, Henry Chinaski decide que escribirá una novela “sobre la creación del guión y la filmación de la película” y, evidentemente, se titulará Hollywood.
Para Félix romeo Pescador, Hollywood es, sin lugar a dudas, la mejor novela que ha escrito Charles Bukowski, y nos la define como

(…) una historia fuerte, dura, la historia del desengañado viejo que no es. De un escritor movido por el vaivén de los acontecimientos, muy poco preocupado por la acción y guiado por intereses ajenos a él que lo introducen en una dinámica de vida “desordenada”. (…) Hollywood es el retrato de dos decadencias, la de la industria del cine y la de la vida del escritor que se siente absolutamente estafado. Un escritor que se pregunta si alguno de sus lectores será inteligente, que se encierra en su mundo de carreras de caballos, poesía, alcohol y amor. Bukowski consigue crear en Hollywood un ambiente doblemente sórdido: el del mundo insoportable del cine y el de su vida guiada por una razón ajena a él mismo.

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