A estas alturas de la película, cuando el PSOE gobierna Andalucía desde hace tres décadas, cuando han presidido el Gobierno andaluz cuatro presidentes distintos (Rafael Escudero, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves y José Antonio Griñán) los socialistas se han dado cuenta de que la imagen que se proyecta de nuestra tierra fuera de aquí, es una imagen básicamente falsa, una imagen repleta de tópicos. Es decir, que fuera de Andalucía no se nos ve como un pueblo moderno, currante, culto, emprendedor, etc., etc.
Yo no sé cómo verán fuera de Andalucía esta tierra y a sus habitantes, pero desde dentro, la Andalucía que yo veo, la que prevalece es la Andalucía folclórica y cateta, la beatona y subvencionada, la Andalucía de la propaganda y el enchufismo, la Andalucía del régimen socialista. La Andalucía que, tras treinta años de gobiernos socialistas —21 presididos por el mismo individuo— continúa a la cola de todo lo positivo y a la cabeza de todo lo negativo. La Andalucía que se va desangrando poco a poco. La Andalucía anoréxica del presidente Griñán. Esta en la que vivimos. La única que hay.
A la “nueva” Andalucía de los socialistas le gusta auto engañarse sin piedad. “Aquí se vive muy bien”, “La mejor tierra del mundo”, “Como en Andalucía, en ninguna otra parte” y otras estupideces por el estilo, se suelen decir muy alegremente. Sin embargo, yo me pregunto: ¿Quién vive muy bien? ¿Para quién es una tierra maravillosa? ¿Para el millón de parados?
A muchos andaluces, esta Andalucía de romerías y primeras comuniones, de toreros y tonadilleras, del treinta por ciento de paro y autovías que necesitan veinte años para ser terminadas, de Canal Sur (el engendro más aberrante de cuantas televisiones han existido, existen y existirán) de las corruptelas marbellíes, la de los alcaldes a los que el medio ambiente les importa un pimiento, la de los políticos incultos amigos de lo ajeno, la Andalucía que ha destruido sin piedad su riquísimo litoral, esta Andalucía, nos produce bochorno y dolor a partes iguales.
Y es que los distintos gobiernos del PSOE han convertido esta tierra en un páramo cultural. Una tierra donde la intelectualidad brilla por su ausencia, donde apenas existen editoriales y las que hay sólo funcionan a golpe de subvenciones, donde no se hace cine, donde casi no quedan salas para conciertos, donde no se fomenta el pensamiento crítico.
¿Y qué podemos decir del empleo? La tasa de desempleo en Andalucía triplica a la del País Vasco, por poner un ejemplo. Por cada parado de Euskadi, hay tres parados andaluces. El triple. Se dice pronto. Pero resulta muy, muy doloroso. Y las condiciones laborales tampoco son las mismas. Eso lo sabe cualquiera. Por supuesto, en Andalucía mucho peores. Y si, pongamos por caso, en el resto del estado español cae el desempleo en 69.900 almas en el último trimestre, en la Andalucía de mis entretelas sube en 30.000 parados más. Porque esto es Andalucía y aquí las cosas son así.
¿Y la educación andaluza? La escuela pública andaluza hace tiempo que cabalga, desbocada y sin freno, hacia el abismo, gracias al PSOE y a los insensatos planes que una y otra vez ponen en marcha, gracias a su política educativa neoliberal y antidemocrática y gracias, sobre todo, a unos dirigentes (hasta cuatro consejeros y consejeras ha habido en menos de cuatro años), sin otro objetivo que mantener sus sillones y sus privilegios.
Al campo andaluz le ocurre tres cuartos de lo mismo. Aunque la situación es, si cabe, más trágica. Apenas se crea empleo en la agricultura. Y el que se crea no es precisamente empleo de calidad.
El gobierno andaluz hace tiempo que está totalmente paralizado. Sin iniciativas. Sin ideas. Dando palos de ciego. Y además, ahora, resignados, esperando a ser sustituidos por el Partido Popular que, para el caso, es exactamente lo mismo que los que llevan treinta años. Estos días, Griñán y compañía ven cómo el régimen que han levantado con sangre, sudor y subvenciones a lo largo de estas tres décadas, se les viene abajo como un castillo de naipes. Así, de un soplido. Y entre bambalinas, Arenas se frota las manos y espera su momento envalentonado por las encuestas. Pero todo esto qué importa, si en Andalucía se vive muy bien.
Yo no sé cómo verán fuera de Andalucía esta tierra y a sus habitantes, pero desde dentro, la Andalucía que yo veo, la que prevalece es la Andalucía folclórica y cateta, la beatona y subvencionada, la Andalucía de la propaganda y el enchufismo, la Andalucía del régimen socialista. La Andalucía que, tras treinta años de gobiernos socialistas —21 presididos por el mismo individuo— continúa a la cola de todo lo positivo y a la cabeza de todo lo negativo. La Andalucía que se va desangrando poco a poco. La Andalucía anoréxica del presidente Griñán. Esta en la que vivimos. La única que hay.
A la “nueva” Andalucía de los socialistas le gusta auto engañarse sin piedad. “Aquí se vive muy bien”, “La mejor tierra del mundo”, “Como en Andalucía, en ninguna otra parte” y otras estupideces por el estilo, se suelen decir muy alegremente. Sin embargo, yo me pregunto: ¿Quién vive muy bien? ¿Para quién es una tierra maravillosa? ¿Para el millón de parados?
A muchos andaluces, esta Andalucía de romerías y primeras comuniones, de toreros y tonadilleras, del treinta por ciento de paro y autovías que necesitan veinte años para ser terminadas, de Canal Sur (el engendro más aberrante de cuantas televisiones han existido, existen y existirán) de las corruptelas marbellíes, la de los alcaldes a los que el medio ambiente les importa un pimiento, la de los políticos incultos amigos de lo ajeno, la Andalucía que ha destruido sin piedad su riquísimo litoral, esta Andalucía, nos produce bochorno y dolor a partes iguales.
Y es que los distintos gobiernos del PSOE han convertido esta tierra en un páramo cultural. Una tierra donde la intelectualidad brilla por su ausencia, donde apenas existen editoriales y las que hay sólo funcionan a golpe de subvenciones, donde no se hace cine, donde casi no quedan salas para conciertos, donde no se fomenta el pensamiento crítico.
¿Y qué podemos decir del empleo? La tasa de desempleo en Andalucía triplica a la del País Vasco, por poner un ejemplo. Por cada parado de Euskadi, hay tres parados andaluces. El triple. Se dice pronto. Pero resulta muy, muy doloroso. Y las condiciones laborales tampoco son las mismas. Eso lo sabe cualquiera. Por supuesto, en Andalucía mucho peores. Y si, pongamos por caso, en el resto del estado español cae el desempleo en 69.900 almas en el último trimestre, en la Andalucía de mis entretelas sube en 30.000 parados más. Porque esto es Andalucía y aquí las cosas son así.
¿Y la educación andaluza? La escuela pública andaluza hace tiempo que cabalga, desbocada y sin freno, hacia el abismo, gracias al PSOE y a los insensatos planes que una y otra vez ponen en marcha, gracias a su política educativa neoliberal y antidemocrática y gracias, sobre todo, a unos dirigentes (hasta cuatro consejeros y consejeras ha habido en menos de cuatro años), sin otro objetivo que mantener sus sillones y sus privilegios.
Al campo andaluz le ocurre tres cuartos de lo mismo. Aunque la situación es, si cabe, más trágica. Apenas se crea empleo en la agricultura. Y el que se crea no es precisamente empleo de calidad.
El gobierno andaluz hace tiempo que está totalmente paralizado. Sin iniciativas. Sin ideas. Dando palos de ciego. Y además, ahora, resignados, esperando a ser sustituidos por el Partido Popular que, para el caso, es exactamente lo mismo que los que llevan treinta años. Estos días, Griñán y compañía ven cómo el régimen que han levantado con sangre, sudor y subvenciones a lo largo de estas tres décadas, se les viene abajo como un castillo de naipes. Así, de un soplido. Y entre bambalinas, Arenas se frota las manos y espera su momento envalentonado por las encuestas. Pero todo esto qué importa, si en Andalucía se vive muy bien.
Así es esta Andalucía de Andy & Lucas, esta Andalucía de las "paguillas", como dicen en mi pueblo. Y lo peor de todo es que seguimos engañándonos a nosotros mismos. Así de tristes somos.
ResponderEliminary mientras tanto los sindicatos siguen subvencionados, sumisos y sumergidos en un mar de contradicciones.
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