La primera vez que la besó, lo recordaba con todo lujo de detalles, fue como si un huracán se le metiese por la boca y bajara, centímetro a centímetro, hasta el centro del estómago y, una vez allí, arrasara todo a su paso. Y lo más sorprendente es que, mientras la besaba, en su cabeza sólo era capaz de visualizar a Jimi Hendrix, guitarra en ristre, tocando “Purple Haze” en el festival de Woodstock. Y no porque él hubiese estado en Woodstock aquel mítico 18 de agosto de 1969, que no lo había hecho, sino porque lo había visto en una película.
ITINERARIO DE FRANQUEZA
-
Y digo yo…
Si los políticos nos tratan como a idiotas
y los banqueros y sus secuaces
Cuando los empresarios,
los inquisidores y sus religiones,...
Hace 15 horas
De la primera vez que yo la besé, recuerdo poco. Solo sensaciones. Un suave cosquilleo que irradiaba desde debajo de mi ombligo, el calor infinito de su boca, y el olor a frambuesa del cacao de sus labios. Es casi todo lo que recuerdo, porque a mi alrededor se difuminó el mundo, y las luces del local, y las voces de los clientes, y el sonido de la música y el ruido de los coches. Quería que aquel mundo que se había parado, no comenzara a moverse aún. Y en mi cabeza una imagen fija: Marlon Brando besando a Cleopatra.
ResponderEliminarLa primera vez que la besé viajábamos en el asiento trasero de un coche, mi mano exploraba bajo su falda. Su mano también se perdió sobre mi falda buscando nerviosa el encaje de mis medias. Sus labios sabían a fresa, los míos a Bombay azul con unas gotas de limón y tónica. En la radio Drexler nos introducía en el sonido del msg cuando alguien te habla. Nos miramos a los ojos y saboreábamos nuestras bocas en la promesa de algo que comienza. También una imagen de cine en mi retina, en la que alguien decía: "No importa, nadie es perfecto".
ResponderEliminarPues:
ResponderEliminarLa primera vez que la besé, ella acababa de acariciar el perfil de mis labios con sus dedos de uñas infinitas cubiertas de rojo. Se los manchó con mi Rosa Pink de Chanel, y con una suavidad irresistible los paseó por su boca entreabierta. Ese acto me atrajo hacia ella como un imán, hasta sentir sus pezones dirigidos hacia mí, bajo su blusa blanca anudada a la cintura. Mientras, su novio observaba sin rechistar, arrepentido de no haber usado el Naranja Coral de la promoción de perfumería. Eso me excitaba. En mi mente, parpadeaba una escena de un Mogambo inverso.