Me gusta soñar con cosas que no existen. Desde que tengo uso de razón ha sido así. Nunca me han gustado los sueños como reflejo de lo cotidiano. Para que se me entienda con claridad: no me gusta soñar con vacas. O con árboles frutales. O con estadios de fútbol llenos hasta la bandera de forofos vociferantes. Eso siempre me ha parecido algo muy vulgar y a mi sólo me atrae lo extraordinario, lo que rompe la norma, lo que se sale de lo común, lo que va y viene por senderos extraños, lo que se bifurca y después se vuelve a bifurcar y luego otra vez y así hasta el infinito. Últimamente tengo un sueño recurrente. En él aparece un gigantesco agravoqui, ya sabéis, ese pájaro cuyas plumas son mitad fuego, mitad nieve, que come solamente pétalos de tulipán —sus favoritos son los de color negro— y bebe agua de tormenta recién caída del cielo. En mi sueño, el agravoqui me mira a los ojos y con una voz gutural que recuerda a un viejo cantante de música country, me dice: creo que contigo no tengo futuro.
frío polar en la librería rafael alberti
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Ho, ho, ho.
No soy Papá Noel, pero el próximo miércoles 27 a las 18.30h llevaré* Frío
polar* (Tusquets, 2024) a la librería Rafael Alberti de Madrid.
Me...
Hace 2 horas
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