Si el nombre de Malcom McLaren pasa a la historia es, sin duda, por ser considerado el inventor de movimiento punk. Tradicionalmente se le ha atribuido la paternidad de dicho movimiento juvenil de carácter nihilista y destructivo. No obstante, si hemos de ser rigurosos con la Historia, está claro que McLaren no inventó el punk como estilo musical, pues sus orígenes se pueden rastrear en los grupos de garaje norteamericanos de los años sesenta, así como en figuras más o menos underground de los Estados Unidos e Inglaterra: Patty Smith, Lou Reed, Iggy Pop, David Bowie, Alice Cooper y otros muchos más. En palabras de Diego Manrique, Malcom McLaren es un personaje digno de Charles Dickens. De los malos, malísimos, añado yo. Y es que el tipo en cuestión ha sido a lo largo de toda su vida un genio de la palabrería, un mago del funambulismo empresarial, un virtuoso del abracadabra, pata de cabra, me saco de la manga a un grupo de rock y me hago millonario epatando a la biempensante sociedad británica de la década de los setenta. Y eso lo demuestra el hecho de que fuera capaz de inventarse todo un entramado artístico-comercial alrededor de unos tipos sin dos dedos de frente. Me refiero, ladies and gentlemen, como no, a los Sex Pistols. Nunca un grupo de rock ha llegado tan lejos con tan poco que ofrecer. Tan solo grabaron un disco durante su corta pero intensa vida. Pero su legado, tanto artístico como comercial, se ha multiplicado hasta límites insospechados.
Cuentan las crónicas que su abuela materna, Rose Isaacs, judía de origen sefardita, le dijo en cierta ocasión: “Es bueno ser malo y es malo ser bueno” y al chiquillo se le quedó aquello grabado a fuego en el alma. A partir de aquel día vivió siempre bajo la influencia de ese epitafio. Desde su tienda londinense Sex, dedicada a la venta de ropa de tendencia sadomaso, orquestó, dirigió y llevó a buen puerto toda una operación de acoso y derribo al sistema operativo británico, y por ende, al resto de occidente. Llevando a la práctica las teorías del movimiento situacionista, esto es, la provocación hasta límites insospechados y la confrontación como arma de destrucción masiva, fue, durante unos meses, el tipo más famoso de su país, pero también el más odiado, el hombre al que ninguna mujer querría tener como novio de su hija. McLaren dirigió la breve carrera de los Pistols, inventando toda la parafernalia estética del movimiento punk, léase, crestas de colores, camisetas con letreros del tipo “te odio” o “jódete”, imperdibles en las orejas, pantalones agujereados, escupitajos desde y hacia el escenario, y canciones repletas de ruido, mucho ruido, cantidades ingentes de ruido, capaces de transmitir toda la rabia, toda la frustración, toda la mala leche de una juventud, la británica de finales de los setenta, cuyo lema, de camino, también inventó Malcom McLaren: “no future”. Y es que en 1977, el futuro no estaba nada claro. Aunque McLaren ya lo intuía. ¡Qué genio, el cabronazo!
Cuentan las crónicas que su abuela materna, Rose Isaacs, judía de origen sefardita, le dijo en cierta ocasión: “Es bueno ser malo y es malo ser bueno” y al chiquillo se le quedó aquello grabado a fuego en el alma. A partir de aquel día vivió siempre bajo la influencia de ese epitafio. Desde su tienda londinense Sex, dedicada a la venta de ropa de tendencia sadomaso, orquestó, dirigió y llevó a buen puerto toda una operación de acoso y derribo al sistema operativo británico, y por ende, al resto de occidente. Llevando a la práctica las teorías del movimiento situacionista, esto es, la provocación hasta límites insospechados y la confrontación como arma de destrucción masiva, fue, durante unos meses, el tipo más famoso de su país, pero también el más odiado, el hombre al que ninguna mujer querría tener como novio de su hija. McLaren dirigió la breve carrera de los Pistols, inventando toda la parafernalia estética del movimiento punk, léase, crestas de colores, camisetas con letreros del tipo “te odio” o “jódete”, imperdibles en las orejas, pantalones agujereados, escupitajos desde y hacia el escenario, y canciones repletas de ruido, mucho ruido, cantidades ingentes de ruido, capaces de transmitir toda la rabia, toda la frustración, toda la mala leche de una juventud, la británica de finales de los setenta, cuyo lema, de camino, también inventó Malcom McLaren: “no future”. Y es que en 1977, el futuro no estaba nada claro. Aunque McLaren ya lo intuía. ¡Qué genio, el cabronazo!
Bueno, para este no. Pero otras entradas de música o cine o literatura (Tom, Coppola, novela policiaca) vendría muy bien que las acompañaras de imágenes de uno de estos 2 autores:Hopper, Vetriano.Yo los descubrí en el blog de Ramón Repiso "alfileres de luz"
ResponderEliminarSon geniales, creo que te gustarán. Imágenes muy seductoras.
Muy bueno el articulo!
ResponderEliminarAun así, sigo sin comprender sus motivaciones. ¿que era? ¿que buscaba? ¿era un artísta, un egocéntrico, un provocador? buscaba simplemente la fama....
y bueno eso de que "nunca un grupo de rock ha llegado tan lejos con tan poco que ofrecer" habría que discutirlo... jejeje
no conocía el blog...
saludos desde granada
javier
http://javiercrasher.blogspot.com/