sábado, 17 de octubre de 2009

Las aberraciones del sistema capitalista

El pasado viernes pasaron en el programa "Versión Española" de La 2, la película El método, dirigida por el director argentino Marcelo Piñeyro y basada en la obra teatral de Jordi Galcerán. Por motivos que no vienen al caso, se me escapó cuando fue estrenada en las salas de cine, así que ayer a las diez de la noche estaba sentado delante de la pantalla de mi televisor para ver la que, intuía, sería una gran película. Y es que una peli en la que se junta tal elenco de actores y actrices (Carmelo Gómez, Adriana Ozores, Eduardo Noriega, Natalia Verbeke, Ernesto Alterio, Eduard Fernández, Najwa Nimri Pablo Echarri) y dirigidos todos ellos pro un director que cuenta en su haber con películas de la grandeza de Caballos salvajes o Tango feroz, a la fuerza tiene que ser buena.
Dejando a un lado los hallazgos cinematográficos de la película, que los tiene y bastante buenos, lo que de verdad me subyugó fue lo que se cuenta en la pantalla. Un grupo de gente, cuatro hombres y dos mujeres, todos ellos directivos de otras empresas, son convocados a una prueba para hacerse con un puesto de trabajo mejor, se supone, que el que ya tienen. Al iniciarse la prueba les hacen firmar unos documentos informándoles de que serán evaluados según el Método Gronhölm. Por supuesto, nadie tiene ni idea de en qué consiste dicho método de selección de personal. Pero todos acceden. A medida que avanza la película, van descubriendo, o mejor dicho, vamos descubriendo, todos a un tiempo, aspirantes y espectadores, cuáles son las características del dichoso método: son los propios demandantes, mediante una serie de pruebas, quienes van decidiendo quién sigue adelante o quién es expulsado de la sala, perdiendo todas las posibilidades de conseguir el empleo. Ah, se me olvidada, ente ellos hay un caballo de Troya de la empresa, que está allí para dinamizar, que dirían ellos, el trabajo sucio. La película es una denuncia del sistema capitalista, de sus malas artes, de su deshumanización, de su ambición sin límites, de sus aberraciones con respecto a los trabajadores. La empresa hará todo —sea lícito o no— cuanto esté en sus manos para ver con qué tipo de gente está tratando. Y en cuanto a los aspirantes, qué se puede decir de semejante fauna. Todo vale con tal de conseguir el empleo, parece ser el lema de todos ellos. No importa si tienen que delatar a algún compañero, no importa cuántos codazos habrá que dar para abrirse paso, no importan los cadáveres que vayan quedando en el arcén. Aquí nadie entra a valorar las consecuencias morales de sus decisiones, con tal de ser el elegido o la elegida. El colmo de la degradación llega cuando a la hora del almuerzo, la empresa les lleva comida en mal estado. Y todos acaban comiéndola —o mejor dicho, engulliéndola— porque piensan que eso, precisamente, es lo que la empresa espera de todos y cada uno de ellos. Lo peor del caso es que según contó el director de la película en el debate posterior a su emisión, todo está basado en hechos reales e incluso se cortaron un poco a la hora de plasmarlo en el guión, porque en ese tipo de selección de personal se les piden a los aspirantes cosas tan increíbles que dejan de ser verosímiles. De cualquier manera, no hay que ser un lince para saber que eso es así, lo estamos viendo todos los días en nuestros centros de trabajo. Me contaba hace poco un amigo que es empleado de unos grandes almacenes de este país, que durante la última huelga general que hubo en España, la dirección de la empresa reunió a toda la plantilla unos días antes y les dijeron, así, con todas la letras y sin cortarse un pelo, que el derecho a la huelga era, efectivamente, un derecho, pero que en esa empresa, se valoraría muy positivamente a las personas que no lo secundaran. Con la precariedad laboral que tenemos encima y con los sindicatos mayoritarios que nos representan, no hace falta decir que allí nadie fue a la huelga.
He hablado al principio del grupo de actores y actrices de la película: Están todos muy bien (coño, si hasta Najwa Nimri, la actriz más plana que existe en este país, se salva), pero para mí, destacan dos sobre todos los demás: Eduard Fernández, un pedazo de actor como la copa de un pino —todavía me conmueve su actuación el Smoking room, otra película en la misma onda que El método—, y sobre todo, la inconmensurable Adriana Ozores: Esta mujer ha ido creciendo como actriz película a película. Yo no tengo dudas de que, hoy por hoy, es la mejor actriz española. El día que trabaje con Pedro Almodóvar, todo el mundo se dará cuenta. Mientras tanto, sólo unos pocos lo decimos. Aquí tiene un papel cortito, pero intenso. Con esa mirada y esa elegancia natural que la caracteriza, no cabe duda, de que es maravillosa.
En resumen, que mi intuición no me falló y pasé un par de horas de puta madre viendo El método. Lo malo es que mientras dormía he tenido una terrible pesadilla. He soñado que el sistema capitalista me engullía hasta tal extremo que me nombraban director de selección de personal de El Corte Inglés. Uf, qué miedo.

1 comentario:

  1. De competir por trabajos yo sé mucho. Me he pasado 6 años presentandome a entrevistas, compitiendo por una mierda de trabajo de 6 meses, año tras año. Precariedad total. Y créeme, se hacen verdaderas barbaridades por un puesto. Algún día te lo contaré...
    Y te voy a hacer un comentario en tu entrada del aparcacoches.
    Hoy publico con mi perfil de internauta. Quizás os suene.

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