martes, 24 de junio de 2014

Música y contracultura en España (segunda parte)



Años setenta. Raros y heterodoxos. La era hippy
 
Haz el amor y no la guerra, rezaba el eslogan hippy. Pero resulta que en España, lo que era el amor se hacía poco, y la guerra, aunque hacía casi tres décadas que había terminado, estaba tan presente como si hubiese tenido lugar un lustro antes. Ser hippy en estas latitudes era un acto heroico, en el que a uno, por llevar el pelo por debajo de los hombros, lo menos que le podía pasar era que sus vecinos pusieran en duda su heterosexualidad o le mentaran a la madre. Para colmo, conseguir drogas en un país tan puritano como el de entonces era francamente complicado, a no ser que pertenecieras a la alta sociedad del régimen. Además, los primeros hippies hispanos recibieron hostias desde la derecha (algo, más o menos obvio y natural) y desde la izquierda, que no estaba dispuesta, como sostiene el periodista Moncho Alpuente, a aceptar la más mínima desviación de la ortodoxia. En cuanto al fenómeno musical hippy, eso ya fue harina de otro costal. En Sevilla, surgen los Smash, un grupo formado por un danés y varios sevillanos, entre los que destacaban Julio Matito, Gualberto y Manuel Molina, un gitano de Triana que ponía el contrapunto flamenco a los desvaríos blues y rockeros del resto de sus compañeros. Smash duró apenas cinco años pero dejó algunas de las canciones más brillantes de la historia de la música española, entre ellas  “El garrotín”, una descarga flamenco-psicodélica que tumba de espaldas. Si no los conoces, ya estás tardando en buscarlos en internet.
En Cataluña, hubo una importante proliferación de grupos y solistas, con nombres como Máquina, Tapimán, Música Dispersa, Agua de regaliz, o solistas de la calidad del guitarrista Toti Soler, o los cantantes Pau Riba y Jaume Sisa. Sisa, iconoclasta, inquieto, anarquizante, al que le gusta autodefinirse como “cantautor galáctico”, es todo un icono de la contracultura española, y un músico de referencia para muchos de los grupos y artistas que han venido tras él. Entre sus discos más destacados está el magnífico Qualsevol nit pot sortir el sol (Cualquier noche puede salir el solo) del año 1975.
Otros músicos con influencias más o menos hippies en algún momento de sus carreras fueron las Vainica Doble, Eduardo Bort, Pep Laguarda, Solera, C. R. A. G (Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán) o la genial cantante María del Mar Bonet y el cantautor extremeño Pablo Guerrero. A día de hoy, estos dos últimos, siguen en activo, haciendo en todo momento las canciones y los discos que les da la real gana.

Hijos del agobio. El rock urbano

El 20 de noviembre de 1975, tras cuarenta años de dictadura cuartelera y asesina, estira la pata Francisco Franco, “Caudillo se España por la gracia de Dios”, según se podía leer en las monedas españolas de la época. Con la muerte del Ogro, el país entra en una nueva etapa. Las ansias de libertad, las ganas de expresarse, el deseo de vivir en un sistema distinto al que han conocido la mayoría de españoles hasta la fecha, trae consigo una nueva forma de rock, el llamado rock urbano. El periodista musical Jesús Ordovás nos lo contó en su libro ¿De qué va el Rrollo? (escrito así, con dos erres). Un montón de grupos procedentes de barrios periféricos de Madrid, como Vallecas, Carabanchel, La Elipa, etc., se lanzan al abordaje, empuñando sus guitarras eléctricas. Entre los más destacados, Burning, Leño (liderados por Rosendo Mercado, aún hoy en activo), Mermelada, Coz, Cucharada (el grupo de Manolo Tena), Asfalto, Topo, un jovencísimo Ramoncín, con sus provocadoras letras y su actitud chulesca, y los catalanes La Banda Trapera del Río, liderados por Morfi Grey, autores de auténticos himnos contraculturales de la Transición española, como “Curruquis de barrio”, “Nos gusta cagarnos en la sociedad” o “Nacido del polvo de un borracho y del coño de una puta”. Muchos de estos grupos fueron auténticos fenómenos tanto de ventas como de público en su momento, a pesar de su actitud nada complaciente con el sistema. Primos hermanos del rock urbano son los grupos españoles de heavy metal que aparecieron a finales de los 70 y principios de los 80. Los más populares fueron, sin duda, Barón Rojo, que cosecharon sonoros éxitos internacionales, y Obús, pero hubo otros muchos: Pánzer, Santa, Banzai (el grupo del guitarrista Salvador Domínguez), Bella Bestia…

Dame veneno que quiero morir. Gitanos del suburbio

En paralelo al rock urbano, empieza a vislumbrarse lo que acabará por convertirse en todo un fenómeno de la música hispana: la rumba suburbial. Pero antes, tenemos que trasladarnos a Sevilla. Año 1977. Dos adolescentes gitanos del barrio de las Tres Mil Viviendas, Raimundo y Rafael Amador, que se han criado escuchando cante jondo, se juntan con José María López Sanfeliu (aka Kiko Veneno), un licenciado en Filosofía y Letras que acaba de volver de un viaje iniciático por los Estados Unidos, donde ha profundizado en la música y la poesía de su gran ídolo, Bob Dylan. De esta unión tan poco natural a priori, saldrá el grupo más iconoclasta, surrealista, subversivo, vanguardista, libertario, callejero y libre que ha dado la música hecha en España: Veneno. En lo musical, la mezcla de las guitarras de palo con las letras de Kiko Veneno no se parece a nada de cuanto se ha hecho en España hasta la fecha. Sólo grabaron un disco, pero vaya disco. No es punk, ni flamenco, ni rumba, ni rock, pero al mismo tiempo es todo eso y muchas más cosas. La portada fue censurada porque en ella se veía una tableta de hachís envuelta en papel de plata con el nombre del grupo grabado a fuego. Sin lugar a dudas, el mejor disco de la historia de la música española.
Tras la disolución de Veneno, los hermanos Amador forman Pata Negra y Kiko Veneno sigue su camino en solitario, echándose un cantecito siempre que tiene ocasión y regalándonos algunos discos llenos de genialidad. Y ojalá que por muchos años.
Por esta misma época de la que estamos hablando, numerosos gitanos empiezan a comprender que su música y su arte tienen algo que los hace únicos. Es el momento de la rumba suburbial y canalla. Las Grecas, un dúo formado por las hermanas Muñoz Burrull, con su gypsy-rock, una excitante mixtura de flamenco, rumba, y poderosos riff de guitarra eléctrica, rompen todos los esquemas habidos y por haber. Tras su estela, vendrán otros muchos, que irán dejando numerosas muestras de su poderío racial en discos y casetes que se venden sobre todo en las gasolineras. Para la historia quedan Los Chichos y Los Chunguitos, que supieron retratar como nadie las vivencias de toda una generación de chavales del extrarradio, la mayoría de ellos delincuentes juveniles enganchados al jaco. Probablemente lo más contracultural que se ha creado en España.

(El artículo "Música y contracultura en España" apareció publicado en el número de abril/2014 de la revista mejicana Generación

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