Los
seguidores de Alice Munro estamos de enhorabuena. La escritora canadiense ha
sido galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2013. Después de varias
nominaciones en años anteriores, este año, al fin, el jurado que concede el
Nobel, ha decidido premiar a esta maravillosa escritora. Imagino que con la
sabiduría que dan 82 años de edad sobre la Tierra, y tras los muchos premios que
ha ganado a lo largo de su vida, Alice Munro ya debe de andar de vuelta con
esto de los premios, pero también la imagino contenta y satisfecha, pensando,
qué coño, algo he debido de hacer bien para que esos tipos opinen que merezco este
premio. Y yo me alegro por ella y por la
buena literatura.
A Alice
Munro la descubrí hace nueve o diez años. Creo que fue en un artículo que
alguien dedicaba a ese grupo de escritoras norteamericanas que a mediados de la
década de los ochenta inyectaron sangre nueva al relato corto. Me refiero a
escritoras como la genial Amy Hempel, Lydia Davis, Grace Paley, Mary Robinson,
Joy Williams, Cynthia Ozick, Ann Beattie y, por supuesto, Alice Munro. En
aquellos días me leí todo lo que encontré de esta autora y actualmente, voy
leyendo sus nuevas obras. Cada equis tiempo vuelvo a releer algunos de sus
libros, sobre todo los relatos. Lo mismo me ocurre como Amy Hempel. Alice y
Amy, dos autoras a las que no me canso de releer.
De entre
todos los libros que he tenido oportunidad de leer de la autora canadiense, mi
preferido es Odio, amistad, noviazgo,
amor, matrimonio, publicado en 2001, aunque en España tuvimos que esperar
hasta 2007 para que RBA lo editara traducido al castellano. De cualquier
manera, tengo que confesar que me gustan mucho más sus libros de madurez que
aquellas primeras obras donde todavía no era la cuentista magistral que ha llegado
a ser. No obstante, cualquiera de sus obras merece la pena y mucho: Escapadas, por ejemplo, es un libro
magistral. Lo mismo ocurre con sus más recientes obras, Demasiada felicidad o Mi vida
querida.
De la
obra de Alice Munro me sorprenden, sobre todo, tres aspectos: el primero es su minuciosa
capacidad para nombrar el mundo. Nunca antes había leído a un escritor que
fuese capaz de nombrar, de una manera
tan personal —me atrevería a decir, tan femenina, en el mejor sentido de la
palabra— el espacio que le rodea. Por poner un solo ejemplo, jamás pude
imaginar que existiesen tantos tipos de flores distintos como los que aparecen
en los relatos de Munro. El segundo aspecto que me sorprende de la obra de esta
autora, es el apego que siente por su tierra natal. La práctica totalidad de
sus relatos tienen lugar en su Ontario natal. Un claro ejemplo de cómo lo local
acaba siendo universal. Algo que antes que ella, ya habían cultivado otros
cuentistas como Chejov y Flannery O´Connor, dos de sus referentes más
inmediatos. Y por último, quizás lo más fascinante de todo: Alice Munro hace
que lo pequeño, lo cotidiano, lo incluso vulgar, adquiera tintes dramáticos. En
los relatos de Alice Munro, uno nunca sabe cuándo se va a topar con esa frase,
ese giro inesperado que hará que todo se tambalee, que todo el sistema de
valores de tal o cual personaje se venga
abajo como un catillo de naipes. Exactamente como ocurre en la vida
real.
En los
últimos años, siempre que hablo de literatura con amigos y conocidos, siempre
que me piden opinión sobre algún escritor que destaque por encima de la media,
acabo citando a la escritora canadiense. Así que estos días me siento contento.
Porque, por una vez, el Premio Nobel de Literatura recae sobre alguien que, en
mi opinión, lo merece. Alice Munro. ¿Qué aún no la conoces? No me
jodas, ¿y a qué
esperas para leer uno de sus libros?
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