jueves, 5 de agosto de 2010

Distorsión

No conozco esta ciudad cuando llueve.
Todo es distinto. La lluvia penetra en cada célula
de mi cuerpo, se pasea por mis venas,
llega hasta las uñas de los dedos de mis pies.
Una paloma mensajera bebe en un charco
y deja olvidado en él una parte de su corazón.
Yo la miro a través del cristal sucio de mi dormitorio,
mientras pienso por qué Gil de Biedma no escribió
una sextina sobre las putas del Barrio Chino.
La muerte no es el principio,
no obstante, tampoco es el final.
Y el suicidio es puntos suspensivos.
Cuando era niño mi hermana solía decir
las gotas de lluvia son lágrimas de Dios.
El agua corre calle abajo. Viene un barco
de papel navegando en la misma dirección,
pero naufraga estrepitosamente
en un arco iris de sangre.
Esta ciudad es como las demás,
pero distinta a todas las otras.
Esta ciudad contiene en su interior cientos de ciudades.
Un perro con tres patas se ladra a sí mismo
con desgana. Quizás haya descubierto
el significado de la palabra espejismo.

(De Los poemas del frío, Ediciones Osuna, 200)

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