lunes, 16 de agosto de 2010

Alicia

Alicia ya no podía esquivar más golpes. Había llegado al límite de su aguante. Durante demasiado tiempo había evitado cada uno de los envites, cada uno de los derechazos, cada uno de los golpes bajos que la vida le había dado, pero su capacidad de resistencia había saltado por los aires como un coche bomba en un mercado de la ciudad de Bagdad. Había llegado la hora de tirar la toalla, de tumbarse sobre la lona y dejar que una voz anónima iniciara la tenebrosa cuenta atrás: diez, nueve, ocho... Hasta que el sonido metálico de la campana marcara el final del combate. Aunque eso supusiese la derrota definitiva.

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