Abril es un mes mágico. Después de un largo
invierno, lleno de frío y de lluvia, comienzan a florecer las rosas, las
margaritas y las azucenas, los narcisos y los jacintos, los tulipanes y los
cerezos, y también lo hace la República, con sus tonalidades rojas, amarillas y
moradas y sus palabras hermosas: libertad, igualdad, fraternidad. Palabras que el
viento se encarga de esparcir por los cuatro puntos cardinales y van perfumando
con su aroma dulzón el cielo azul y límpido.
En abril todo se llena de color. Y las mujeres y
los hombres, trabajadores de todas las clases, se echan a las calles de manera
espontánea, con entusiasmo desmedido, y comparten su pan y su vino y
sus cantos subversivos, alegres y contagiosos y se
lanzan vivas a la vida y mueras al rey y se baila y se bebe y las orquestas
tocan himnos festivos y obreros y viejos republicanos con trajes raídos por mil
batallas perdidas izan la bandera tricolor en mástiles improvisados.
En abril todo se llena de República. Y los poetas salen a las calles en tropel, a cantar sus versos, a compartir sus rimas, a regalar sus metáforas y Antonio Machado y María Zambrano y Rafael Alberti y María Teresa León y Federico García Lorca y Ernestina de Champourcín y Luis Cernuda y Luisa Carnés y Miguel Hernández y María Enciso y León Felipe y Rosa Chacel y Emilio Prados y Concha Méndez y Juan Ramón Jiménez y Zenobia de Camprubí y Pedro Salinas y Concha Zardoya y muchos otros, mujeres y hombres, hoy martes 14 de abril de 1931, están exuberantes, felices, pletóricos y qué lejos quedan hoy, en este día rebosante de esperanza, Colliure, Roma, el Barranco de Víznar, Ciudad de México, la cárcel de Alicante o Boston. Qué lejos, hoy, el dolor y la muerte. Qué cerca, hoy, la vida.
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