Tarde de domingo. El frío otoñal atraviesa el corazón como una pequeña flecha de cristal lanzada desde un arco invisible. La luz tenue impregna la vida, que parece tener un aire como de extrañeza. Té caliente con menta y una canción de Leonard Cohen -"Dance me to the end of love"- y no hacer nada, sólo sentarnos a ver cómo pasa el tiempo, con su rostro de cazador furtivo y sus manos de asesino en serie. Y luego bailaremos hasta que el amor llegue a su fin.
(Este relato está incluído en mi libro La mirada del jazz, Editorial Alhulia, 2006 y está dedicado, por supuesto, al viejo Leonard, flamante Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011)
(Este relato está incluído en mi libro La mirada del jazz, Editorial Alhulia, 2006 y está dedicado, por supuesto, al viejo Leonard, flamante Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011)
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