sábado, 6 de junio de 2009

¿Dónde están mis magnolias?, de Isabel Rodríguez

El viejo gramófono suena en la oscura habitación. La trompeta de Chet Baker desagarra el aire con su aguda melancolía empapada en alcohol y lo llena de colores, de los colores de las pinturas impresionistas que sus melodías desgranan en la atmósfera viciada de la alcoba. En la pantalla del televisor un documental sin sonido se mueve entre icebergs y glaciares, en alguna tierra lejana. “Aquí no hay icebergs”, piensa, “eres un iceberg: una parte fuera. Fría, helada, fuerte. Diez partes subterráneas, ardientes, más fuertes y con flores: magnolias (planta que sólo crece con el verano)”, eso le había escrito él una tarde, en la servilleta del bar en que tomaban copas, y ella había guardado la servilleta, todavía la tenía, doblada cuidadosamente entre las páginas de un libro de poemas. Era un local donde se escuchaba jazz y también entonces sonaba Chet Baker, el íntimo desgarro de esa trompeta inigualable… El iceberg se derrite en la pantalla, como parece derretirse la tarde en una lluvia interminable que se desliza suave, lentamente, por los cristales; porque es una tarde lluviosa. Una de esas tediosas tardes de domingo que anuncian el final del paréntesis del fin de semana, el paréntesis de las diarias rutinas, levantarse, acudir al trabajo apretujada en el metro entre decenas de cuerpos soñolientos como el suyo, desvaídos y grises, las inacabables horas colgada al teléfono, aguantando impertinencias, respondiendo a todo con una voz neutra, profesional, que no deje transparentar su irritación, su cansancio, su deseo de estampar el teléfono contra la pared y salir huyendo…

Tiene el ordenador encendido y la página en blanco del archivo que acaba de abrir parece retarla desde su albo silencio. Sobre la mesa, la caja metálica con la jeringuilla, las gomas… Teclea unas líneas, las lee, lo borra todo. “Cuando me pongo a escribir nunca se me ocurre nada. Y lo poco que llego a escribir es una basura. No sé por qué me empeño. Se está acabando el plazo para presentar el libro y no he pasado del tercer poema…” La trompeta se eleva en un agudo desgarrador que le corta el aliento. “Después de todo, tampoco importa. Ya sé que no lo voy a escribir ni lo presentaré al premio, y además da igual…” Todo da igual desde aquella mañana imborrable, fija para siempre en su memoria y en su vida, aquella mañana en que el niño, su niño, sólo suyo, porque sola lo tuvo y sola con él vivió sus horas más difíciles y también las más felices; aquella mañana en que el niño salió con su pequeña cartera hacia el colegio y ella se asomó al balcón para despedirlo y vio cómo el automóvil, aparcado en la esquina, arrancó inesperadamente, y el golpe, y su grito, su grito desgarrando el aire como la trompeta de Chet Baker, ese agudo sonido empapado de alcohol y desesperanza… Y ya nunca volvieron los días soleados, el corazón caliente, la cara del niño, esos días perdidos, cuando él soñaba despierto y ella cantaba en la noche canciones de cuna que llenaban sus sueños de luces y de mariposas. Ya sólo tiene el tedio de un trabajo irritante, de un empeño imposible, de una ausencia que todo lo contagia de negrura.

Y tiene también la puerta abierta, la evasión, el olvido. Así, sobre la mesa, al alcance de su mano. La única dicha que puede administrarse por sí misma. “Soy como un iceberg. Y voy al encuentro de mis diez partes sumergidas. Mis magnolias…” Y la dicha corre por sus venas y un calor dulce la invade y se deja ir lenta, dulcemente. “Mi niño…” Va hacia el balcón, allí lo encontrará, escucha su llamada. Lo abre y se derrumba despacio, en una inercia dulce, entre luces azules y blancas mariposas, bajo la lluvia que cae interminable sobre sus magnolias encontradas…

Entre las rejas del balcón asomaba su zapato y en la alcoba oscura el viejo gramófono seguía sonando y el aire vibraba bajo las notas dolidas de Chet Baker.


A Rafael Calero y a su “Mirada del Jazz”, a cuya sombra se escribieron estas líneas.

Isabel Rodríguez

Mayo 2009

2 comentarios:

  1. Un poco espeso, no? no termina de gustarme. Me da reparo ponerte este comentario porque igual molesto a alguien pero si se admiten críticas la mía no es muy alentadora con este relato. De esta autora he leído alguna poesía un poco empalagosa también. Otras veces se va al poema épico tipo "Penélope" y la historia le viene grande pero bueno, si molesta mi comentario puedes borrarlo, no lo consideraré censura.

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  2. No te preocupes, esa es tu opinión, y aquí se respetan todas las opiniones, las buenas, las regualres y las malas. Sigue aportando las tuyas, pro favor.

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