A día de hoy Ascensión
Mendieta tiene 91 años. Es una anciana de mirada limpia y voz hermosa, que
emociona hasta las lágrimas cuando uno se para a escucharla. Hemos tenido
ocasión de verla más de una vez en la televisión, sobre todo en el programa de El
Gran Wyoming. Desde los 13 años ha sido huérfana de padre.
Su padre no murió de cáncer,
ni de tuberculosis, ni en un pozo minero, ni se cayó de un andamio. Su padre,
como el padre de miles de niñas y niños españoles, fue fusilado por los
fascistas de su pueblo. Se llamaba Timoteo Mendieta. Ocurrió un lejano 15 de
noviembre de 1939. Lo enterraron al día siguiente en una fosa común en el cementerio
de Guadalajara, como si fuese un perro, con otros como él: sindicalistas,
comunistas, socialistas, anarquistas, antifascistas.
El padre de Ascensión se
ganaba la vida como carnicero y su delito fue pertenecer a la UGT. Vivían en Sacedón,
un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara. Estaba casado con María,
cuyos padres eran de derechas y no veían con buenos ojos que su hija se casara
con un rojo. La pareja tuvo siete hijos. El día que lo mataron, el más pequeño
era apenas un bebé.
Ascensión se ha pasado media
vida suspirando por encontrar los restos de su llorado y añorado padre. Hasta
el año 2012 siempre que salía en televisión o siempre que había una
manifestación a favor de la Memoria Histórica, la acompañaba su hermana Paz. Su
hermana murió, pero ella continuó con su lucha, con más ahínco, si cabe. Y
ahora, por fin, lo ha conseguido. Han aparecido los restos de su padre. Y ello a pesar del estado español que nunca,
bajo ningún concepto, la ha ayudado. Más bien todo lo contrario. Le han puesto
todos los impedimentos que han podido y alguno más, han zancadilleado su
búsqueda, la han boicoteado. En más de una ocasión hemos escuchado a algún miembro
del gobierno de Mariano Rajoy manifestar que se sienten orgullosos de que nunca
han destinado un euro a la partida de Memoria Histórica, incumpliendo las leyes
que tanto dicen defender y acatar. Hasta que apareció en su vida la jueza
argentina María Servini de Cubría y se puso manos a la obra para reparar una injusticia
histórica sin parangón: investigar los crímenes atroces del franquismo.
Durante las tres semanas que
han durado los trabajos de exhumación, Ascensión ha ido cada día al cementerio
de Guadalajara, esperando con anhelo que los restos mortales de una de aquellas
personas fuesen los de su padre. Al final ha habido suerte. Ahora podrá cumplir
su máxima aspiración: ser enterrada con él el día que ella muera.
Los trabajos de exhumación
se han llevado a cabo con el dinero que ha puesto la gente, pues como ya hemos
señalado, no ha habido ni un solo euro de ayuda pública. Sin embargo, han
llegado aportaciones particulares de personas de diferentes lugares del mundo
comprometidas con la recuperación de la Memoria Histórica y con la lucha antifascista.
Ejemplar ha sido la contribución de seis mil euros hecha por el sindicato de electricistas
noruegos. Cuando se entraron de la historia de Ascensión quedaron profundamente
conmovidos por su entereza y por su dignidad, por su inagotable fuerza de
voluntad, por el amor eterno que siente por su padre.
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