lunes, 5 de septiembre de 2016

APOCALYPSE NOW

Cuando ella le dijo
que ya no lo amaba,
que había otro hombre,
que aquello era el fin,
se fue hasta el desván,
buscó la escopeta,
metió dos cartuchos
y sin pensarlo un segundo,
disparó a bocajarro
contra la pantalla extraplana
—cuarenta y dos pulgadas,
sonido envolvente,
tdt incorporado—
del maldito televisor.

Era lo menos que podía hacer.


(Versos de alambre de espino, Editorial Alhulia, 2009)

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