Ya todo
es cicatriz, hospital y alacranes.
Isabel Pérez Montalbán
Llegaron
con el frío.
Los
hombres con sus flamantes trajes
de
diseño italiano,
las
mujeres con sus vestidos
de
color azul marino.
Venían
cargados de reformas
de
resentimiento
de
mala leche.
Toneladas
y toneladas de mala leche.
Juraron
sus cargos
mirando
de frente al crucifijo
con
la mano derecha
—no
podía ser de otra manera—
sobre
la biblia.
Cada
viernes se juntaban
para
llevar a cabo su maléfico plan.
Un
día bajaban los sueldos
o
allanaban el camino para el despido libre.
A
la semana siguiente
prohibían
enfermar, abortar, sonreír.
Así
una semana y otra y otra y otra
hasta
el infinito y más allá.
Salvaron
a los bancos.
Aplastaron
a las personas.
Por
las calles y colegios
se
volvieron a ver niños con hambre
y
el frío caló hasta los huesos.
El
país como una gran plató
de
una película de Roberto Rossellini
donde
la tristeza campa a sus anchas
donde
el dolor es moneda de cambio
donde
ya todo es cicatriz, hospital y alacranes.
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