Desde mi ventana
puedo ver la playa.
El vaivén de las olas
ha dejado sobre la arena húmeda
tres ángeles muertos.
Llevan las alas empapadas
y manchadas de barro.
De las cuencas de sus ojos salen
unos finos hilos
de líquido azulado.
Todo parece casual.
Seguramente,
ésta será la época del año
en que mueren los ángeles.
(El placer de ver morir a un ángel, Huerga y Fierro Editores, 2011)
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