domingo, 3 de julio de 2011

Camarón

El día 2 de julio de 1992, moría, tras unos meses de enfermedad, a los cuarenta y dos años de edad, la figura más carismática del flamenco contemporáneo, José Monge Cruz, Camarón de la Isla. Unos meses antes, la prensa española se hacía eco de la noticia: el cantaor gaditano padecía una grave neumonía que, a la postre, acabaría con su vida.
Recuerdo que aquel caluroso y ya lejano día de julio, escuché la noticia en Radio3 y, no por esperada, fue menos traumática. Yo había llegado a la música de Camarón, como mucha otra gente de mi generación, a través del grupo sevillano Pata Negra (el grupo de flamenco-blues de los hermanos Raimundo y Rafael Amador) y de Kiko Veneno, autor de algunos de los temas más populares de Camarón, por ejemplo, al archiconocido "Volando voy".
Qué duda cabe de que Camarón fue la figura totémica del mundo del flamenco, influencia confesa de todos los flamencos que han llegado después. Ahí está su discografía para confirmarlo, tanto sus primeros trabajos acompañado por la guitarra siempre magistral de otro gaditano universal, Paco de Lucía, siguiendo la senda de la ortodoxia flamenca, mamada desde la más tierna infancia en la fragua paterna y en la Venta de Vargas, como sus trabajos revolucionarios producidos por otro visionario del arte flamenco, el gran Ricardo Pachón.
En mi modesta opinión, los dos grandes discos de Camarón pertenecen al mismo período histórico, y son, como no podía ser de otra manera, cara y cruz de la misma moneda. En 1978, Camarón se pone a las órdenes de Pachón, y con la ayuda de un puñado de músicos carentes por completo de prejuicios, paren La leyenda del tiempo. Aunque en su contexto histórico, el disco fue un absoluto fracaso comercial, todos los que de una u otra manera participaron en él, han contado siempre que han tenido ocasión, que sabían que estaban haciendo Arte con letras mayúsculas y que aquel disco trascendería aquel momento histórico. Entre los surcos de ese disco, se encuentran todos los ingredientes del flamenco del siglo XXI: desde la fusión natural de músicas diversas, sobre todo jazz y flamenco, a esa pasión por la poesía, en especial la lorquiana. Todo está en este disco sublime: lo antiguo y lo moderno, lo popular y lo culto, lo figurativo y lo impresionista. Absolutamente todo. Para mí, otro de los grandes discos de Camarón también data de esta misma época, aunque fue publicado algunos años más tarde. Se trata de Flamenco vivo, una muestra grabada durante el verano de aquel lejano 1978, por distintos escenarios de la geografía andaluza. Es un disco breve en minutos pero rico en matices y en pasión. Acompañado únicamente por la guitarra de un jovencísimo Tomatito, me atrevería a decir que muy pocos discos de flamenco pueden competir en grandeza con este. En el verano del 78, no había otra voz que se pudiese comparar a la de Camarón, y probablemente ningún otro cantaor gozaba de la sabiduría ancestral y de los recursos técnicos para cantar como lo hacía José Monge. Y ahí quedan las bulerías, las alegrías, los fandangos y los tangos de Flamenco vivo para hacernos una idea de cómo cantaba el maestro por aquellos días. Salvaje, anárquico, impredecible, excepcional. Camarón.

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