Cada vez que disparas a un ángel,
y ves
cómo cae,
agonizante,
sin vida,
sobre el asfalto,
piensas que ya nada volverá a ser igual,
que a partir de ese momento todo cambiará.
Pero todo permanece intacto.
(De mi libro El placer de ver morir a un ángel, Huerga y Fierro Editores, 2011).
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