martes, 16 de octubre de 2012

Personaje secundario



La mujer estaba hasta la coronilla de no ser más que un simple personaje secundario, un personaje de esos que sólo dicen unas frases sin importancia aquí y allá, de esos que no marcan el ritmo de la escena, de esos cuya presencia —o ausencia— no ejerce ninguna influencia en el guión que es la vida de los demás. La mujer no era, y eso tenía que admitirlo, le gustara o no, más que un personaje secundario, cuyo papel en el teatro de la vida venía marcado por otros personajes, más o menos principales: su marido, sus dos hijos, sus padres, e incluso, su suegra. Así que aquel día, después de discutir fuertemente con su marido y mandarlo a tomar por culo, no sin antes lanzarle con muy mala leche y mucha puntería un cenicero que le abrió una gran brecha en la cabeza por la que salía un gran chorro de sangre que iba dejando un rastro rojo sobre el suelo de mármol de su piso, decidió que desde ese mismo instante, ella no volvería a ser nunca más un adorno en vidas ajenas. Desde ese día, ella pasaba a ser, con todas las consecuencias, el personaje principal.  

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