Me llegan desde la otra orilla del océano los poemas que conforman Azul Lejano,
el libro que tienes en tus manos del poeta Luis Eduardo Ayala Páez, con
toda seguridad, una de las jóvenes voces poéticas más interesantes de
la poesía que se vive, que se respira, que se escribe, en estos días, en
su país, Venezuela. No me queda más remedio que admitir que estos
poemas me han deslumbrado con su intenso olor a mar, a fruta fresca, a
pasión desenfrenada, en definitiva, a vida.
Y es que no se me ocurre una palabra que defina mejor los versos, las
palabras, los poemas del autor zaraceño que la palabra vida. Versos
sencillos que deslumbran, precisamente, por poseer la cualidad de las
cosas sencillas. Y fíjense que digo sencillos, y en ningún caso, me
refiero a ellos como simples. Porque estos versos pueden ser cualquier
cosa, pero nunca simples. Versos que se empapan de vida, que destilan
vida, que nos muestran vida, que nos regalan, a los que tenemos la
suerte de poder leerlos, vida.
En la poesía del poeta venezolano se oyen, a veces nítidos a veces
lejanos, los ecos de los grandes poetas de la lírica escrita en nuestro
idioma, ese vehículo común que nos une mucho más de lo que nos puedan
separar las enormes distancias. Así, en mi opinión, la huella de la
poesía de Federico García Lorca sobrevuela muchos de los poemas de este
libro. Y es que el poeta de Fuentevaqueros se hace cuerpo en muchos de
estos poemas, donde la pasión, el desgarro, nos transportan a muchas de
las mejores páginas del poeta español. O las del maestro de poetas Don
Antonio Machado, en esos versos donde Luis Eduardo canta a la
naturaleza, a las cosas simples de la naturaleza: un árbol, una gota de
rocío, la luz de una estrella que brilla a lo lejos. También se hace
patente en estas páginas el paso firme, seguro, siempre esperanzador, de
Pablo Neruda, así como la de una de las grandes voces de la poesía
escrita en el continente americano, aunque este caso, fuera más al
norte, y en la lengua de Shakespeare. Me estoy refiriendo, como no, a
Walt Whitman, el bardo americano por excelencia, y padre de toda la
poesía moderna.
Los poemas de Azul Lejano resuenan en el cerebro como
disparos de escopeta. Breves, concisos, deslumbrantes. Y te dejan en la
boca un regusto como a desasosiego que perdura en el paladar mucho
después de cerrar el libro. Por eso aconsejo a todos cuantos tengan
ocasión de disfrutarlos que no dejen de hacerlo. Porque dentro de un
tiempo se hablará mucho y muy bien de este poeta. Decía T. S. Eliot que
el gran objetivo de un poema es que los lectores usen las palabras del
poeta para explicarse su propia existencia, para apropiarse de algo que
ya, de antemano, les pertenecía. Algo que sin duda, consiguen los poemas
de Luis Eduardo Ayala Páez. Un placer leerlo. Háganme caso.
Rafael Calero Palma
Salobreña (Granada, España), Junio 2012
Salobreña (Granada, España), Junio 2012
¿intenso olor a mar, a fruta fresca, a pasión desenfrenada...? ¿Y no nos pones unos versos de muestra, joderrrrrrrrrr?
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