El miércoles
por la noche, en el espacio “El cine de la dos” de TVE pasaron Dublineses, la obra póstuma de John
Huston, el genial director de cine, autor de, entre otras obras maestras de la historia
del cine, El halcón maltés, El último
refugio o La reina de África. No
era esta la primera vez que tenía ocasión de ver esta maravillosa película, con
la que su director ponía el broche de oro a una carrera plagada de
genialidades. De hecho, si mal no recuerdo, era la quinta o sexta vez que la
veía. Y sin embargo, volví a emocionarme profundamente como si fuese la primera
vez.
Dublineses, como se llamó en nuestro
país, —el título original de la película fue The dead (Los muertos)—
se estrenó en el ya lejano año de 1987, y estaba basada en el relato homónimo incluido
en el libro Dublineses, del escritor
irlandés James Joyce, quien, a pesar de que sólo escribió cuatro libros, (esta
colección de relatos y las novelas Ulises,
El retrato de un artista adolescente
y Finnegans Wake, su obra póstuma) es uno de los
escritores más revolucionarios e importantes de la historia de la literatura
universal. Entre sus innovaciones técnicas está lo que se llamó el flujo de
conciencia (stream of conciousness,
en inglés) que en su momento supuso un mecanismo literario de tal calibre que
cambió por completo la manera en que los escritores abordarían, a partir de ese
momento, la creación de sus personajes.
En mi
opinión, Dublineses, la película, es
probablemente una de las mejores adaptaciones a la pantalla de una obra
literaria (no digo la mejor porque luego la gente dice que soy muy vehemente en
mis opiniones). Vista hoy en día, parece mentira que una película en la que no
hay tiros, ni incendios, ni catástrofes naturales de dimensiones bíblicas, ni
apariciones fantasmales, ni violencia gratuita y asquerosa, ni coches cagando
leches por autopistas norteamericanas, ni efectos especiales de ningún tipo, ni
ningún elemento secundario que distraiga la atención del espectador, pueda ser
tan emocionante, tan perfecta desde un punto de vista de la técnica narrativa cinematográfica,
tan fresca, tan bonita. Y para colmo, salvo un par de momentos, toda la
película transcurre en interiores.
John
Huston contaba, principalmente, con dos elementos para hacer esta película,
pero qué dos elementos. Por una parte, el texto de Joyce, que supone, en sí
mismo, una obra maestra de la literatura. Por otra, un grupo de actores, entre
los que destacan Donald McCann en el papel de Gabriel y su propia hija,
Anjelica Huston, interpretando a la esposa de este, Greta, capaces de poner la
piel de gallina con un simple gesto o una mirada. Y si a estos dos elementos le
añadimos la capacidad de dirigir de quien ha sido uno de los grandes de ese
arte que es el cine, el resultado no podía ser más que el que fue: una película
maravillosa que no deja a nadie indiferente salvo que el espectador que se
enfrente a ella carezca por completo de sensibilidad.
"Dublineses" de Joyce, que quieres que te diga, pero leerlo para mí fué bastante tedioso. La peli no la he visto, pero la apunto.
ResponderEliminarTedioso Dublineses? Hombre, si me dices Ulises o Finnegans Wake, no te digo que no, pero Dublineses está muy bien.
ResponderEliminarMe vas a hacer que vuelva a leerlo.....
EliminarReleer una obra maestra como Dublineses es un placer. Te lo digo porque yo lo he experimentado. Así que sácalo del fondo de la estantería y léelo pensando que tienes entre las manos una joya de la literatura universal. Por cierto, una de las claves para penetrar en estos relatos es verlos como si fuesen la vida de una persona, desde el nacimiento hasta la muerte (de ahí el título del último relato, "Los muertos"). Salud y buen provecho.
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