jueves, 20 de mayo de 2021

La chica de la Cruz Roja




No sé nada sobre esta chica:

Ni su nombre ni su edad

—aunque intuyo su juventud—.

Por supuesto

desconozco su estado civil

si tiene hijos o no

si ha ido a la universidad

si le gusta la lectura o el cine

si es de esa clase de persona

capaz de ver una serie completa

durante un fin de semana.

Ignoro si recibe un sueldo

por hacer su trabajo

o lo suyo es filantropía

pura y dura.

No sé a quién vota

—si acaso vota—

ni a qué dios reza

—si alguna vez ha rezado—.

Nada de eso sé

y nada de eso es importante.

Lo único que importa

lo único que sé de ella

con absoluta seguridad

es que en medio del dolor sombrío

y el caos más espantoso

rodeada del más terrible

de los sufrimientos

y de la más honda pesadumbre

en el mismo corazón

de la desesperanza y la derrota

ella, la chica de la Cruz Roja de Ceuta

estaba haciendo

lo que había que hacer:

vencer a la oscuridad.

 

 

 

 

martes, 18 de mayo de 2021

FRANCO BATTIATO, EL ARTISTA IRREPETIBLE



Ha muerto Franco Battiato, el músico, cantante, compositor más importante que ha dado Italia en muchos, muchos años. Me compré mi primera casete de Battiato a mis 15 años, en 1985, “Ecos de danzas sufí”, una recopilación de temas cantados en castellano que él mismo se encargaba de traducir, diccionario en ristre. Desde entonces me ha acompañado siempre, a veces en castellano, otras en su propia lengua, el italiano. Aún conservo las ediciones en vinilo de sus viejos discos en castellano, el propio “Ecos de danza sufí”, (que me volví a comprar algunos años más tarde), “Nómadas”, “Como un dromedario en un canalón” o “Fisionómica”. La música de Battiato ha sido, es, seguirá siendo, la banda sonora de mis días. En su larguísima carrera hay tantos discos sublimes que es casi imposible elegir uno: “Mondi lontanissimi”, “Last summer dance”, “Fleurs”, “Caffé de la Paix”, “Ferro battuto”, “Giubbe rosse”, y muchos, muchos más.

Durante el confinamiento del pasado año, sus canciones fueron mi refugio, ese lugar al que volvía una y otra vez, —“el sitio de mi recreo”, como diría Antonio Vega—, sobre todo su obra “Messa arcaica” (“Misa antigua”) un disco místico y hermoso como pocos, que suelo poner los fines de semana, al levantarme, mientras desayuno.  

Otro de mis discos favoritos se llama “Unprotected”. Un disco de 1994 grabado en directo con orquesta sinfónica. Otra maravilla. A ese disco lo amo doblemente: por su calidad artística y porque me lo regaló mi madre en un uno de mis cumpleaños. En este disco están algunas de las versiones que más me gustan de algunas de mis canciones favoritas de la fructífera carrera de su autor: “Prospettiva Nevsky” e “I treni di Tozeur”, esa joya con la que en 1984 se presentó al festival de Eurovisión, una de las pocas veces que ha merecido la pena sentarse delante del televisor para tragarse tal festival.

Su último disco, “Torneremo ancora”, es una recopilación en la que sus temas están arropados por la Royal Philarmonic Orchestra. En él está el último tema que grabó, que es el que le da título al disco. Otra obra maestra.

Las canciones de Franco Battiato están plagadas de referencias filosóficas, religiosas (en él se dan la mano los místicos sufís con Juan de la Cruz o Teresa de Jesús, igual que en la obra de otro de mis músicos de cabecera, el gran Pedro Burruezo) o históricas. Cantó en italiano, pero también en francés, castellano, inglés o árabe. Y en ellas caben desde el rock a la música clásica, pasando por el tecno, la música folk o las tendencias más experimentales y vanguardistas. Todo cosido con el fino hilo de un gusto exquisito.  Poesía de muchos, muchos quilates.  Genialidad a raudales.

Hoy ha muerto el gran trovador de la música italiana, la figura cumbre de una época y un país. Hoy, Franco Battiato, como él mismo cantaba en su célebre “Vía Láctea” ha iniciado “el largo viaje”.  Que la tierra te sea leve, Maestro. Gracias y hasta siempre.