lunes, 29 de abril de 2013

Profeta en mi tierra



Yo no sé si soy profeta

en mi tierra o no.

Lo que sí sé, 

es que en mi pueblo

hay mucha gente

que me aprecia

y me respeta.

Y esto lo sé

porque muchos de ellos

así me lo dicen

cuando se presenta la ocasión.

Pero también sé

que hay otros muchos 

a los que no les gusta

lo que escribo,

también sé que hay muchos otros

a los que mis opiniones

les molestan profundamente.

Incluso me atrevería a decir

que hay gente que me odia

aunque nunca me lo hayan dicho,

al menos a la cara,

y lo sé porque a esta gente

le resulta imposible ocultar

el extraño brillo

del odio

en sus pupilas

al cruzarnos por la calle.

viernes, 26 de abril de 2013

Dicen que no es raro verla



Dicen que no es raro verla,

algunas noches, medio borracha,

el pelo sucio, el bolso desvencijado,

la medias rotas, dando tumbos

por los versos tristes de un poema.
 

miércoles, 24 de abril de 2013

Poesía y música


El próximo sábado 27 de abril, estaré en la Librería 1616 de Salobreña, que está en la Avenida García Lorca, 17, leyendo una selección de mis mejores poemas, acompañado por la violinista Eva Calero Jiménez, que pondrá el contrapunto musical a mis poemas. Será a las doce y media de la mañana y quedáis todas y todos invitados. Nos vemos por allí. 

martes, 23 de abril de 2013

El poder de un poema



Un poema puede abarcar lo infinito.
Un poema puede resolver la incógnita.
Un poema puede atravesar el espejo.
Un poema puede hacer, qué duda cabe, que brote el amor de un cubo de basura, como brota un manantial de agua clara de una simple piedra.
Un poema puede levantar barricadas.
Un poema puede derruir las alambradas, devastar las fronteras.
Un poema puede derrotar al silencio.
Un poema puede denunciar las más terribles atrocidades o desenmascarar a los más sanguinarios tiranos. Será por ello, digo yo, que la poesía no hace buenas migas con los tiranos.
Un poema puede abrir heridas en la carne.
Un poema puede hacernos reír. O puede hacernos llorar. Depende.
Un poema puede hacer que nos baje la fiebre.
Un poema puede derretir la nieve.
Un poema puede ser el camino para llegar a las cosas más sencillas de la vida, cosas como la risa, una naranja, la escarcha, un aroma, un tallo verde, un instante fugaz, un amigo.    
Un poema es capaz, por sí solo, de iniciar una revolución.
Un poema es Denise Levertov sosteniendo en sus manos un librito de color azul, tumbada sobre la hierba, un magnífico día de primavera, en Central Park.
Un poema también puede cambiar el mundo (claro que sí, por qué no).
Un poema puede ser inmenso como una galaxia, como un cosmos, como un universo.
Un poema puede ser poderoso como el batir de alas de un insecto diminuto.
Un poema puede hacer que desaparezca un dolor de muelas (y de hecho, lo consigue casi siempre).
Un poema puede indultarnos la vida.
Un poema puede provocar una guerra dentro de mí, dentro de ti.
Un poema puede hablarnos del poeta Antonio Machado, saliendo de España, un día frío y lluvioso de un lejano mes de febrero, sosteniendo la mano de su madre, una anciana octogenaria, y acompañado de su hermano José y de su cuñada. Ese mismo poema puede contarnos que los dos, Antonio y su madre, Ana, van a morir, sólo algunos días más tarde, en un camastro de una pensión de Colliure, en el sur de la República de Francia, derrotados por el fascismo.
Un poema puede aplacar nuestra sed.
Un poema puede someter al miedo y a la furia.
Un poema tiene siete vidas (y esto es algo comprobado empíricamente por los más prestigiosos científicos del mundo mundial).
Un poema puede salir indemne de un incendio, sobrevivir a un naufragio.
Un poema es capaz de decir no cuando hay que decirlo.
Un poema es Walt Whitman, luminoso como la luna, con una gran barba blanca, llena de mariposas, caminando por las frías calles de Nueva York el día veintiséis de marzo de mil ochocientos noventa y uno.
Un poema puede provocar un orgasmo.
Un poema puede ser el origen de un terremoto.
Un poema puede ser dulce como un caramelo, amargo como la lejía.
Un poema pude ser, hoy, un árbol recién plantado; mañana, un bosque tupido.
Un poema puede transportarnos a mundos ignotos, mondi lontanissimi.
Un poema puede teñir el amanecer de colores aún no inventados.
Un poema bulle como la vida.
Un poema puede ser una operación a corazón abierto.
Un poema es un mordisco en la carne roja de la manzana.
Un poema tiene el poder ilimitado que le confieren las palabras.

(Este poema está dedicado a la memoria de José Luis Sampedro, porque siempre militó en el bando correcto y a todas las personas que creen que un poema, un libro, el pensamiento crítico, aún pueden cambiar el estado de las cosas. Feliz Día del Libro a todas y todos.)

lunes, 15 de abril de 2013

Homenaje a las mujeres y hombres de la Segunda República en el cementerio de Aguilar de la Frontera (14 de abril de 2013)

Algunas de las fotos que Rafael Espino hizo durante el emotivo homenaje que ayer domingo, día en que conmemorábamos el octuagésimo segundo aniversario de la proclamación de la Segunda República Española, rendimos en el cementerio de Aguilar de la Frontera. 











miércoles, 10 de abril de 2013

I Jornadas Republicanas en Aguilar de la Frontera



Este próximo fin de semana (12, 13 y 14 de abril) van a tener lugar en Aguilar de la Frontera las I Jornadas Republicanas, organizadas por UPOA (Unidad Popular de Aguilar) y el PCPA/E. Las jornadas contarán con conferencias, debates, homenajes, poesía y música.  
El viernes tendrá lugar la conferencia de Rafael Espino Navarro, presidente de AREMEHISA (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar) que presentará la ponencia titulada “II República, movimiento obrero y represión franquista en Aguilar de la Frontera”.  El sábado le tocará el turno a Diego Igeño Luque, historiador y director del Archivo Municipal de Aguilar, autor de una amplia bibliografía sobre el tema, que disertará sobre los “Inicios de la II República en la campiña cordobesa”; y a Francisco Zurera Álvarez, que presentará una ponencia titulada “Algunas claves para entender la II República en Aguilar de la Frontera”.
Las jornadas concluirán con una ofrenda floral en la mañana del domingo 14 de Abril, fecha en la que se conmemora el octogésimo segundo aniversario de la proclamación de la II República, en el monumento a la memoria de los represaliados del cementerio de Aguilar. Tras el acto, habrá una lectura de poemas a cargo del poeta Rafael Calero Palma, acompañado por la música de los violines de Eva y Ángela Calero Jiménez.

lunes, 8 de abril de 2013

Nada a lo que agarrarse




En realidad, ya no queda nada, ninguna civilización, ningún arte. Tengo la sensación de que el mundo ya ha sido destruido, que es sólo la sombra de algo, la lluvia radioactiva, los residuos, el polvo de alguna catástrofe, y que ya no hay nada a lo que agarrarse. La mayoría de nosotros vive en ciudades que ya no existen más que como atascos de tráfico. Atenas, Nueva York, París, Barcelona, son ciudades míticas que ya no existen. Todos vivimos en esa pequeña área que rodea a la catedral, pero ahora eso no es más que una atracción turística.

Leonard Cohen

jueves, 4 de abril de 2013

Dublineses, el testamento perfecto de John Huston.



El miércoles por la noche, en el espacio “El cine de la dos” de TVE pasaron Dublineses, la obra póstuma de John Huston, el genial director de cine, autor de, entre otras obras maestras de la historia del cine, El halcón maltés, El último refugio o La reina de África. No era esta la primera vez que tenía ocasión de ver esta maravillosa película, con la que su director ponía el broche de oro a una carrera plagada de genialidades. De hecho, si mal no recuerdo, era la quinta o sexta vez que la veía. Y sin embargo, volví a emocionarme profundamente como si fuese la primera vez.
Dublineses, como se llamó en nuestro país, —el título original de la película fue The dead (Los muertos)— se estrenó en el ya lejano año de 1987, y estaba basada en el relato homónimo incluido en el libro Dublineses, del escritor irlandés James Joyce, quien, a pesar de que sólo escribió cuatro libros, (esta colección de relatos y las novelas Ulises, El retrato de un artista adolescente y Finnegans Wake, su obra póstuma) es uno de los escritores más revolucionarios e importantes de la historia de la literatura universal. Entre sus innovaciones técnicas está lo que se llamó el flujo de conciencia (stream of conciousness, en inglés) que en su momento supuso un mecanismo literario de tal calibre que cambió por completo la manera en que los escritores abordarían, a partir de ese momento, la creación de sus personajes.
En mi opinión, Dublineses, la película, es probablemente una de las mejores adaptaciones a la pantalla de una obra literaria (no digo la mejor porque luego la gente dice que soy muy vehemente en mis opiniones). Vista hoy en día, parece mentira que una película en la que no hay tiros, ni incendios, ni catástrofes naturales de dimensiones bíblicas, ni apariciones fantasmales, ni violencia gratuita y asquerosa, ni coches cagando leches por autopistas norteamericanas, ni efectos especiales de ningún tipo, ni ningún elemento secundario que distraiga la atención del espectador, pueda ser tan emocionante, tan perfecta desde un punto de vista de la técnica narrativa cinematográfica, tan fresca, tan bonita. Y para colmo, salvo un par de momentos, toda la película transcurre en interiores.
John Huston contaba, principalmente, con dos elementos para hacer esta película, pero qué dos elementos. Por una parte, el texto de Joyce, que supone, en sí mismo, una obra maestra de la literatura. Por otra, un grupo de actores, entre los que destacan Donald McCann en el papel de Gabriel y su propia hija, Anjelica Huston, interpretando a la esposa de este, Greta, capaces de poner la piel de gallina con un simple gesto o una mirada. Y si a estos dos elementos le añadimos la capacidad de dirigir de quien ha sido uno de los grandes de ese arte que es el cine, el resultado no podía ser más que el que fue: una película maravillosa que no deja a nadie indiferente salvo que el espectador que se enfrente a ella carezca por completo de sensibilidad.

miércoles, 3 de abril de 2013

Prólogo del libro "Azul lejano", del poeta Luis Eduardo Ayala Páez

Me llegan desde la otra orilla del océano los poemas que conforman Azul Lejano, el libro que tienes en tus manos del poeta Luis Eduardo Ayala Páez, con toda seguridad, una de las jóvenes voces poéticas más interesantes de la poesía que se vive, que se respira, que se escribe, en estos días, en su país, Venezuela. No me queda más remedio que admitir que estos poemas me han deslumbrado con su intenso olor a mar, a fruta fresca, a pasión desenfrenada, en definitiva, a vida.
Y es que no se me ocurre una palabra que defina mejor los versos, las palabras, los poemas del autor zaraceño que la palabra vida. Versos sencillos que deslumbran, precisamente, por poseer la cualidad de las cosas sencillas. Y fíjense que digo sencillos, y en ningún caso, me refiero a ellos como simples. Porque estos versos pueden ser cualquier cosa, pero nunca simples. Versos que se empapan de vida, que destilan vida, que nos muestran vida, que nos regalan, a los que tenemos la suerte de poder leerlos, vida.
En la poesía del poeta venezolano se oyen, a veces nítidos a veces lejanos, los ecos de los grandes poetas de la lírica escrita en nuestro idioma, ese vehículo común que nos une mucho más de lo que nos puedan separar las enormes distancias. Así, en mi opinión, la huella de la poesía de Federico García Lorca sobrevuela muchos de los poemas de este libro. Y es que el poeta de Fuentevaqueros se hace cuerpo en muchos de estos poemas, donde la pasión, el desgarro, nos transportan a muchas de las mejores páginas del poeta español. O las del maestro de poetas Don Antonio Machado, en esos versos donde Luis Eduardo canta a la naturaleza, a las cosas simples de la naturaleza: un árbol, una gota de rocío, la luz de una estrella que brilla a lo lejos. También se hace patente en estas páginas el paso firme, seguro, siempre esperanzador, de Pablo Neruda, así como la de una de las grandes voces de la poesía escrita en el continente americano, aunque este caso, fuera más al norte, y en la lengua de Shakespeare. Me estoy refiriendo, como no, a Walt Whitman, el bardo americano por excelencia, y padre de toda la poesía moderna.
Los poemas de Azul Lejano resuenan en el cerebro como disparos de escopeta. Breves, concisos, deslumbrantes. Y te dejan en la boca un regusto como a desasosiego que perdura en el paladar mucho después de cerrar el libro. Por eso aconsejo a todos cuantos tengan ocasión de disfrutarlos que no dejen de hacerlo. Porque dentro de un tiempo se hablará mucho y muy bien de este poeta. Decía T. S. Eliot que el gran objetivo de un poema es que los lectores usen las palabras del poeta para explicarse su propia existencia, para apropiarse de algo que ya, de antemano, les pertenecía. Algo que sin duda, consiguen los poemas de Luis Eduardo Ayala Páez. Un placer leerlo. Háganme caso.
Rafael Calero Palma
Salobreña (Granada, España), Junio 2012