La mujer
estaba hasta la coronilla de no ser más que un simple personaje secundario, un personaje
de esos que sólo dicen unas frases sin importancia aquí y allá, de esos que no
marcan el ritmo de la escena, de esos cuya presencia —o ausencia— no ejerce
ninguna influencia en el guión que es la vida de los demás. La mujer no era, y
eso tenía que admitirlo, le gustara o no, más que un personaje secundario, cuyo
papel en el teatro de la vida venía marcado por otros personajes, más o menos
principales: su marido, sus dos hijos, sus padres, e incluso, su suegra. Así
que aquel día, después de discutir fuertemente con su marido y mandarlo a tomar
por culo, no sin antes lanzarle con muy mala leche y mucha puntería un cenicero
que le abrió una gran brecha en la cabeza por la que salía un gran chorro de
sangre que iba dejando un rastro rojo sobre el suelo de mármol de su piso, decidió
que desde ese mismo instante, ella no volvería a ser nunca más un adorno en vidas
ajenas. Desde ese día, ella pasaba a ser, con todas las consecuencias, el
personaje principal.
UN SOLLOZO DEL FIN DEL MUNDO de MATÍAS ESCALERA CORDERO (fragmento I)
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… Tiene más que ver de lo que parece, querido Saúl; mucho más. Es verdad,
quedó viejo en seguida todo, pero les funcionó; justo cuando parecía que
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Hace 2 horas
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