Los pies de Adela

Los pies de Adela son audaces.

Los pies de Adela tienen dedos que se mueven como gusanos de seda, perezosos.

A los pies de Adela les gusta la poesía. Recítanos un poema, me piden. Yo les digo versos de Cernuda, de e. e. cummings, de Lord Byron, de Alfonsina Storni. Hay unos versos de Alberti que les gustan especialmente: “Dejé palomas tristes junto a un río, / caballos sobre el sol de las arenas / dejé de oler la mar, dejé de verte.” Estos son sus preferidos. Cada vez que mis labios los pronuncian, es como si pulsara un resorte secreto.

Los pies de Adela saben guardar un secreto.

Los pies de Adela detestan los lunes y a los curas (quién sabe la razón).

La materia prima de la que están hechos los pies de Adela es la espuma de mar.

A veces, los pies de Adela también tienen miedo, sobre todo, de los espejos.

Los pies de Adela huelen como las noches estivales de mi niñez, a jazmín y a deseo.

Los pies de Adela, algunos días, juegan a disfrazarse. Por ejemplo, de hipocampos negros, de arañas verdes, de palomas rojas, de naranjas maduras.

Los pies de Adela casi nunca tienen frío.

Los pies de Adela lloraron por primera vez tras un fuerte aguacero (de eso hace tanto tiempo que casi lo han olvidado).

El hábitat natural de los pies de Adela es la tarde.

Nunca preguntes por qué a los pies de Adela.

(Para Adela, que hoy cumple 9 años)